LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Para tí, amiga: Pobreza espiritual

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Considera tu condición ante Dios y, al entender tu pobreza espiritual, corre hacia Él en fe y arrepentimiento

Últimamente, en reiteradas oportunidades he escuchado hablar acerca de la pobreza en los noticieros, en los portales de internet, en las campañas políticas, en los programas de televisión, etc. Es un tema sensible porque toca a las personas en la insatisfacción de sus necesidades básicas (físicas y psicológicas); falta de recursos como la alimentación, la vivienda, la educación, la salud, el agua potable, la electricidad, etc. No hay duda de que carecer de estos recursos imposibilita disfrutar de una calidad de vida mínima y digna. Los países miden sus economías teniendo en cuenta este factor (la pobreza) en relación a su población total, y de acuerdo al porcentaje es como pueden determinar el estado real de sus políticas de gobierno.

La Biblia habla sobre la pobreza, e incluso encontramos muchos ejemplos de personas pobres. El Señor Jesús, cuando estuvo en la tierra, era seguido por personas pobres, necesitadas, enfermas, solas, etc. y encontraban en Él, misericordia, consuelo y aun provisión para sus carencias físicas. «Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados» (S. Lucas 6:20,21).

Si bien ser pobre es una condición triste y penosa para cualquier persona, hay otro tipo de pobreza que es más difícil de combatir; se trata de la pobreza espiritual.

Leyendo un devocional hace un tiempo, encontré que: “La pobreza espiritual es la ausencia de los bienes del espíritu y de los valores humanos. La sensibilidad no existe, los valores y las virtudes se han extinguido; no hay amor, ni esperanza, ni fe; no hay un horizonte, la vida no importa, la existencia es oscura, el hombre dice: Dios no existe”. ¿Sabes, amiga? No hay pobreza más grande que la de aquel a quien le falta Dios. La pobreza espiritual anuncia una bancarrota espiritual, al estar sin Dios.

El libro de Apocalipsis en su capítulo 3, se enfoca en los mensajes que Dios da a las siete iglesias en Asia, y en el versículo 17, en particular, Dios está hablando a la iglesia de Laodicea: “Tú dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad. Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo”.

Esta iglesia se había vuelto demasiado cómoda y confiada en sí misma, hasta el punto de creer que no necesitaba a Dios. En un mundo donde el éxito se mide por la cantidad de dinero que se tiene en el banco y la calidad de los bienes que poseemos, es fácil para nosotros caer en el mismo estado de autosuficiencia y arrogancia que la iglesia de Laodicea.  Es importante recordar que todo lo que tenemos es gracias a Dios y que nada de lo que poseemos realmente tiene algún valor eterno.

Este versículo es una llamada a la humildad y a reconocer que estamos necesitadas de Dios en todo momento.  

Querida amiga, quisiera que hoy sea un día en el que puedas considerar tu condición ante Dios, y al entender tu pobreza espiritual puedas correr a Él en fe y arrepentimiento, y pedirle, cual desamparado, que te otorgue el perdón de tus pecados y el don de la vida eterna. Y de ese modo, al buscar tú las riquezas celestiales, Dios se encargará de proveer para tus necesidades terrenales. Busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas (Mateo 6:33).

Miriam M. Córdoba de Urquiza