LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Plantas de la Biblia: Solitaria flor de Azafrán

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Nuestra fuente vital, como el azafrán, contiene toda suerte de aromas y sabores, nuevos y viejos, sólo guardados para nuestro Amado

¡Cuánta belleza literaria en esta serie de poemas que integran el Cantar de los Cantares como una hermosa metáfora del amor de Cristo por su Iglesia! Siglos pasaron sobre ella; los mismos en tiempo y forma sobre el bulbo escamoso del azafrán amarillo, subterráneo y solitario, que duerme todos los inviernos desarrollando sus substancias aromáticas y nutritivas.

Mas llega el momento de salir a la luz: primero sus yemas, en condiciones externas favorables; luego sus hojas, que se desarrollan merced a las substancias almacenadas en el bulbo; hasta llegar a la base de su delicada flor, formada por un largo tubo “encerrado” …

¡Toda ella es un “huerto cerrado”! y esparce su perfume sólo en la noche, a la hora de las estrellas, inundando la cámara destinada a su señor; “…hermana mía, esposa mía; Fuente cerrada, fuente sellada (…) Nardo y azafrán (…) Fuente de huertos…” (Cantares 4:12,14 y 15).

Queda expresada la idea del secreto.

Caminé por una fuente en el Oriente, guardada dentro del desierto sirio en TUDMOR (Palmira o Palmera) y en el dialecto de la arena “Kafka”; sólo podía llegar a ella con el que conocía su secreta entrada. Esa no era la fuente común de la que podía beber cualquiera que pasara por allí, sino era una fuente guardada, separada de las otras, reservada sólo para su dueño.

La poesía surge de las sombras como el perfume. De ella, “la sulamita”, emanaba el penetrante aroma azafranado, llevando a pedir Salomón, el rey, al Austro y al Aquilón, fuertes vientos de montaña, que soplaran esparciendo tanta dulzura.

Nuestro corazón, como una fuente, desearía vivir -al ser escogido por Dios- “separado”, como expresa Su mandato de siglos; porque tenemos una vida que otros no tienen. Nuestra fuente vital, como el azafrán, contiene toda suerte de aromas y sabores, nuevos y viejos, sólo guardados para nuestro Amado. Allí está nuestro primer amor, un perfume especial en el que Dios se goza; pero mostrémoslo cuando Él está con nosotros, y no sólo ante la mirada de los hombres.

Que nuestra fuente lleve un sello único, pues el que nos la dio murió por ella y de “eternidad a eternidad” emanará de esa fuente, pero sólo si en Él, “vida en abundancia”.

Mª Cristina Jamarlli