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El fruto del Espíritu en el matrimonio: Benignidad y bondad

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Un corazón lleno de bondad y nuestro compromiso a ejercer la correspondiente benignidad, celebran y demuestran nuestro amor hacia nuestro cónyuge

Seguimos en nuestra serie sobre el fruto del Espíritu y la aplicación de cada una de sus cualidades a nuestra relación matrimonial; Gálatas 5:22,23,25: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley (…) Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Como dijimos anteriormente, aunque estamos tomando estas cualidades por separado, sabemos que no se dan en aislamiento; están íntimamente relacionadas y trabajar en una mejorará otras. Cada característica, además, es un reflejo del carácter de Cristo, a quien debemos imitar.

En este artículo vamos a tomar las cualidades quinta y sexta juntas: benignidad y bondad; no porque sean iguales, sino porque están intrínsecamente relacionadas. Algunos han llamado a estas cualidades “gemelas” ya que suelen darse una con la otra. Según el diccionario, la benignidad es la cualidad de ser benévolo o piadoso, que se inclina a acciones de amor y compasión. O sea, realizar cosas que benefician a otros, servir voluntariamente y buscar de hacer el bien a otro. La bondad es la fuente de esa benignidad, es la actitud del corazón hacia lo bueno, es la motivación que lleva a la demostración en la acción de benignidad. Puede haber bondad sin benignidad cuando tenemos la buena intención, pero no la volcamos en acción; como también puede haber acciones generosas o caritativas sin la cualidad de amor que brota de la bondad, o sea, buscar servir a otros para beneficio personal o por alarde propio, deseando mostrarse superior. Pero, para tener la benignidad y bondad que Jesús demostró con su vida, debemos cultivar esa bondad pura del corazón y expresarla con la acción de benignidad que es compasiva y beneficia a otros.

¿Cómo podemos cultivar y aplicar estas dos cualidades a nuestra relación matrimonial? Por supuesto, sabemos que no es fácil sin la ayuda del Espíritu Santo.

Como la motivación radica en la bondad de un corazón dispuesto y abierto a recibir e imitar aquel amor de 1 Corintios 13, comenzaremos con ella, para luego ver su aplicación en acciones de benignidad.

Durante la crianza de nuestros niños estamos ansiosas por que aprendan a hacer lo bueno, no solo hacia los demás, fuera del hogar, sino en especial con su hermano o hermana, para que se lleven bien, puedan jugar juntos y no agobiarnos con sus peleas continuas. Queremos que lleguen a amar lo bueno y a rechazar lo malo. Buscamos lograrlo con reglas, disciplina y enseñanza, esperando que lo hagan voluntariamente y por amor al prójimo. Pero, ¿qué mejor forma de enseñarles que con nuestro propio ejemplo?… respetándonos y mostrándonos amor entre esposo y esposa. Dios es quien puede producir en nosotras esa motivación para ser buenas, y para demostrar esa bondad, comenzando por:

  • Someter en oración todo aquello que pueda impedirnos el querer demostrar esa bondad hacia nuestro cónyuge. Rencores, aquello que nos irrita, nuestro propio egoísmo o aun nuestra apatía… (Is. 1:16,17; Col. 3:12,13).
  • Estudiar la Palabra de Dios para aprender de Aquel que es bueno constantemente hacia nosotras, e imitar Su bondad (Jr. 29:11). Y también para llenar nuestra mente de todo aquello que nos ayude a elegir lo mejor emocional y mentalmente: “…todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre … en esto pensad…” (Fil. 4:8,9).
  • Ejercer gratitud, buscando en el otro todas aquellas virtudes por las que podemos estar agradecidas; apreciar todo aquello que él hace por la familia y por nosotras, y prepararnos a perdonar y ser perdonadas por aquello que ha obstaculizado nuestro amor imparcial del uno hacia el otro.

Mientras aprendemos a valorar y dejar que Dios nos llene internamente de esa bondad, podemos buscar oportunidades de desplegar esa benignidad que reforzará nuestro vínculo matrimonial. La benignidad hacia nuestro cónyuge puede incluir:

  • Que sólo emane la verdad de nuestra boca, nuestras acciones y nuestras intenciones. Evitar la tentación de esconder, encubrir o contestar a medias, ya sea con respecto a gastos, acciones de nuestros hijos, acciones nuestras o aun nuestro estado emocional …
  • Estar dispuesta a reconocer aquello que pueda ser de ayuda o, simplemente, servirle con gusto, especialmente cuando sabemos que necesita esa forma de cuidado y cariño.
  • Si notamos que está preocupado o agobiado por problemas en el trabajo o su ministerio, o simplemente está muy cansado, busquemos formas de animarle verbalmente y hacerle sentir que tenemos plena confianza en que, con la ayuda de Dios, él podrá ser más que vencedor…
  • Separar tiempo para pasar con él sin los niños, para estar físicamente juntos, para estudiar la Biblia juntos, para orar y compartir lo que nos inquieta o nos ha sido de bien.
  • Saber callar cuando lo que queremos decir puede causar daño o comenzar una pelea. Dejar a un lado nuestra soberbia al pensar que tenemos la razón y optar, en vez, por ponernos en su lugar para entender bien la situación y evitar malos entendidos.
  • Actuar con benignidad implica que los actos de bondad que hacemos sean hechos con alegría y no quejándonos, o actuando molestas ante la inconveniencia de lo que tenemos que hacer por él.
  • Mostremos lealtad, nunca hablar mal de él a sus espaldas; que él sepa que puede depender de nosotras para defenderlo y destacar sus cualidades ante otros.
  • Buscar formas en que juntos podamos bendecir a otros, ya que esto nos ayudará también a sentir aún mayor gozo y conexión el uno con el otro.

Un corazón lleno de bondad y nuestro compromiso a ejercer la correspondiente benignidad, celebran y demuestran nuestro amor hacia nuestro cónyuge. Acciones que emanan de nuestro amor hacia el otro son la mejor forma de ejercer estas dos cualidades del fruto del Espíritu en nuestra vida y nuestro matrimonio.

G. Elisabeth Morris de Bryant