LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Para tí, amiga: Aguas refrescantes

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Acercarnos a la fuente inagotable de vida que es el Señor Jesús, nos calmará la sed y nos dará descanso

En el hemisferio sur, el pasado verano ha sido sofocante. Las altas temperaturas se han mantenido casi a lo largo de toda la estación. Con mi familia, y gracias a nuestro buen Dios, pudimos disfrutar de unos días de vacaciones en hermosos lugares de nuestro país, Argentina, donde el protagonismo, sin duda, lo tenían los ríos de aguas transparentes y refrescantes. Introducirse en uno de esos ríos en un día caluroso no tiene comparación. Es una experiencia muy gratificante y recomendable. Así que, querida amiga, cuando tengas la posibilidad de estar cerca de un río o de un arroyo, ¡disfrútalo! y al mismo tiempo te propongo que lo observes con detenimiento.

El correr de las aguas cristalinas, incesante, sin detenimiento, nos hace pensar en el transcurrir de nuestra vida. Sí, amiga, la vida no se detiene, es un continuo transcurrir. Todos los días nos aventuramos a lo que traerá ese día, y la Palabra de Dios nos dice: “Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas” (Mateo 6:34 NVI).

Si seguimos observando, veremos a través de las cristalinas aguas que, debajo de ellas, hay muchas piedras de distintos tamaños y muy difíciles de mover. Y ¿quién de nosotras podrá decir que a lo largo de nuestra vida no nos hemos encontrado con piedras en el camino? Sí, de todo tipo y tamaño, que nos han obligado a detener la marcha, que nos han hecho caer o, más aún, que nos han lastimado. Y ni hablar de cuando el río comienza a revolucionarse y ese tranquilo cauce de agua termina en una terrible crecida que puede llegar a poner en riesgo nuestra vida; si no tomamos los recaudos necesarios para ponernos a salvo. Sin embargo, cuando la tormenta pasa, nuevamente podemos disfrutar de esas tranquilas aguas. “En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará” (Salmos 23:2).

El agua es vida, y de la misma manera que en un día agobiante de calor tomar un vaso de agua fresca o zambullirnos en un refrescante arroyo nos satisface, también en nuestro diario vivir, cuando estamos atravesando dificultades, pruebas o situaciones complicadas, acercarnos a la fuente inagotable de vida que es el Señor Jesús, nos calmará la sed y nos dará descanso.

Hay un pasaje en las Escrituras que dice: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38).

Dios compara la necesidad del ser humano con la sed; cuando uno tiene sed, todo el cuerpo lo siente. La sed nos agobia de manera tal, que lo único que puede saciarla es el beber agua. Esto que todas en alguna ocasión de alguna manera hemos experimentado, es lo que el Señor utiliza para que comprendamos cuál es la verdadera necesidad del alma.

Amiga querida, tú puedes calmar esa sed interior, bebiendo del agua de vida, creyendo en el Señor Jesús como Salvador. Jesús dijo: el que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. ¡Qué maravillosa declaración!  ¡Cree en el Señor Jesús, entrégale tu vida, y disfruta de ahora en más del agua viva!

Miriam M. Córdoba de Urquiza