¡¡Cuidado con los sistemas de pensamiento que desestabilizan los valores que le dan sentido a la existencia!!
Si eres joven, estás atravesando una etapa de la vida caracterizada por la toma de decisiones, esas que son tan importantes para tu vida presente y futura. Puedes estar decidiendo un trabajo, o una profesión; quizás un noviazgo, o probablemente, si eres casada, proyectando la llegada de un hijo.
Tantos anhelos legítimos. Tantos proyectos que uno desea que sean cumplidos. Qué importante que, frente a cada uno de ellos, busques la guía y orientación del Señor, a fin de no equivocarte y no tener que lamentarte mañana de decisiones tomadas sin consultarle a Él.
Pero no sólo debes resolver situaciones personales referidas a tu vida, sino que estás expuesta a la presión de la sociedad que, con sus mensajes, ya sean explícitos o implícitos, trata de moldear tu conducta dirigiéndola hacia los fines que se propone. No hace falta ser experto en el tema para saber que estamos frente a una cultura de moral devaluada, de principios muy alejados de la ética y dignidad correspondientes al ser humano.
Es en el mundo de las ideas y su reflejo en el comportamiento, que se realiza el mayor de los ataques. Se exalta el sentimiento por encima del pensamiento. El axioma de Descartes “pienso luego existo”, ha sido reemplazado por “siento, luego existo”.
Los valores tradicionales fueron sustituidos por nuevos paradigmas. Las notas distintivas del medio social en que vivimos (no importa el país en que se viva porque se trata de un mal universal), son la ausencia de reglas, la búsqueda febril del placer: “haz lo que te gusta, no mires los resultados, haz todo lo que te haga feliz”. Toda observación que se haga sobre este tipo de conductas, es interpretada como discriminación de las personas. Sin embargo, no hay que confundir discriminar personas (lo cual no debe hacerse porque todo ser humano merece un trato digno), con discriminar o diferenciar conductas, ya sean buenas y positivas o malas y perjudiciales. Un escritor español, Antonio Cruz, expresa: “En nuestros días, el pensamiento se ahoga en el mar de la banalización social”.
El relativismo moral caló profundo en nuestra sociedad, de tal modo que no hay nada bueno o malo, todo es relativo, y según el cristal con que se mire. Nos trae a la memoria el pasaje del Antiguo Testamento: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz… !” (Is. 5:20).
La ideología de la sociedad influye en la manera de pensar de los individuos. En nuestro caso, como cristianas, choca con nuestro deseo de cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. Son sistemas de pensamiento que desestabilizan los valores que le dan sentido a la existencia. Veamos algunas de esas formas de pensamiento:
El aborto. En muchos países está legalizada la práctica del aborto, y justificada, sobre todo en la adolescencia, por el alto número de embarazos no deseados y la manifestación cada vez mayor de enfermedades de transmisión sexual (dos hechos que se pueden prevenir, por ejemplo, guardando la castidad, no haciendo uso del sexo libre, evitando las conductas promiscuas).
No se puede pretender evitar un mal realizando un mal mayor. El mensaje que emiten, sobre todo las feministas de género, es: “con nuestro cuerpo hacemos lo que queremos”, “nos asiste el derecho, somos dueñas de nuestro cuerpo”. ¡Qué paradoja! Se mira el derecho de la madre y se ignora el derecho del niño por nacer. El principal de los derechos es el derecho a la vida. No hay mayor violación del derecho que decidir a quién le corresponde vivir y a quién no.
La despenalización de la droga. Varios son los países que la despenalizan en el uso personal. Argumentan que el adicto no es un delincuente y, por lo tanto, no le corresponde la pena. Sí, estamos de acuerdo.Pero despenalizarlo, y paralelamente no brindarle toda la ayuda que necesita para su recuperación, es exponerlo a un grave peligro para su vida y para la de los que lo rodean.
La libertad sexual. Hoy se entroniza al sexo. Pero es un sexo devaluado, sacado de contexto, donde el otro es usado para el propio placer, y el amor es el gran ausente.
Se confunde sexualidad con genitalidad. Y hay diferencia entre ellas. En toda nuestra conducta nos manifestamos como seres sexuados, ya que actuamos como hombres o mujeres. El comportamiento a nivel genital es una parte de la sexualidad, por eso decimos que la sexualidad trasciende a la genitalidad.
En nuestros días, muchos interpretan que educar para la sexualidad a adolescentes y jóvenes es instruirlos en cuanto a los métodos anticonceptivos, no teniendo en cuenta que hay que educarlos para una sexualidad cimentada en valores.
No podemos ignorar que las armas que utiliza el enemigo, atacan a la pureza del joven o del adolescente. Cada vez vemos más vidas, aun de cristianos, que se destruyen por el uso indebido del sexo. Embarazos no deseados, abortos que dejan huellas psíquicas imborrables, serias dificultades en las relaciones interpersonales… Un autor cristiano, Neil Anderson, expresa: “Satanás todavía está en el negocio de vender sus perversiones acerca del diseño de Dios para el sexo y el matrimonio”.
La homosexualidad considerada como una alternativa de vida equiparada a la heterosexualidad. La mayoría de los investigadores sobre el tema la consideran un trastorno que se adquiere en el desarrollo psicosexual. Darle categoría de matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo, es desvirtuar el verdadero sentido del término. Se está distorsionando el concepto legal y lingüístico de la palabra. La etimología del vocablo “matrimonio” es mater: matriz o útero, haciendo alusión a la procreación, que es la consecuencia de la unión de un hombre y una mujer.
Las leyes universales, y las constituciones de la mayoría de los países, consideran al matrimonio sólo como la unión de marido y mujer. El activismo gay intenta permanentemente, en cualquier lugar del mundo, modificar leyes a fin de adaptarlas a sus intereses.
La Palabra de Dios, querida, nos insta a la pureza y a la santificación. “Consérvate puro” fue la indicación del apóstol al joven Timoteo. El Señor dijo: “Sed santos porque yo soy santo”. La palabra santo es asociada a algo inalcanzable, se le adjudica a personas que son un dechado de virtudes, no es atractiva para los jóvenes. Sin embargo, “santo” significa separado, diferenciado, “no os conforméis (no toméis la forma) a este mundo”. No debemos identificarnos con el pensamiento de nuestra sociedad en cuanto a los valores que prioriza y que son contrarios a la ley divina.
Gracias damos al Padre que nos hizo aptas para participar de la herencia de los santos en luz y que nos ha librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo (Col. 1:3).
Recuerda, querida joven, que si quieres llevar una vida que honre el Nombre del Señor, tienes que buscar las fuerzas en Él, quien te sostendrá con su diestra, pudiendo exclamar: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Que puedas ser luz y sal, las cuales iluminen y preserven tu vida y la de los que te rodean.
“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”
(Ro. 12:21).