El ánimo es importantísimo a la hora de buscar nuestra motivación
Hola, ¿cómo están? Espero, de verdad, que ¡¡muy bien!!
Conversando, en estos tiempos extraños de incertidumbre y confusión, una de las preguntas más frecuentes que escucho y que también me hacen es: ¿Cómo éstas? ¿Cómo está tu ánimo? ¿Cómo te sentís?
Esta palabra “ánimo”, me quedó resonando en la cabeza.
Para definir el ánimo encontramos varias acepciones. Algunos dicen que es el corazón, el espíritu, la voluntad, el ser, la personalidad… Otros, sin embargo, afirman que es la capacidad de expresar emociones, afectos, y también la capacidad para comprender. También significa fuerza, energía para resolver o emprender algo.
Otros lo definen como aliento de vida, del latín “animus”, alma; o expresiones de la personalidad.
Solemos escuchar esa expresión de “¡Arriba el ánimo!” y, cuando esto sucede, se me vienen a la mente historias que pueden contener frases como: “Rechazaron mi tesis”; “No quedé seleccionada para el puesto”; “Mis papás se divorciaron”; “La persona que me atraía se puso de novio con otra”, etc. Y es entonces cuando me pregunto: ¿Cómo hacer para motivar, para aumentar el ánimo en todas estas distintas circunstancias?
Estudiamos la Biblia y vemos “Tips”, es decir, pistas o consejos que se nos recomiendan ¡para poder disfrutar de un mejor ánimo! Por esto, entre otras muchas cosas, me maravilla tanto la sabiduría que encontramos en la Palabra de Dios.
Ánimo es ParaKaleo (para= al lado / kaleo= llamar); “Llamar al lado” ¡para que estén junto a nosotros! Qué real; cuando no tenemos ánimo, la compañía, que alguien esté ahí, ayuda… ¡y mucho! El Señor mismo nos dice que tengamos ánimo: “Confiad, yo he vencido al mundo”; “Estoy con ustedes hasta el fin”.
El ánimo se modifica si alguien está a nuestro lado, para alentarnos, confortarnos, consolarnos, cuidarnos con ternura… como dice 1ª Tesalonicenses 5:11-14, las unas a las otras.
También se usa la expresión para “apurar, apremiar, motivar la urgencia de alguna situación”; también para ir delante. ¡Vamos, apuren! ¡Avancen! Indica interés. ¡Anímense! ¿Tú animas o necesitas que te animen? ¿De qué lado estás?
Se describe al ánimo como hálito de vida, ser, alma, mediante el cual se percibe, considera, siente, desea.
Se lo adjetiva: ¡Tiene buen ánimo!, es porque se lo asocia con el buen humor; y algo de verdad hay en esto. Proverbios 17:22 nos dice que el corazón alegre, animado, constituye buen remedio… Nos resulta mucho más fácil relacionarnos, comunicarnos con personas que están para arriba, que tienen buen espíritu.
También escuchamos: “Tiene doble ánimo… ayer me la crucé y estaba bien; ahora ni saluda, ¡dice que está muy mal! Para arriba, para abajo… por eso no llega a buen puerto; es inconstante, como dice en Santiago 1:8. Les cuesta mucho llegar a algún fin: empezó a estudiar y dejó; se comprometió y no lo realizó….
Nos recomienda la Biblia ser “del mismo ánimo” a todos los que trabajamos juntos, para soportar, alentar y llevar adelante al de poco ánimo, a aquel a quien le cuesta. ¡Qué complicado hacernos cargo de tener “buen ánimo” y, además, motivar a otros!
El ánimo es importantísimo a la hora de buscar nuestra motivación. Proverbios 18:14 lo expresa bien claro: ¿Quién puede soportar el ánimo caído? Es recomendable un “ánimo pronto”; es un ánimo para cuidar y celar.
¿No es curioso que en distintas situaciones se nos hable de “cobrar” ánimo? Nos hace pensar que tiene un costo, da la idea de un pago, ¡cuesta! Conlleva un valor, porque hay un trabajo detrás de una persona que logró un buen, estable y sostenido ánimo. ¡Trabajen para obtener un buen ánimo! Esa sería la idea, eso sería lo ideal.
El buen ánimo tiene como particularidad la constancia; no es un estado de euforia de un ratito y nada más, no es negar lo que está pasando, sino que es mantener un buen estado emocional (templanza), buen humor, equilibrio a pesar de… más allá de… en lo espiritual, en lo físico, en lo emocional, en lo social…
Muchas veces entendemos las ideas al considerar sus opuestos. Si no nos queda claro qué es el “ánimo”, simplemente pensemos en el des-ánimo/ sin ánimo. Ánimo dificultoso, discapacitado, que nos causa sensación de alma vacía, de tener separación con el objeto amado; sensación de que nos fallarán, de poco, sin ganas; falta de interés, de esperanza; abatimiento, sueño, apatía, fatiga; ataques de bronca, irritabilidad; necesidad de reconocimiento, de aprobación, sujetas al qué dirán; vacío, soledad, desconsuelo: ¿Para qué tanto esfuerzo? es la pregunta que se plantea nuestro interior.
Interpretamos erróneamente incluso hasta la Biblia; hay alteración de la autoestima, del apetito, y sufrimos de aislamiento social, un proceso de incomunicación sostenida.
¿Qué perdimos? ¿Qué nos desanima? ¡Esforcémonos para que el desánimo no sea un hábito en nuestras vidas!!
Motivos para perder el ánimo hay muchos, como por ejemplo cuando se nos dificulta el camino; pruebas, aflicciones; cuando se endurece la tarea que estamos realizando y no vemos resultados; cuando vemos que los “malos” que hacen las cosas mal, prosperan; cuando se demora lo que anhelamos… Podríamos seguir enumerando un sin fin de causas, sin embargo Dios nos propone que descansemos… y cobremos ánimo, ¡porque Su presencia está con nosotras y nos alienta, nos sostiene!
También hay quien define el desánimo con “D”: desmayo, desilusión, distracción, defraudación, devastación, desaliento, depresión, decepción… y el Salmo 27:13 nos da la receta para salir de este círculo vicioso: yo hubiera desmayado, me hubiera desalentado, me hubiera desanimado si no creyera que veré la bondad de Dios en la tierra de los vivientes, expresaba David.
De igual manera, la clave para estar animadas se define con “C”: creer, confiar. El desánimo nos nubla, el ánimo nos pone de pie. ¿A quién llamamos a nuestro lado? -parakaleo. Porque las personas fallan, los amigos fallan, la familia falla, los afectos fallan… pero Jesús NUNCA falla, y en esos momentos de ánimo bajo o de desánimo, lo que tenemos ¡única y grandiosamente es a Jesús! quien nos alienta, anima y conforta. ¡Anímate CON y EN Dios!
Mateo 14:22-33, relata uno de los pasajes más conocidos y clarificadores al respecto; Frente al cansancio, al miedo, a la desconfianza de sus discípulos, Jesús dice: ¡Tengan ánimo! Yo soy, Yo estoy aquí.
¡Qué paz tan profunda saber que podemos ir, llamar en nuestro desánimo a Jesús… y Él, es y está!