LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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La fe nos lleva a creer en un Ser superior, inabarcable e incomprensible para nosotros… pero quien se comunica a través de la Biblia

Los idiomas existen, también los dialectos, las jergas, los códigos… Pero no sé cómo llamaría al estilo lingüístico de los cristianos. Porque tenemos una manera particular de hablar; no se trata de un acento o dejillo, sino de un estilo, porque dejamos de usar ciertas palabras soeces u ofensivas y, a la vez, usamos ciertos vocablos que el resto de las personas apenas utiliza y, muchas veces, ni siquiera reconoce. Recordad lo que le echaban en cara a Pedro: “Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre” (Mateo 26:73), y no creo que se tratara simplemente del acento de los galileos.

También he de decir que, muchas veces, al hablar de nuestra fe, no nos damos cuenta de que palabras tan comunes como “cristiano”, “creyente”, “salvación”, “bendición”, “fe…”, para nosotros tienen un significado distinto al que la mayoría de personas le adjudica. He aquí algunos ejemplos:

Cristiano

¿Qué es un cristiano? Etimológicamente, alguien que es de Cristo, así como un Nigeriano es alguien de Nigeria. Tradicionalmente, también, hay países de cultura cristiana, por estar fundada la base de su sociedad en las enseñanzas y tradiciones judeo-cristianas. Sin embargo, para nosotros, un cristiano no es sólo uno que culturalmente nació allí donde se conoce algo de Cristo; ni tan siquiera alguien que apoya sus enseñanzas. Un cristiano es aquel que “sigue a Cristo”. En este sentido, para nosotros es sinónimo de “creyente”, porque el cristiano de verdad, cree en Cristo y a Cristo. Para él, seguir las enseñanzas del Maestro, Jesús de Galilea, Jesucristo, es un estilo de vida, una vida que rinde a los pies de Dios por la intercesión de Cristo.

Intercesión

Obviamente, del verbo interceder: Hablar en favor de otro para conseguirle un bien o librarle de un mal. La obra de Jesucristo es una de intercesión, porque Él no simplemente habló, sino que hizo lo que era necesario y demandado por Dios para arreglar la ruptura que existe entre Dios y los hombres. Una ruptura entre el Creador y sus criaturas debido al orgullo y la desobediencia de la raza humana. Jesús quería y sigue queriendo librar al hombre del mal y conseguirle la salvación eterna.

Salvación

Se trata de la salvación del alma. Un alma eterna, cuyo destino después de esta vida depende de nuestra respuesta a esa intercesión, por medio del sacrificio, que hizo Cristo. Él murió voluntariamente para que la humanidad, cada humano en particular, en su decidir libre, pudiese, o no, aceptar este medio, el único medio, de reconciliarse con Dios.

Pero aceptar esto no es trivial. Hemos de hacerlo por fe.

Fe

La fe es la certeza de lo que se espera… la convicción de lo que no se ve. La fe la ejercemos diariamente: cuando esperamos en una parada de bus que el vehículo aparezca para llevarnos a donde deseamos; cuando ingresamos dinero en el banco esperando que más adelante siga ahí… Pero la fe de la que hablamos es mucho más importante, es definitiva y definitoria; se trata de fe en lo que dice Dios a través de su Palabra, que es la Biblia. Es la fe lo que nos lleva a creer en un ser superior, inabarcable e incomprensible para nosotros, pero que se comunica a través de su Palabra (la Biblia) con las criaturas que Él hizo (nosotros). No le hemos visto, pero sabemos por fe que está ahí, siempre presente, omnisciente, conociendo nuestro corazón y teniendo un plan para nuestra vida; derramando gracia y misericordia sobre cada uno de nosotros.

Gracia y Misericordia

La gracia es una concesión gratuita. Cuando hablamos de la gracia de Dios hacia sus criaturas, o hacia su pueblo, o hacia su familia, que es la Iglesia universal, nos referimos a todo cuanto Él nos da y que ciertamente no merecemos, comenzando por el don de Dios en Cristo, es decir, por la posibilidad de arreglar la relación con el Creador, Dios todopoderoso; una relación rota en el Edén y que el hombre es incapaz de restaurar por su propio esfuerzo.

Asimismo, cuando hablamos de misericordia nos referimos al castigo que Dios nos condona, nos perdona, no nos aplica, a pesar de merecerlo con creces.

¿Por qué merecemos el castigo y no la gracia de Dios? Porque Dios es santo y justo, esencialmente bueno y puro, y el hombre despreció estos atributos y prefirió asociarse con la maldad, también llamada pecado, convirtiéndose en enemigo de Dios, a pesar de que Él le había dado el ser, la vida y un mundo perfecto para vivirla.

Aunque nuestra tendencia humana es al mal y a pesar de merecer la consecuencia de nuestros actos, es decir, el alejamiento eterno de Dios, Él nos ama hasta tal extremo que provee el sacrificio exigido por la justicia perfecta de Dios; un sacrificio que va a tener que ser de su propia sangre, de su propio Hijo, de su corazón de Padre perfecto. Y a través de este sacrificio propiciado por el amor inconmensurable de Dios, nosotros podemos, ejerciendo la fe, reconciliarnos con Dios y volver a ser parte de la solución para este mundo corrupto y sin sentido.

Sí, los cristianos tenemos una forma particular de hablar, y quizás a veces no nos explicamos o comunicamos como debiéramos. Pero como bien explica el libro de Romanos, cada uno de los habitantes pasados, presentes o futuros de esta tierra, ha recibido la manifestación de un Dios creador y soberano; incluido tú que lees este artículo. ¿Qué vas a hacer con ese conocimiento que te ha sido manifestado? ¿Vas a abrazar la maldad y la soberbia humana pretendiendo que la perfección de la creación es una casualidad? ¿O vas a arreglar la relación rota entre ti y tu Creador? Él, como el padre del pródigo, te espera con los brazos abiertos. ¿Vas a correr hacia Él o persistirás en la humana locura de una vida sin Dios y cuyo fin se espera que sea la nada eterna?

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Evangelio de San Juan, cap. 3, vv. 16ss).

«Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Romanos 3:23).

«Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8).

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).

«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9).

«Por tanto, para que sean borrados vuestros pecados, arrepentíos y volveos a Dios» (Hechos 3:19).

Jesús dijo: «De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida» (Juan 5:24).

Débora Fernández de Byle