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Etapas en el matrimonio: La jubilación

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Una nueva etapa con un compañero de viaje al que debemos redescubrir, una relación que fortalecer y nuevas aventuras para conquistar juntos

Sé que si hablamos de etapas deberíamos de comenzar por la primera en vez de por la última, pero a pedido de una amiga que se encuentra en esta transición, vamos a ir en el orden inverso, comenzando por la última etapa en vez de por la primera.

Dos son las posibles expectativas que bailan en nuestra mente cuando pensamos en esta etapa de la vida: algunos nos imaginamos esta etapa en forma esperanzada, con muchas ilusiones y planes; sin estar atados a horarios, el panorama parece más amplio para viajar, dedicarles tiempo a los nietos o visitar familia, hacer nuevas actividades juntos o dedicarle tiempo a nuestra afición favorita. Otros, posiblemente un poco más realistas (o pesimistas), tienen miedo a abordar una etapa que puede ser financieramente difícil, o que posiblemente traiga más problemas de salud y movilidad, fruto de la edad o abusos físicos de épocas atrás.  Pero, probablemente, hay una mezcla de los dos: ilusión y ansiedad a la par.

Esta etapa trae consigo ajustes y cambios muy importantes en la persona que se jubila y su pareja. Aunque es una transición inevitable, no por ello es fácil. Probablemente nuestro último hijo ha volado del nido y ya nos encontramos nuevamente solos como pareja, afrontando esta etapa con aquel compañero cercano con quien comenzamos la aventura… o con un extraño al que ya no reconocemos por no haber invertido tiempo en mantener aquella llama y relación inicial, viva y ardiente. O, en muchos casos, en algún punto intermedio entre: el compañero romántico inseparable, y una persona semi conocida, casi extraña e ignorada, que está sentada allí en el hogar del lado opuesto al nuestro. Además, las rutinas a las que estábamos acostumbrados en las que uno (o los dos) pasaba largas horas fuera de la casa y la forma en que el tiempo hogareño era manejado y segmentado, ha dejado de funcionar, ya no es práctico o lógicamente posible y, naturalmente, necesita ser cambiado o ajustado. Tomaremos estos dos puntos por separado: en primer lugar, hablaremos de la situación relacional como pareja y cómo podemos mejorarla; y en segundo lugar veremos ideas prácticas para abordar los ajustes en horarios y actividades en la vida diaria.

Cualquiera sea la situación relacional con nuestro esposo, debemos de proponernos mejorarla. Algunas formas para ayudarnos a hacerlo son:

  • Seamos pacientes: Mientras tuvimos hijos, nuestro esposo pudo haber pescado algunos hábitos que, con el bullicio de los niños pasaron desapercibidos, y ahora simplemente nos mortifican. Tenemos planes para salir o necesitamos su ayuda y ese “sí, sí” que con nuestras otras responsabilidades no parecía tardar tanto en cumplirse, ahora parece una eternidad. Incluso algún hábito que tenía de recién casados, que en ese momento nos resultaba simpático, ahora puede molestarnos como inmaduro a estas alturas de la vida. Seamos pacientes, nosotras también hemos cambiado. Busquemos aquello que podemos alabar, sus fortalezas; démonos permiso para no ser perfectos, ninguno lo somos; seamos prontos para reír juntos a medida que crecemos en nuestro conocimiento el uno del otro.
  • Seamos positivas: No se ha venido abajo el mundo, ni nuestra vida ha perdido su propósito. Hagamos una lista de metas y de intereses que podemos compartir. Suavicemos nuestras diferencias comunicándonos en forma saludable, positiva en vez de negativa. Si hay cosas que hay que cambiar, comencemos con nosotras mismas, usando “yo” en vez de acusaciones que comienzan con “tú” (o “vos”). Prestemos atención a su punto de vista con oídos y corazón abierto, tratándole con respeto. Si hay algo difícil de resolver, busquemos hacer el ambiente en que lo compartiremos más placentero, saliendo a cenar o yendo de caminata, así podremos prestarnos atención y al mismo tiempo disfrutar de nuestra compañía mutua sin móvil o interrupciones. Propongámonos visualizar cómo nos gustaría ser dentro de unos años, cómo vemos nuestra relación futura y aquello que estaremos haciendo, y juntos descubrir cómo podemos encaminar nuestra relación a esas metas.
  • Seamos espiritualmente creativas: Aquella ansiedad o cierto miedo al futuro no debería afectarnos si lo ponemos en las manos de Dios. Oremos juntos por ello, especialmente cuando surjan problemas de salud o financieros que estén fuera de nuestro control; pero recordad que estos no le han tomado a Dios por sorpresa, estaban en Sus planes y Él nos acompañará. Leamos la Biblia y oremos juntos, ahondemos en pasajes que nos interesan y compartamos nuestras ideas: cómo lo entendemos y cómo nos es de ayuda. Reafirmemos aquello que creemos y tomemos en serio nuestra capacidad de intercesión por nuestros hijos, nietos, familiares, amigos … hay muchas cosas que nos preocupan, compartámoslo para orar por ello. Hay decisiones que aquellos que amamos toman o rumbos que sabemos que traerán problemas, pero están fuera de nuestro control; oremos por ello. Nuestra conexión con nuestros hijos en esta etapa es distinta, más a nivel de amistad; ofreceremos ayuda cuando la pidan, consejo u opinión cuando compartan algo con nosotros, y aun si pensamos que sabemos todo cuanto hay sobre cómo criar a sus hijos, dejaremos que ellos lo hagan a su manera y simplemente disfrutaremos del rol de abuelos. Al estar dispuestos a cuidar o entretener a nuestros nietos, podemos utilizar nuestro tiempo con ellos para guiarles al amor de Dios y enseñarles principios bíblicos que podemos incorporar a actividades diarias. Planeemos juntos, con nuestro esposo, cómo podemos hacerlo y ayudémosle a él a ser parte activa en ello.

Veamos ahora el segundo punto, abordando los ajustes diarios:

Muchas podemos recordar aquellos dibujos en la página cómica del diario o revista en los que los personajes eran hombres jubilados sentados en la banca de una plaza hablando de sus esposas y cómo necesitaban salir de la casa para que ellas pudieran limpiar o para tener un respiro de sus regaños. Sus comentarios que hacían a uno reír, a veces eran un poco exagerados o caricaturescos, pero uno podía ver cierta realidad en ellos. Es por ello que, para no echar a nuestro marido de la casa, debemos:

  • Ser flexibles: Cambiemos las viejas rutinas y roles. Si él trabajaba en el jardín solo porque nosotras no teníamos tiempo, hagámoslo juntos.  Alentémosle a que nos ayude en la cocina, hagamos recetas nuevas juntos en las que nos puede ayudar a agregar especias que él prefiere o ayudar cortando las verduras o comandando la sartén. Incluso, uno lava y el otro seca los platos. Podemos hacer las compras en el supermercado juntos, ya que la lista es menor y no tenemos que pasar tanto tiempo allí. Tenemos más libertad para salir, hagamos algún plan o rutina nueva para ciertos horarios del día o seamos impulsivos y hagamos algo totalmente distinto, algo nuevo.
  • Aceptar las diferencias: Aunque juntos y solos, no toda actividad necesita ser compartida. Sabemos bien que cada uno tiene algunas aficiones o hobbies que al otro no le interesan o no le gustan. Permitámonos apartar tiempo para pasar en ello, o tiempo con nuestras amigas; tiempo para él con sus amigos (aun en la banca de la plaza …), participando de algún deporte o ministerio que cada uno está más capacitado para hacer, con amistades de su propio sexo. Mantener las líneas de comunicación siempre abiertas y ser honestos con lo que nos gusta o no nos gusta y lo que preferiríamos hacer, es muy importante para no encontrarnos frustrados y resintiendo el tiempo juntos. Tratemos de buscar un buen equilibrio entre cuánto tiempo pasamos juntos o separados, pero siempre sabiendo bien los planes de cada uno.
  • Para el creyente, la jubilación abre puertas a nuevos ministerios, reenfocando el uso de nuestro tiempo: Con menos responsabilidades, busquemos enfocar nuestras energías o tiempo libre en nuevos ministerios, ayudar a otros, desarrollar nuevos dones o desplegar nuestra creatividad en áreas nuevas. Si hemos perdido contacto con familiares, busquemos volver a establecer una relación allí. Seamos hospitalarias, ya sea invitando a amistades a nuestro hogar para un almuerzo o cena, o a alguna familia nueva, o al predicador invitado a hablar en la iglesia o a la familia misionera que queremos conocer más. Busquemos formas de servir juntos en la iglesia o en nuestra comunidad. Estemos prontas a participar en aquello en lo que él ya ha estado involucrado, y busquemos formas de ser de ayuda. Oremos con corazones abiertos para que Dios nos dé una nueva visión para estos años futuros, y estemos dispuestos a seguir Su dirección.

Esta es una nueva etapa que no hemos navegado antes, pero tenemos un compañero de viaje al que debemos redescubrir, una relación que debemos seguir fortaleciendo y nuevas aventuras para conquistar juntos.

G. Elisabeth Morris de Bryant