LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Print Friendly, PDF & Email

¡¡Anímate y escribe tu propio salmo!!

¡Me gustan las buenas noticias! Me encanta darlas y me encanta recibirlas, las buenas historias, esas de victoria, de alegría, de las que acaban bien. Compartir esas historias es bueno tanto para el que las cuenta como para el que las oye, consiguen cambiarnos de humor, nos pueden ayudar a ver la vida de otra forma, incluso podemos aprender y crecer a través de ellas. Sin embargo, me parece que demasiadas veces nos las guardamos; tengo la sensación de que compartimos con mucha más facilidad lo malo, la dificultad, que la bendición.

Cada Salmo de la Biblia es una de esas oportunidades en las que sus autores nos abren su intimidad para contarnos. A veces son historias de luchas, otras de reposo; a veces nos cuentan alegrías, y otras, penas; pero nos enseñan de forma muy práctica la importancia de compartir con otros lo que pasa en nuestras vidas, porque es enriquecedor.

El Salmo 34 es una de estas oportunidades. David, su autor, está exultante y escribe con transparencia cómo se siente. Te sugiero que pares la lectura de este artículo aquí y leas el Salmo 34, sólo son 22 versículos… ¡ánimo!

¿Lo has leído ya? Es emocionante, ¿verdad? Se ve a un David pletórico y es muy interesante observar de dónde procede esta alabanza. Tenemos, para ello, que trasladarnos a 1 de Samuel 20 y 21. En el capítulo 20 David tiene que huir definitivamente de la corte del rey Saúl para salvar su vida, tiene que despedirse de su vida anterior y también de su mejor amigo: Jonatán. La cosa se pone aún más difícil para él, y tiene que pedir al sacerdote Ahimelec que le dé pan consagrado y la espada de Goliat, porque había salido con lo puesto. Después de esto corre a esconderse a la ciudad de Gat, donde es señalado como enemigo ante el rey Aquis; frente a ese nuevo peligro de muerte David se hace el loco, sí, literalmente se hace el loco, con lo que consigue que lo dejen en paz y se va a refugiar a la conocida cueva de Adulam. Y allí se le juntan unos cuatrocientos hombres descontentos, endeudados; un grupo muy particular, ¿verdad?

Tengo la impresión de que es también para esos hombres, insatisfechos con la sociedad de su tiempo y marginados, para quienes David escribe este Salmo lleno de victoria y alegrías. David relata, con la destreza verbal que le caracteriza, su experiencia personal con su Dios. Les cuenta que ha experimentado en primera persona la liberación de Dios (4, 6, 17, 19), la iluminación y la guía de Dios (5), la protección y el rescate de Dios (7, 18, 20), la provisión de Dios (9, 10), la escucha de Dios (6, 15), la cercanía de Dios (18). Experiencias todas ellas que llevan a David a decir: “Bendeciré al Señor en todo tiempo, continuamente estará su alabanza en mi boca. En el Señor se gloriará mi alma, lo oirán los humildes y se regocijarán. Engrandeced al Señor conmigo, y exaltemos a una su nombre” (1-3). Esos cuatrocientos hombres necesitaban escuchar algo así, necesitaban dejar su marginalidad e insatisfacción para empezar a convertirse en el ejército del más magnífico rey que tuvo Israel, y las buenas historias de David harían un buen trabajo en ese sentido.

Tú y yo también tenemos buenas historias que contar, estoy segura; también podemos compartir con otros cómo Dios nos ha librado, nos ha guiado, nos ha protegido y rescatado, ha provisto lo necesario, nos escucha, está cerca de nosotros… ¿A que sí? ¿A que puedes contar estas historias? ¡Pues hazlo! ¡Todos necesitamos oírlas!

Muchas veces digo a mis amigas con historias emocionantes: ¡Escríbelo! ¡Que no se te olvide lo que te está pasando! No olvidemos la intervención de Dios en nuestras vidas y no privemos a otros de conocer esas experiencias para que se eleven alabanzas asombradas ante la magnífica obra que Dios puede y quiere hacer en la vida de cualquiera de nosotros.

¿Qué está pasando en tu vida? ¡¡No te calles!! ¡¡Cuéntalo!! ¡¡Escríbelo!! A mí me encantará escucharte, te lo aseguro. Necesito escuchar historias así. ¡¡Anímate y escribe tu propio salmo!!

Trini Bernal