LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Grandes historias de liberación

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¿Cuál es el milagro de Dios en mi vida?

¿Te gustan las grandes historias? A mí me encantan. Cuando se trata de ficción, qué placer me supone leer una historia completa, sin cabos sueltos, bien documentada, bien ambientada. No debe ser nada fácil, no, pero para mí es muy estimulante sumergirme en un gran relato. Cuando se trata de historias reales, ¿no es emocionante ser testigo (aunque sea a páginas de distancia) de acontecimientos épicos y sorprendentes? A mí me emociona profundamente.

Y hablando de épicas historias reales, ¿hay alguna más épica y emocionante que la liberación del pueblo de Israel de Egipto? Si lo piensas bien, es una historia espectacular. Nada más y nada menos que la liberación de una nación de esclavos que vivía bajo el yugo de una de las sociedades más poderosas de su época. Una liberación que ningún contemporáneo hubiera creído posible, si se lo hubieran contado; y, sin embargo, ocurrió. Un evento lleno de señales milagrosas y acontecimientos sobrenaturales ejecutados con poder absoluto desde el trono del Soberano Rey del cielo y de la tierra. Sin embargo, al asomarnos a este relato corremos el peligro de perdernos la esencia de lo que realmente ocurrió. Es verdad que el agua se convirtió en sangre, que aparecieron ranas por todos los rincones, que el polvo de aquella tierra se convirtió en piojos, que inmensos enjambres de insectos inundaron las casas y los campos del país; es verdad que la enfermedad mató el ganado de los egipcios, que la piel de hombres y animales se cubrió de úlceras, que cayó una granizada tan impresionante que saltaban chispas, que un viento trajo tal cantidad de langostas que arrasaron las cosechas por completo; es cierto que por tres días hubo espeluznantes y densas tinieblas sobre el país; es verdad que, para terminar, murieron todos los primogénitos de aquellas casas que no se acogieron a la salvación que Dios ofreció; todo eso es la verdad, que nos cuenta la Biblia. Pero todo esto no es lo más importante; lo más importante es la impresionante e impredecible liberación de Su pueblo, que Dios ejecutó cuando llegó el momento adecuado. Una liberación que Dios mismo resume en siete fases: “Por tanto, di a los hijos de Israel: «Yo soy el Señor, y os sacaré de debajo de las cargas de los egipcios, y os libraré de su esclavitud, y os redimiré con brazo extendido y con juicios grandes. Y os tomaré por pueblo mío y yo seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios, que os sacó de debajo de las cargas de los egipcios. Y os traeré a la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y os la daré por heredad. Yo soy el Señor» (Éxodo 6:6-8).

  • “Os sacaré de debajo de la carga” – Israel vivía literalmente bajo una pesada carga que los egipcios habían puesto sobre sus hombros. La liberación de Dios incluía aliviar ese peso de encima de Su pueblo.
  • “Os libraré de la esclavitud” – Es importante no librarse sólo del peso, sino también de la condición de esclavos. La liberación de Dios incluía convertir a una nación de esclavos en una nación de hombres y mujeres libres.
  • “Os redimiré con brazo extendido y juicios grandes” – A través de sus actos portentosos y sus juicios sobre Egipto, Dios les liberaría del dominio de la nación opresora. La liberación de Dios incluía una poderosa intervención suya para romper el dominio egipcio.
  • “Os tomaré por pueblo mío” – Una vez convertidos en una nación de hombres libres, Dios les toma como Su pueblo escogido. La liberación de Dios incluía volver a dar a Israel su sentido de pertenencia, su sentido de Pueblo de Dios.
  • “Seré vuestro Dios” – Además de hacerles Su pueblo, Él será su Dios, su Protector, Su Guía, su Buen Pastor, su Proveedor… La liberación de Dios incluía ser para ellos su Dios.
  • “Os traeré a la tierra que prometí” – Dios les llevará a través de un gran desierto, les guiará hasta colocarles donde prometió que les colocaría, en la tierra que juró dar a Abraham. La liberación de Dios incluye no dejarles dando vueltas por el desierto, sino llevarles a su destino.
  • “Os daré la tierra por heredad” – No sólo les llevaría a la tierra que había prometido a Abraham, también se la daría. La liberación de Dios incluye la posesión de una heredad, de la Tierra Prometida.

En este resumen del mismo Dios no hay muchas referencias a Sus intervenciones milagrosas. Sospecho que para Dios lo realmente milagroso es hacer de un miserable pueblo de esclavos, una nación libre, con un Dios, un destino y una tierra en posesión; ese es el gran milagro. Una historia épica donde las haya, ¿verdad?

Pero, ¿qué me dices de tu historia personal como hija de Dios? ¿Cuál es el milagro de Dios en mi vida? Dejemos de buscar grandes intervenciones sobrenaturales (aunque las haya y las disfrutemos) e impresionémonos una vez más ante la épica intervención de Dios en cada una de nuestras vidas:

Mi Dios me ha redimido, me ha comprado, con la mayor obra de poder que jamás haya tenido lugar en la historia de la humanidad: La muerte y la resurrección de Jesucristo. Me ha sacado de debajo del asfixiante peso del espantoso pecado, de debajo del aplastante peso de mi culpa por mi pecado, y me ha convertido en una mujer libre de la esclavitud y de las espantosas garras de Satanás. ¡¡¡SOY LIBRE!!! Pero eso no es todo, Dios me ha traído a Su pueblo, me ha hecho parte de Su familia, soy Su hija, la niña de Sus ojos, es mi Padre amoroso que cuida de mí cada segundo de este peregrinaje mío por la vida. Cada día, mi Padre Bueno está cumpliendo en mí Sus promesas, no falta ni una de ellas, y un día, cada vez más cercano, me regalará ese maravilloso lugar en el que viviré para siempre a Su lado y que será mío porque Él ha decidido que así sea. ¿No es impresionante?

Es necesario, es vital, que repasemos una y otra vez lo que Dios ha hecho con nosotras, que nos emocionemos y volvamos una y otra vez a llenarnos de gozo y esperanza ante Su intervención poderosa en nuestras vidas. Una y otra vez, una y otra vez, para que no nos ocurra como al pueblo de Israel, quienes “a causa del desaliento y la dura servidumbre” (Éxodo 6:9) dejaron de escuchar estas esperanzadoras palabras que Dios tenía para ellos. Que el desaliento y la dureza de la vida diaria no te impidan ver el esplendor de la obra de Dios en tu vida. Disfruta cada día de lo que eres: Una mujer libre, hija de Dios, parte de Su pueblo, con un propósito maravilloso en esta vida y un futuro eterno espectacular. ¿Es o no épica esta historia?

Trini Bernal