LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Rebeca, una madre trabajadora

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La provisión de Dios siempre satisface a Sus siervos

¿Qué piensas de Rebeca, la madre de Jacob? ¿Astuta, calculadora, tortuosa, engañosa, manipuladora? Me parece que muchas veces ¡Rebeca tiene mala prensa! Vamos a ver cómo la presenta el libro de Génesis. Pablo la menciona en su carta a los Romanos, pero las otras treinta veces su mención la encontramos en Génesis.

Rebeca: Miembro de una familia numerosa

La primera vez que encontramos su nombre es en Génesis 22:23. Vivía en Ur de los Caldeos, en Mesopotamia, bien lejos de la tierra de Israel. Parece que tenía muchos tíos, y otros familiares… Obviamente tuvo las ventajas (y trabajos) de compartir la niñez y adolescencia en el contexto de una familia extendida numerosa. Encontramos esta cita en Génesis, al final del capítulo, como “una nota al pie de página”. El Señor, en el último momento, salvó al joven Isaac (que sería el marido de Rebeca) y un cordero fue ofrecido como holocausto en su lugar.

Isaac tenía la promesa de Dios de llegar a ser “una gran nación” ¡aunque era hijo único! nacido en el contexto de una esterilidad total, mientras otros miembros de la familia de Abraham eran fecundos. Dios estaba mostrando que las limitaciones físicas de Sus siervos no son ningún problema para Él, ni para que Él cumpla Sus promesas.

Las promesas de Dios requieren una actividad fiel (1-9)

Rebeca: Mujer trabajadora

Doce veces, ahora, encontramos su nombre en el capítulo 24 de Génesis. Podéis recordar el relato: Abraham manda a su siervo a buscar esposa para Isaac con instrucciones muy claras: No debe ser mujer cananita (24:3) (encontramos la razón en Dt. 7:3-4) y bajo ninguna circunstancia debe llevarse a Isaac a Ur (24:6) (encontramos la razón en Gn. 12:2-3). ¡¡Un matrimonio equivocado hubiera podido destruir la fidelidad al pacto con Dios!! El apóstol Pablo nos volvería a explicar el principio válido para hoy: “Con tal que sea en el Señor” (1 Co. 7:39 ¡¡cómo tenemos que seguir orando por nuestros hijos/nietos en este particular!!).

Nos fijamos en el “test” que el siervo expuso delante del Señor: “Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham. He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua.  Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor” (Gn. 24:12-14).

Rebeca cumplió todos los requisitos a la perfección, los cuales implicaban una verdadera revelación de su carácter. ¿Por qué? ¿Podemos hacer unas matemáticas aproximadas? Un camello bebe 95 litros de agua, y según el v. 10, había 10 camellos; esto significa 950 litros de agua. Rebeca disponía de una jarra de 8 a 11 litros. Por lo tanto, habrá tenido que ir corriendo (24:20) de ida y vuelta del pozo al abrevadero ¡entre 90 y 120 veces! Fue muy generosa al dar su tiempo y esfuerzo.

La providencia de Dios mantiene los propósitos de Dios (10-61)

Rebeca: Mujer de fe

Labán (así como el hermano de Rebeca y la madre), al ver los regalos que el siervo le había entregado, muestra gran interés en invitarle a casa. Antes de comer, el siervo insistió en explicar cómo “Jehová, el Dios de mi señor Abraham” le había guiado. Y ahora espera la respuesta. Al oír el relato del siervo y la respuesta positiva de Rebeca, reconocen: “De Jehová ha salido esto…” (50).

Cuando el criado de Abraham oyó sus palabras, se inclinó en tierra ante Jehová y oró… Pero no podemos perder de vista un hecho importante. Estamos en tierra pagana. La gente en Mesopotamia era idólatra (Josué 24:14), y aquí tenemos al criado de Abraham públicamente adorando al Dios verdadero y reconociendo delante de los demás Su providencia.

El fiel testimonio de este hombre tuvo tanto impacto en el corazón de Rebeca que, cuando le consultaron si estaba dispuesta a ir con él “al otro lado del mundo”, contestó con un simple y rotundo: “Sí”. Y no fue un destello impulsivo e irreflexivo puesto que, a la mañana siguiente, contra las costumbres de la familia -que querían una elaborada despedida, de diez días de duración, volvió a afirmar su propósito de seguir adelante con su decisión.

Se inicia el viaje. Les habrá tomado casi un mes cubrir los 2.500 kms. ¿Le habrán asaltado dudas a Rebeca durante este largo viaje? Ella quizás podría haber ido preguntando a su acompañante para que le explicara cada día un poco más de cómo era Isaac, y seguramente esta información habrá fortalecido su fe; y menos mal que el Espíritu Santo también nos acompaña día tras día para ir fortaleciendo nuestra fe, explicándonos más y más de cómo es nuestro “Esposo Celestial”. Lo hace principalmente por medio de la Palabra, pero también por medio de una cadena de providencias por las que comprendemos lo bueno que es nuestro Señor Jesucristo.

Rebeca: una mujer realizada

Llegando cerca de la casa, leemos que Isaac había salido al campo “para meditar” (63) y, al saber quién era, Rebeca descendió de su camello para encontrarse con él. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió. Entonces el criado contó a Isaac todo lo que había hecho. Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre.

A lo largo de todo el capítulo Dios no ha hablado, pero estaba allí, silenciosamente dirigiendo todo. ¡¿No te anima este hecho?!

Vemos que la historia no es solo sobre el plan de Dios sino también sobre la necesidad humana. Isaac no fue un mero engranaje en el plan de Dios, sino una persona por quien Dios se preocupa. Dios se inclinó para llenar el vacío en la vida de Isaac. Dios es el Dios del gran plan para la humanidad, pero también de las necesidades individuales.

No fue un matrimonio perfecto (no los hay). Hubo cosas, no muy positivas, en las vidas de Isaac y Rebeca, que salen a flote a lo largo de los siguientes capítulos: favoritismo por uno de sus hijos, ambición personal, etc., pero a pesar de todo, hubo una fe en la palabra que Dios le había comunicado en cuanto al futuro de su hijo Jacob (Gn. 25:23). El problema vino cuando ella, tomando la iniciativa, quiso “ayudar a Dios” a cumplir Su palabra ¡¡en vez de dejar al Señor obrar!! No obstante, aprendemos que ¡Dios utiliza hasta nuestros errores para cumplir sus planes!

¿Qué te parece?

Ester Martínez Vera