Rut, viuda y luego madre, cuidadora de una anciana… aprendió a disfrutar del amoroso cuidado y protección de Dios
Desde todo punto de vista, encontramos a Rut, protagonista del octavo libro en nuestro canon del Antiguo Testamento, como una mujer encantadora, y, es evidente, que el Espíritu Santo/Dios también la tuvo en alta estima – es una de las pocas mujeres mencionadas en la genealogía de nuestro Señor Jesucristo que encontramos en el evangelio según San Mateo, capítulo uno. Concretamente, encontramos su nombre en el versículo 5: “Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. Isaí engendró al rey David”. Así, el apóstol Mateo nos hace recordar que Rut fue la bisabuela del renombrado rey de Israel: David.
Y esto no es todo, también el Espíritu Santo/Dios vio bien dedicar todo un libro del Antiguo Testamento a ella. ¿Por qué? Porque ella iba a formar parte esencial de la historia del pueblo de Israel, pero también porque nos aporta muchas lecciones prácticas para nosotras, incluso en este siglo XXI.
Responsabilidad y amor. La historia nos dice que Rut fue una mujer moabita y, por lo tanto, como las demás personas de ese pueblo, era idólatra (Rut 1:15). Sin embargo, se casó con un joven israelita, pero antes de tener hijos, quedó viuda. Lo mismo ocurrió con su cuñada. Parece que la muerte de su marido y su cuñado tuvo lugar después de la muerte de su suegro. El dolor de las múltiples muertes, sin duda, llenaría aquella casa de tristeza inmensa, hasta tal punto que Noemí, la suegra, decidió abandonar la tierra de Moab y regresar a su pueblo natal, Belén.
Rut le dijo: “Iré contigo, no te dejaré sola”, y añadió: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aún me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1:16-17). En resumen, Rut demostró fidelidad y lealtad al Dios de Israel al elegir quedarse con su suegra Noemí y, sobre todo, unirse a su pueblo y a su fe. La muerte de sus seres queridos no disminuyó su fe y confianza en el Dios de su suegra… sino todo lo contrario.
¿Podemos aprender una primera lección de ella para imitarla manteniendo nuestra fidelidad a Dios en todas las circunstancias?
Cuidado y falta de egoísmo. La cuñada de Rut regresó a su familia. Pudiera ser que esperase, legítimamente, encontrar otro esposo. Rut no hizo lo mismo. En vez de pensar en su propio bienestar y futuro, quiso cuidar a su suegra en un país (para ella) extranjero y como extranjera sin profesión (salvo la de cuidar a una anciana amargada -Rut 1:20-21); no tendría muchas posibilidades de tener un futuro esperanzador.
Segunda lección: ¿Podemos aprender a confiar nuestro futuro en las manos de Dios mientras nosotras cuidamos de otros?
Trabajo duro y con humildad. Desde el principio, Dios mostró un cuidado muy especial de esta viuda extranjera. Llegaron a Belén precisamente al comienzo de la siega (Rut 1:22), y se dio la “casualidad” de que empezó a recoger las espigas en el campo de un hombre rico, que era, a la vez, un pariente de la familia de su suegra. Rut trabajó diligentemente para proveer para ella y su suegra.
Tercera lección: ¿Podemos aprender a imitar su ética laboral y humildad independientemente de las circunstancias?
Dependencia de la gracia de Dios. En la vida de Rut se muestra un ejemplo de cómo la gracia de Dios puede transformar situaciones difíciles y dirigir a las personas hacia bendiciones inesperadas. Al ir leyendo en la Biblia los cuatro capítulos de su biografía, vemos que Dios está presente en los “pequeños detalles” de la vida. Nuestro corazón cobra nuevos ánimos al contemplar la providencia de Dios en la vida de esta mujer.
Cuarta lección: ¿Podemos, de verdad, aprender a depender de la gracia de Dios en medio de desafíos y confiar en que Él tiene un plan maravilloso para nuestras vidas? El salmo 103:2 nos dice: “y no olvides ninguno de Sus beneficios”.
Benevolencia y generosidad. Rut recibió generosidad y benevolencia de parte de Booz, trabajando en el campo. Es evidente que Rut, al principio, no sabía que Booz era un hombre soltero y rico; no obstante, en vez de guardar todo para ella misma, quiso, desde el principio, extender esa generosidad hacia Noemí, al compartir sus bendiciones.
Quinta lección: ¿Podemos aprender a practicar la generosidad y la benevolencia, brindando ayuda y apoyo a quienes lo necesitan, dejando nuestra causa tranquilamente en las manos de Dios?
Perseverancia y paciencia. Rut demostró perseverancia y paciencia mientras esperaba en Dios. Su futuro estaba fuera de sus manos, fuera de su control. Vemos en pocos capítulos que, en realidad, los sucesos se suceden rápidamente, pero Rut tuvo que aprender a estar quieta y conocer que Él es DIOS (Sal.46:10). Y al obedecer en estar quieta y conocer, encontramos que uno de los resultados es que nos es mucho más fácil guardar silencio ante el Eterno, y esperar en Él (Sal. 27:14; 32:10; 33:20; 37:7; 42:5).
Sexta lección: ¿Podemos aprender a dejar tranquilamente que Dios obre en nuestras vidas (y en las vidas de nuestras familias) y resistir a la tentación de intentar manipular a otros?
Hay un aspecto más, a modo de paréntesis. Al leer este cautivador relato histórico, somos conscientes de que encontramos costumbres muy diferentes a las nuestras: Tenían el “Palacio de Justicia” en la puerta de la ciudad; podían concretar allí los detalles de un contrato de matrimonio delante de “todo el pueblo con los ancianos”, y luego la “firma del contrato” entregándose mutuamente un zapato. Todo esto lo encontramos en el capítulo cuatro. En el capítulo tres, vemos el ruego de parte de la mujer pidiendo protección. Todo eso nos hace pensar que al leer la Biblia tenemos que hacerlo a través de “una ventana oriental”. Aunque también es evidente que había cosas que la misma Rut no sabía acerca de las costumbres hebreas, de ahí…
La confianza en la dirección divina. Rut, al ver una serie de “coincidencias”, pudo ir aprendiendo a descansar en la providencia del Dios que, poco a poco, estaba conociendo. Pero hay un aspecto más: Aprendió a confiar en la dirección de Noemí y se sometió a sus consejos y orientación. El Señor nos ha puesto en familia (también en la iglesia local, y nos da amigos y hermanos más maduros) y podemos aprovecharnos de esa sabiduría en la toma de decisiones, al escuchar sus consejos.
Séptima lección: ¿Podemos aprender a dar gracias al Señor por las personas que nos aman y andan con nosotros, ayudándonos a entender y a confiar plenamente en nuestro Padre celestial?
El libro de Rut habla más de su historia que de su maternidad, pero su historia la preparó para disfrutar de la suprema gracia del Señor, que luego pudo comunicar a su hijo, nieto y bisnieto David, y, por medio de él, a millones de personas más a través del descendiente único por excelencia: Jesús. Madres y abuelas, ¡ejercemos una influencia tremenda! Que sea una influencia que inspire y anime a nuestros descendientes a una creciente confianza en nuestro “Protector Divino”.
Rut, viuda y luego madre, cuidadora de una anciana, en vez de mostrar amargura y resentimiento hacia el Dios de su suegra (el Dios de los hebreos), aprendió a disfrutar de Su amoroso cuidado y protección. Elementos que seguramente comunicó a su hijo, Obed, y éste a su hijo Isaí, y éste a su hijo David, y éste…. ¡a nosotros por medio de numerosos salmos!
¿Qué te parece?