LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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¿Tentación o estilo de vida?

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La falta de conocimiento bíblico es el detonante de la derrota…

La complejidad de la biología humana, así como la de todo el universo natural, nos revela la existencia de un Creador.

Del mismo modo, la complejidad y riqueza de nuestro intelecto, manifiesto en lo intrincado de nuestros pensamientos, comportamientos, reacciones… revela que el hombre es una máquina de precisión, inteligente y libre pensadora; una imagen, aunque mero reflejo, del Dios que lo diseñó y lo formó.

La Biblia, el mayor compendio de sabiduría habido y por haber, nos hace comprender a través de narraciones que en principio son sencillas, toda esta complejidad del ser humano. Y una de estas narraciones, uno de estos brotes de sabiduría que la Biblia nos regala, se encuentra en dos de los evangelios, en el de Mateo y en el de Lucas; se trata del pasaje que habla de las tentaciones de Jesús en el desierto al comienzo de su ministerio. En el evangelio de Marcos también se menciona este episodio, pero no se abunda en él. Nosotros vamos a seguir el relato de Lucas 4.

Lo que parecería ser un simple relato de algo que ciertamente sucedió y que nos puso y pone de manifiesto la naturaleza humana pero a la vez sin pecado de nuestro Señor Jesucristo, es mucho más que eso; es un mapa de nuestro corazón, de nuestros deseos y tendencias. Un mapa que nos ayuda a navegar por el río que es nuestra existencia en este mundo.

En el pasaje se nos proporcionan varios datos significativos:

  • Jesús estaba lleno del Espíritu Santo, y fue conducido por él al desierto.
  • Su estancia allí fue prolongada.
  • Aparece allí su enemigo, el diablo.
  • Jesús se encontraba en un momento de debilidad física, después de 40 días sin comer.

¿No es este un retrato de muchos momentos en la vida del creyente? Tras darnos cuenta de nuestra posición de enemistad con Dios, nos acercamos a Él, nos arrepentimos y le pedimos perdón, aceptando la justificación que en Cristo se nos ofrece. Es entonces cuando somos llenos del Espíritu Santo, y, como a Jesús, este nos lleva a donde debemos estar… que muchas veces es un desierto, un lugar donde no nos es fácil sobrevivir. Y una vez allí, por largo tiempo, debemos luchar con debilidades de la carne, con enfermedades, con deseos de ser y poseer más, y con nuestra terrible tendencia a exigir de Dios, a faltarle al respeto… Preguntémonos y sinceramente contestémonos: ¿Hemos salido vencedoras en estas luchas?

Cuando veo nuestros comportamientos, los nuestros, los de los que decimos seguir a Cristo, me pregunto si hemos podido superar lo que nuestro Señor superó. Y me impactó el análisis de cada una de las tres tentaciones relatadas, porque de no ser superadas, nos conducen irremisiblemente a tres estilos de vida o tres tendencias de comportamiento que nos alejan del propósito de Dios para nuestras vidas y, por lo tanto, de la felicidad. Consideremos cada una de ellas, centrándonos en las palabras de Cristo, es decir, en la solución. Porque Jesús venció a Satanás con la Palabra de Dios, y sólo así podremos nosotros vencerlo también. Si el propio Señor Jesús utilizó la Palabra de Dios revelada, ¿cómo pretendemos nosotros, meros mortales, defendernos de la tentación sin contar con ella? La falta de conocimiento bíblico es el detonante de la derrota.

Mis necesidades. La primera tentación tiene que ver con nuestra naturaleza física. Porque claramente tenemos necesidades: de alimento, de casa, de salud, de contacto humano… Y nuestro Dios lo sabe, y por eso nos deja en su Palabra textos como: “Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia…” (Mt. 6:32-34), o el que cita nuestro Señor: “Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó…” (Dt. 8:3). Son los que no creen los que buscan y se afanan por estas cosas, y hemos de tener cuidado para que el lógico deseo de cubrir estas necesidades no se convierta en la tiranía del trabajo, que no deja tiempo para nada más; o en una excesiva preocupación por nuestra salud, que nos lleva a centrarnos en nosotros mismos; o en una ansiedad insana por tener compañía a cualquier precio. No caigamos, pues, en la tentación de un estilo de vida dominado por mis ingresos, por mis dolencias o por mis relaciones… en vez de darle el dominio y la honra a nuestro Señor.

La respuesta de Jesús, que le da la victoria sobre la tentación y que nos pone en el camino para un estilo de vida que le honre a Él es: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (v.4). “Buscar el reino de Dios” comienza por aferrarnos a su Palabra, a la lectura y meditación de la misma.

La vanidad del mundo. Esta segunda tentación apela a nuestro ego, por supuesto. Se centra en la necesidad humana de estar por encima, de ejercer dominio sobre nosotros mismos y sobre los demás. Se trata del síndrome de Diótrefes, de ejercer CONTROL. Por eso, la respuesta de Jesús corta de raíz las aspiraciones de Satanás: “Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (v.8). Porque si en nuestra vida Dios ocupa la posición que le corresponde, en su trono sobre nosotros y lo nuestro, nos convertimos en servidores, y el problema del control deja de serlo. Ya no pretendemos ser quien controla nuestra propia vida, porque sabemos que hay alguien que lo hace por nosotros y mucho mejor de lo que nunca podríamos hacerlo nosotros mismos. Sólo nos resta obedecer…

Si entendemos esto, evitaremos estilos de vida controladores, llenos de ansiedad, preocupación, culpa o excesiva responsabilidad. Estilos de vida que se centran en nosotros y lo que hacemos, en vez de mirar a Cristo y lo que Él hizo.

Mi superioridad espiritual. La última tentación es quizás la más peligrosa, por su alcance y sutileza. Porque se trata de tentar a Dios, es decir, probarle, lo que conlleva que nos ponemos a su altura. Y por eso, Jesús, en su respuesta simplemente dice: “No tentarás al Señor tu Dios” (v.12). Cuando tentamos a Dios, estamos dejando de hacer nuestra parte y retando a Dios para que haga lo que nosotros pensamos es la suya, utilizando nuestro torpe conocimiento de Él para exigirle. Tentar a Dios es tantearle, jugar con Él haciéndonos los “listillos”, intentando manipular sus palabras en beneficio propio. En suma, una falta de respeto.

Además, la creencia de superioridad espiritual que denota esta actitud, se extiende a los que te rodean, y llegamos a pensar que la verdad reside en mí y mi conocimiento de Dios o las Escrituras, lo cual causa tremendos problemas y divisiones entre los hermanos.

¿Qué tentación nos puede? ¿A qué estilo de vida hemos sucumbido?

Que sea nuestra búsqueda de Dios y su reino desde nuestra posición de siervos lo que marque nuestros derroteros, siempre aferrados a la verdad de Dios expuesta en su Palabra.

Débora Fernández de Byle