LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Para las jóvenes: Responsables

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La responsabilidad es un valor que está en la conciencia de la persona

Hola, ¿cómo estás? ¡Espero que muy bien!
Te relato situaciones y vemos juntas de qué se trata:
1) La semana que viene tienes un examen. ¡Pensaste en estudiar! Pasó la semana, llegó el día… y la noche anterior con tazas de café, aspirina y desesperación lees TODO lo que no leíste antes.

2) ¡Hola! ¿Llevas los manteles y actividades para el encuentro de hoy, tal como quedamos?
– Uh, se me complica, ¡no voy!

3) Mañana cierra la fecha tope para la entrega del trabajo, ¿está listo?
– Sí, ¡ya lo envié!

¿De qué hablamos? Distintas situaciones, en donde aparecen necesidades, personas que piden, personas que «tienen» o «deben» responder a ese pedido.
Personas que cumplen en tiempo y forma… personas que dilatan hasta el último momento.
Personas que «responden»… personas que «postergan”.
¿Por qué cuesta tanto dar respuesta? ¿Por qué cuesta tanto confiar?

Se me vino a la cabeza la palabra Responsable/Responsabilidad. Te la planteo a ti que eres joven, porque aún estás a tiempo; porque la responsabilidad también se aprende.
Vas creciendo, observando a quienes te rodean… Se te pide colaboración en tu hogar, con tus amigos, en tus grupos, y te vas desempeñando de manera o no responsable. Y ahora, joven, eres el resultado de esta forma de actuar; pero ¡tranquila, se puede modificar, aprender y madurar!

¿Qué es ser responsable?
La palabra responsable viene del latín «responsum«, del verbo responder; por eso decimos que ser responsable es la capacidad de responder, de dar respuestas, de que se pueda «contar contigo». “Pídele, pregúntale a esa chica, que es responsable ¿Lo escuchaste alguna vez?
También, se habla de ser responsable al «asumir» las consecuencias de los actos. “Hazte cargo, eres responsable”; en la sociedad en que vivimos, donde de todo lo que pasa se culpa a otros, al estado, a nuestra historia, a lo que nos hacen…, «hacerse cargo» es un bien invaluable.
La responsabilidad es un valor que está en la conciencia de la persona, que le permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias en el plano moral, social, laboral, cultural, espiritual… y aquí me quiero detener: El Espíritu Santo puede ser un buen aliado (si lo dejamos) para ayudarnos a mejorar nuestra responsabilidad, ya que  Dios mismo produce en nosotras el querer como el hacer por su buena voluntad; además, puede darte sabiduría (Santiago 1) para organizar tus tiempo y prioridades, para «responder» en tiempo y forma.

Me llamó la atención, cuando leía acerca de este tema, que se  mencionan dos requisitos para ser responsable:
Libertad: Decía un filósofo, “estoy condenado a ser libre”. Parece una paradoja, pero se explica: ya que para elegir tienes que ser libre, para decidir también; ¡esto implica tener en cuenta los resultados y consecuencias de esas elecciones!
Ley: Existen normas para juzgar los actos; en nuestro caso, como hijas de Dios, también rigen las normas bíblicas, leyes que «regulan» el comportamiento.

¿Con qué normas o leyes nos manejamos? ¿A quién damos cuenta? ¿Quiénes nos importan?
A veces solo asociamos el ser responsable con:

-Lo negativo: «Déjame en paz, no lo quiero hacer».

-Los errores, castigos: «Si no cumples, no sales, no vas, no te compro…».

-La sumisión: «Siempre me mandan, tengo que hacer todo lo que me dicen».

 -La falta de diversión: «Todos en el campamento y yo estudiando».

Ser responsable conlleva un costo, hay que perder para ganar, hay que invertir para luego disfrutar de aquello que «responsablemente» elegimos.
Frente a Dios también tenemos responsabilidades. Él es infinitamente amor, ¡y lo disfrutamos! pero también es justo, y no puede ser burlado, por eso nos pide que andemos con una vida digna de acuerdo al llamado de Dios que recibimos (Efesios 4: 1).

¡La responsabilidad, en peligro!
¿Quiénes la atacan? ¿Qué nos pasa para que no podamos responder?

Hay una palabra que está de moda hace algún tiempo: Procrastinación. Se trata de un término que define la actitud de «postergar o dejar para mañana». ¿Te suena? ¿Te identificas?
Procrastinar es evitar, postergar conscientemente (te das cuenta que lo estás haciendo) aquello que se percibe como desagradable o incómodo, que causa malestar… Me imagino que se te vienen a la cabeza decenas de situaciones en las que “procrastinas”, ¡a mí también me pasa!
Se habla de dos categorías en las cuales se suele postergar:
-Funciones de mantención: limpiar la casa, pagar impuestos, abandonar detalles, e incluso el propio cuidado del cuerpo; en suma, vivir desorganizadamente.
-Funciones de autodesarrollo: no se resuelven problemas personales (dejar de fumar, exceso de peso, cortar relaciones tóxicas, impedir abusos por parte de otros), no dedicarse a actividades recreativas (jugar, parque, cine, vida social), no se aprovechan posibilidades de mejoras (laborales, cursos de perfeccionamiento), etc.
¡La mayoría de las veces se posterga por miedo! Y lo peor es que se sustituye por otras actividades que parecen más placenteras. ¡Sí, así como lees! Te pierdes un montón de oportunidades por no arriesgar; por pensar que estás cómoda con algo relativamente «bueno», ¡te pierdes lo mejor! ¡Anímate, lánzate, permítetelo… te lo mereces! Somos hijas del Rey, nada menos. Enfócate en lo que puedes llegar a lograr, que está preparado para ti, y ¡sal de la comodidad! Cuesta, y mucho, pero luego se disfruta y mucho, también.


¿Cómo hacemos?
Para estas ocasiones sirve jerarquizar; tienes una lista de actividades, pues bien, piensa qué es urgente, necesario, importante… y qué se puede dejar. Enfócate en lo urgente y ¡¡empieza!! (algo siempre es mejor que nada); el asunto es arrancar, y lo demás fluye.
Mi mamá insistía con esta frase: “Haz por obligación lo que es un deber… y luego lo terminarás haciendo por placer” aplicable en ciertos ámbitos, pero certero.

También te puede servir “no creértela». A veces nos confiamos, pensamos que lo hacemos de taquito, que en muy poco tiempo lo resolveremos… pero encontramos limitaciones, imprevistos que atentan con nuestra capacidad para responder.

No puedo dejar de mencionar la parábola de los talentos, en donde por miedo, por desconocimiento, no pudieron “dar respuesta y ser responsables» con lo que se les había encomendado. Solo uno respondió, multiplicó y fue bendecido, porque si somos responsables en lo “poquito», Dios, que es amoroso, nos ayuda, ordena, multiplica… y nos pone “en mucho”.

Dios nos ayude a ser responsables, a dar respuestas, a que se pueda “contar” con nosotras; para el buen testimonio de su Nombre.

Miriam Bisio