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Madres en la Biblia: Betsabé, una madre perdonada

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Jesús conoce cada una de nuestras debilidades

A mi marido le gusta mucho escuchar a George Beverly Shea, el cantante de todas las campañas del evangelista Billy Graham. Esta mañana, uno de los himnos que he encontrado en YouTube, fue el famoso “¡Oh, qué amigo nos es Cristo!”, y me impresionó una frase que sale en la versión inglesa:“Jesus knows our every weakness – take it to the LORD in prayer”, que traducido sería: “Jesús conoce todas nuestras debilidades -llévalas al Señor en oración”. Se puede percibir el énfasis de la expresióntodas nuestras debilidades” (Jesús conoce cada una en particular).

Seguramente el nombre de “Betsabé” despierta en la mayoría de nosotras el recuerdo (y por eso rechazo) de su infidelidad con el rey David, haciendo así añicos el compromiso de su matrimonio con Urías. Recordamos que para intentar cubrir su pecado, David manipuló la estrategia de una batalla para que Urías muriera, y después de su muerte David tomó a Betsabé como su esposa … la ¡número ocho!

La familia de Betsabé

Por lo tanto, con toda honestidad confesamos que el nombre “Betsabé” no nos provoca los mejores sentimientos. Y, realmente, con razón. Su marido (Urías) fue contado como uno de los treinta y siete valientes que habían sido fieles a David durante muchos años, arriesgando constantemente su vida por el rey (2 S. 23:39). El padre de Betsabé también fue nombrado entre aquellos treinta y siete hombres por haber pasado años al lado del rey, siendo fiel en cada momento. Además, Ahitofel, el brillante estratega de David, su consejero militar, era el abuelo de Betsabé (2 S. 23:34). Por lo tanto, la acción de David y de esta mujer fue una traición a toda la familia. ¡Despreciable! ¡Rechazable! Y ¡deplorable!

Sin duda, el más culpable de los dos fue el rey David, pero miremos un poco más:

Betsabé como madre

La visita (y la parábola contada) del profeta Natán, revela que para Dios todo el episodio fue tremendamente “desagradable ante los ojos del Eterno” (2 S. 11:27), y que llevó a David (y seguramente a Betsabé – lo veremos más tarde) al sincero arrepentimiento (descrito en el Salmo 51). Pero, aunque Dios perdonó el pecado, ellos tuvieron que vivir con las consecuencias que, en el caso de David, fueron muchas (“la espada nunca se apartó de su casa”, etc. -2 S. 12:10).

Fruto del adulterio, nació “un niño” (no se nos da su nombre). Ese niño enfermó. David (y podemos suponer que también Betsabé) se entregarían a la oración y al ayuno pidiendo por la vida de su hijo, pero después de 7 días, murió (2 S. 12:18).  El dolor, para cualquier madre, al ver la muerte de un hijo, tiene que ser “insoportable” y todavía más acentuado si, como en este caso, ella podía ser consciente de ser parte de la causa.

David, ya más sensible al dolor de los demás, intentó consolar a su esposa (2 S. 12:24), y Dios les concedió el regalo de un nuevo embarazo. Este segundo hijo llevaría el nombre de Salomón y, en otra visita, el profeta Natán declararía que sería amado por Dios (2 S. 12:24-25); y, efectivamente, llegó a ser el heredero del trono y un antecesor humano de nuestro Salvador (Mt. 1:6). 

Pero, ¿qué implica todo esto? Principalmente para nuestra protagonista, Betsabé. Propongo varias cosas:

Dios la había perdonado

Podría haber no quedado en estado una segunda vez. ¿No? De hecho, tuvo varios hijos más. Esto, en la mente hebrea, significaba que el Señor era bondadoso con ellos al poder tener más hijos. Por lo tanto, si Dios les había perdonado, ¿no debemos hacer nosotros lo mismo? Esto no significa que el pecado no tuviera importancia, ¡todo lo contrario! Pero a pesar de la enorme desobediencia a Dios y la traición a toda su familia, ¡¡Dios les perdonó!!  Dios borra el pecado y lo echa “en lo profundo del mar”. ¡Perdona y olvida! (Miqueas 7:19).¿No hace Dios lo mismo con nosotras?

Dios la había restaurado

Recordemos que ella es mencionada en la genealogía de Jesucristo (Mateo 1:6). Este hecho nos lleva a creer que Dios restauró su dignidad de ser madre. Nunca se olvidó la forma en que había entrado en la casa real (por adulterio), pero tampoco se olvidó que Dios la aceptó y la restauró.

Lo mismo ocurre con nosotras, ¿no? Somos pecadoras que hemos sido también perdonadas e incorporadas en Su familia – como todos los demás creyentes.

Dios utiliza los instrumentos menos esperados para realizar Sus propósitos

Para realizar la obra de la Redención, la Segunda Persona de la Santa Trinidad desciende a este mundo, incorporando en sí mismo la naturaleza humana, como un descendiente de Betsabé (y David). ¿Podría tener ella un honor más alto, a pesar de todo?

Y en Su infinita gracia, Dios ¿no nos colma a nosotras, también, de honor al ser perdonadas e incorporadas en Su familia?

Años más tarde, Betsabé se mostró como una madre con visión clara y firme, cuando peligró la seguridad del reino y el futuro de la dinastía de David (1Reyes 1:15-21), y más tarde fue incluso bondadosa (aunque también un tanto imprudente) con otros miembros de la familia (1 Reyes 2:18-20).

Podemos terminar diciendo que, en un sentido, Betsabé no fue madre solamente en Israel, sino que fue también “madre de Israel”, porque gracias a ella (y al profeta Natán) se salvó el futuro del reino del que vendría Jesús, el Mesías. ¿Has perdonado tú a Betsabé? (*).

¿Qué te parece?

(*) La idea de la orientación del tercer párrafo de este artículo (y de esta frase concreta) la he extraído de una de las Meditaciones Diarias de Margarita Burt, que te recomiendo leer en su página: Devocionales Margarita Burt.

Ester Martínez Vera