Cuando el Señor venga y pase lista, ¿también estará allí tu nombre?
¡Qué lindas son las sorpresas, ¿verdad?! Aunque no siempre todos las viven de igual manera; a veces, el impacto es tan grande que puede causar el efecto contrario.
Unos días atrás nos visitó una prima después de vivir veintitrés años en el exterior. Llegó a la Argentina sin previo aviso… sólo una amiga sabía de su llegada y porque era la encargada de ir a buscarla al aeropuerto.
Imagínate, querida amiga, la sorpresa para toda la familia al verla después de tanto tiempo. ¡Cuántas emociones mezcladas! en especial de mis tíos. Indescriptible el momento del reencuentro.
Sin duda, amiga, que todas guardamos anhelos en nuestro corazón. Esperar, desear, anhelar algo con intensidad… son como motores para la vida en cualquier ámbito: el trabajo, el estudio, las relaciones humanas y filiales, el servicio a Dios, etc. Y si, además, ese anhelo involucra a una persona amada, esposo/a, hijo/a, hermano/a, madre, padre… mucho más aún.
El Señor, en el libro de S. Juan 14:1 al 3, les refiere a sus discípulos esta hermosa promesa: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”.
En este párrafo hay una frase que cada vez que la leo me emociona: “Vendré otra vez”. Fiel es el que lo prometió. El Señor vendrá a por sus redimidos; será un momento único que nuestra mente finita no puede casi imaginar. Ver cara a cara a quien “quiso nuestras almas redimir”.
Los ángeles también hicieron esta afirmación a los discípulos, que miraban desaparecer ante sus ojos al Señor:
“Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).
Muchas personas piensan que la promesa de su regreso no es real, sin embargo, nosotras sabemos que si Jesús retrasa su venida es porque Él le está dando a la humanidad el mayor tiempo posible para que se arrepienta y le siga de todo corazón. El Señor desea que la mayor cantidad de personas se arrepientan y regresen al cielo con Él. En 2 Pedro 3:8-9 dice: “Pero, queridos hermanos, no olviden esto, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.
El reencuentro con el Señor pondrá fin a la muerte, el llanto y el dolor; Tal cual lo dice la Biblia en Apocalipsis 21:3-4. Jesús viene pronto, querida amiga, todas las señales de la Biblia se están cumpliendo. Sólo basta con mirar los noticieros o leer los portales informativos; nos damos cuenta de que su venida es inminente: violencia extrema entre las personas por guerras, por dominios en lo económico, aun en lo científico. Ni hablar del dolor que nos causa la violencia en el interior de una familia, entre cónyuges, entre padres e hijos, entre hermanos, etc. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día. Por eso, dejemos a un lado las obras de la oscuridad y pongámonos la armadura de la luz. Hoy es el momento preciso para que te sumes a los del libro de la vida, y que cuando el Señor venga y pase lista, también allí esté tu nombre. Amén.