LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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El poder que cambia el corazón

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Solo existe un poder que cambia las vidas: el Espíritu Santo

Muchos fueron los encuentros de Jesús con personas necesitadas de toda índole. Muchos fueron sanados, pero no todos fueron salvos. Leyendo los evangelios, encontramos multitud de personas que seguían a Jesús con diferentes motivaciones. Jesús las conocía porque veía sus corazones, nada estaba oculto ante la mirada de Jesús. Incluso podía conocer quién tocaba su manto estando rodeado y oprimido por la multitud. Era capaz de percibir quien venía a Él con fe.

Lucas (7:36-50), nos describe un conmovedor encuentro de Jesús con una mujer pecadora, prostituta, de la que no se menciona su nombre. El día y el momento que esta mujer escogió para acercarse a Jesús, no fue una ocasión fácil. Esta mujer se armó de valor porque grande era su necesidad; la búsqueda de perdón era tan apremiante que nada podría ser mayor que su anhelo de llegar hasta Jesús. Lo hizo rompiendo barreras, pues sabía que los obstáculos había que superarlos.

La escena se desarrolla en medio de una comida. El anfitrión era uno de los fariseos llamado Simón; este invitó a Jesús a comer. Sin lugar a duda, su intención era tender una trampa a Jesús o encontrar alguna razón para acusarlo (6:7). Quizás estaba impresionado por su enseñanza moral y pensaba que podría ser profeta, pero también estaba desconcertado por la clase de personas con las que se relacionaba Jesús. A estas comidas solía invitarse a un público selecto de espectadores, pero nadie se habría imaginado o esperado que una prostituta asistiera. Ella fue muy valiente para llegar a Jesús, lo cual nos muestra con cuánta desesperación buscaba el perdón de Dios. Llorando, se arrojó a los pies de Él, de manera que se los bañaba en lágrimas; llorando expresaba su arrepentimiento profundo. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con un costoso perfume.

Era un escándalo que una mujer de tan mala reputación entrara a la casa de un fariseo. Ellos no mostraban más que desprecio hacia los pecadores, y esta mujer estaba recibiendo una atención especial; Cristo no hizo nada por impedirle lo que hacía. Simón estaba convencido de que Jesús, si fuera profeta, conocería qué clase de mujer era la que le tocaba, y de inmediato le ordenaría que se fuera, considerando que sería una fuente de contaminación ritual. Pero Jesús conocía los pensamientos de Simón… en vez de rechazar a la mujer, le dio la oportunidad de humillarse delante de quien era puro, de usar un perfume tan caro para adorar al hombre perfecto que, además, era Dios.

Jesús respondió a Simón, sabiendo lo que este fariseo estaba pensando, con una parábola, demostrándole así que Él sin duda era un profeta verdadero. La parábola ilustraba un perdón que era incondicional y cuyo resultado fue el amor.

Esta mujer que había estado tan perdida viviendo en inmoralidad y que se lamentaba por sus pecados, ahora se siente perdonada. Ya no importaba lo que pensaran los demás. Ella amaba al Señor y se humillaba ante Él. Sus acciones estaban motivadas por el amor, lo que Jesús reconoció. Su fe fue el instrumento que le hizo recibir el perdón; el amor fue la consecuencia. La mujer, cuyo nombre no sabemos, encontró el perdón a los pies de Aquel que se entregaría por sus pecados, por los de muchos que habrían de creer en Él. Se había vuelto de su manera de vivir, de su fuente de ingresos, donde seguramente estaría su seguridad.

¿Qué poder misterioso, qué fuerza incomprensible haría que esta mujer inmoral llegase hasta la casa de un acusador y se arrodillara en arrepentimiento y contrición ante un Hombre llamado Jesús? Solo existe un poder que cambia las vidas: el Espíritu Santo. Trabajó tan fuertemente en su corazón, que con valentía pudo dejar a un lado la presión arrogante de los que la odiaban y menospreciaban. Así es la obra del Espíritu Santo en las vidas de quienes se arrepienten de sus pecados. Es tan grande el valor del perdón recibido, de la misericordia y bondad, que el corazón cae rendido en adoración a los pies del Maestro. El Señor dará un corazón limpio, una vida nueva y una nueva relación con Él; este es el gran tesoro, la perla encontrada.

Cuando a un deudor se le ha perdonado una deuda tan importante, sentirá una gratitud y un amor inmenso hacia el acreedor que le haya perdonado. Todas las que hemos creído habíamos acumulado una deuda inmensa… y hemos sido perdonadas. La vida ya no tiene otro significado y objetivo que vivir en adoración, porque la adoración es resultado del amor. El Espíritu Santo quiere iluminar la vida de aquellos corazones para que puedan admirar la belleza de Cristo; a medida que su obra se vaya realizando, el amor y el conocimiento crecerán. El apóstol Pablo dijo que: consideraba todo lo que tenía como pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo tengo por basura, a fin de ganar a Cristo (Filipenses 3:8). El Espíritu Santo nos ha sido dado para guiarnos en nuestro peregrinaje; porque el Señor no nos ha dejado huérfanos, sino que va transformándonos según la imagen de su Hijo. Él ha prometido ayudarnos en las tentaciones y en las pruebas. (1ª Corintios 10:13,14). Ello nos consuela y nos recuerda su fidelidad, porque está comprometido con los suyos. El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:32). Este es el maravilloso amor del Salvador, que nunca defrauda. Gloria sea a Él.                                              

Chelo Villar Castro