LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

El fruto del Espíritu en el matrimonio: GOZO

Print Friendly, PDF & Email

Seamos creativas y deliberadas en nuestro afán por mantener y acrecentar el gozo en nuestra relación matrimonial

En el artículo anterior comenzamos esta nueva serie sobre el fruto del Espíritu y la aplicación de cada una de sus cualidades a nuestra relación matrimonial. En Gálatas 5:22,23,25 se nos dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley (…) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Como dijimos anteriormente, cada característica aquí nombrada es un reflejo del carácter de Cristo, a quien debemos imitar. Se nos pide que andemos en este modo de vivir a través del Espíritu Santo que mora en nosotros, algo que decididamente no es fácil, porque implica un rendimiento diario y constante de nuestro viejo ser y nuestra vieja manera de actuar. En este artículo tomaremos la segunda de estas cualidades: el gozo.

La primera indicación que debemos hacer antes de comenzar es: no confundir gozo con felicidad, hay una gran diferencia entre los dos.  Felicidad es nuestra respuesta, nuestra reacción a aquello grato en nuestras circunstancias o aquello que nos acontece; mientras que gozo es nuestra actitud, es apreciar lo bueno y las bendiciones de Dios, a pesar de nuestras circunstancias (Juan 15:11; 2 Cor.12:10; 13:11). Si el gozo es intencional, ¿cómo podemos llenar nuestra relación matrimonial de gozo aun en épocas difíciles?

En primer lugar, debemos identificar aquello que puede estar robándonos el gozo, y luego veremos los antídotos o hábitos intencionales que necesitamos emprender para mejorar estas áreas:

  • Resentimiento – Un cónyuge que guarda rencores manteniendo un récord de cada “infracción” para volver a recordarlo una y otra vez cuando sea útil para lograr cierto objetivo, no ha aprendido a perdonar; o juntos no han tomado el tiempo necesario para abordar y resolver conflictos. Esto llena la mente y no permite que el gozo pueda penetrar y elevar nuestra manera de pensar. Está abatiendo el trabajo del Espíritu Santo.
  • Alejamiento – Es decir, la falta de comunicación, el dar por sentado la presencia del otro sin buscar su aporte o compartir lo acontecido durante el día, nuestras frustraciones, nuestros anhelos… esperando que el otro lea nuestra mente. E incluso manteniendo secretos el uno del otro.
  • Brusquedad – La familiaridad, a veces, nos hace menos corteses y apreciativos el uno del otro. En vez de buscar lo mejor, asumimos lo peor. “Gracias”, “por favor”, “de nada”, “perdón”, “lo siento”, “no hay de qué”, “disculpa”… son términos que posiblemente estemos enseñando e inculcando en nuestros niños, pero que usamos poco en el hogar, especialmente entre esposo y esposa.
  • Demasiado ocupado – El centrar nuestras vidas alrededor de nuestros hijos, nuestro trabajo, aun nuestra iglesia y nuestros ministerios, puede no solo llenar demasiado nuestro día y quitarnos el tiempo para buscar y disfrutar la compañía el uno del otro, también puede dejarnos tan agotadas que no tenemos energía para intentarlo.
  • Desconexión espiritual – ¿Hemos dejado de orar con nuestro esposo o aun orar por él? Si Dios espera que como pareja “seamos uno”, entrelazados con Él, ¿cómo podremos hacerlo si nuestra vida espiritual es tan personal e individual? O aún peor, si apenas tenemos tiempo de dedicarle al Señor leyendo Su Palabra y poniendo todo en oración; si sabemos que el gozo proviene de Él, ¿cómo fluirá en nosotras si no nos acercamos a la fuente?

 Veamos ahora los antídotos necesarios a estos problemas, para poder, así, ir llenando nuestra vida matrimonial de gozo:

  • Resolver conflictos en forma rápida y concluyente – Esto es algo que hemos mencionado una y otra vez en artículos anteriores, pero no podemos sino recalcar su importancia. La comunicación es la clave, y debe ser un diálogo en que las dos partes expresan sus sentimientos, sus preocupaciones y sus expectativas. Debemos usar preguntas directas para entender la perspectiva del otro y, sin apurar, pausadamente, buscar soluciones al problema. Si hay que pedir disculpas, cada uno debe tomar responsabilidad por su parte en el conflicto, y pedir perdón. Una vez perdonado, dejemos que eso nos libere de rencor, y prosigamos a poner en marcha las soluciones que juntos acordamos.
  • Conectarnos emocionalmente – Dicen que los ojos son la puerta a nuestras emociones, a nuestro corazón, y es verdad. Muchas veces podemos detectar en una mirada profunda, si nuestro esposo o esposa ha tenido un buen día, si hay una nube de desánimo, si hay confianza o incertidumbre. Es por eso que es muy importante que cuando nos veamos después de un día de trabajo, nos conectemos en esos primeros veinte minutos con un pequeño beso o abrazo, y con una mirada profunda … Toma solo unos diez segundos, nada catastrófico pasará en nuestro hogar durante esos diez segundos en que dejamos de mirar a nuestro alrededor para conectarnos emocionalmente con nuestro cónyuge. Sabiendo lo que esa mirada nos dice, podremos buscar un momento más tranquilo, con más tiempo, para charlar o hacer esas primeras preguntas, una vez que estemos a solas. Ser emocionalmente vulnerables no es fácil; compartir lo que sentimos implica no tener temor de que el otro nos lastimará, sino que nos escuchará, tendrá compasión y tratará de comprender aquello que nos preocupa. Compartir de esta manera renueva nuestra cercanía hacia el otro y nos llena de gozo.
  • Apreciar y usar cortesía – Seamos prontos para buscar lo positivo en vez de lo negativo. Busquemos aquello que podemos estimar y expresémoslo, que sea una búsqueda diaria. El apreciar al otro con un cumplido al día va a ser un hábito que nos hará valorarle y amarle cada vez más. Usar siempre palabras de cortesía el uno hacia el otro, aunque nos parezca raro al principio si no lo hemos estado haciendo; hagámoslo un hábito diario y pronto nos saldrá naturalmente.  
  • Intencionalmente apartar tiempo para pasar juntos – Aprendamos a decir “no” cuando tenemos ya mucho en nuestro itinerario diario y se nos pide algo más. Apartemos tiempo intencionalmente para pasar juntos, para celebrar aun pequeños acontecimientos; para divertirnos y charlar a fondo.
  • Compartir y alentarnos espiritualmente – Muchas veces nuestros horarios no nos permiten tener devocionales juntos, pero siempre hay tiempo para orar juntos, especialmente en la noche, o aun una pequeña oración al despedirnos cada día. Cuando estamos juntos compartamos aquello que el Señor nos ha mostrado a través del versículo del día o nuestra lectura devocional. El orar juntos por la noche es una forma también de abrir nuestro corazón frente al otro, ya que estamos compartiendo con Dios nuestros anhelos, temores, además de aquello por lo que estamos agradecidos. Esto nos une aún más el uno al otro, y nos enlaza juntos con Aquel que nos escucha, nos ayuda y nos conoce profundamente. Necesitamos Su guía y Su presencia en nuestras vidas para que Él nos llene de ese gozo verdadero (Salmos 16:11).

Por supuesto, no hemos abarcado todas las áreas en que podemos implementar hábitos para cultivar gozo en nuestro matrimonio. Como en todo jardín, cada una sabemos las malas hierbas que debemos arrancar y el trabajo de arado que debemos continuar haciendo para que no vuelvan a crecer o nuevas tomen su lugar. Seamos creativas y deliberadas en nuestro afán de mantener y acrecentar el gozo en nuestra relación matrimonial.

G. Elisabeth Morris de Bryant