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Música y letra: Grata certeza

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Ella trabajó incansablemente para el Reino de Dios, siempre agradecida a Él por el talento recibido

El título en inglés de este himno, “Blessed Assurance”, es conocido en castellano como “Grata Certeza”.

Su autora, Fanny Jane Crosby, le dio el título cuando escuchó a una amiga, Phoebe Palmer Knapp, tocar el acorde de una melodía que acababa de componer. Ésta le preguntó: ¿Qué te parece? Inmediatamente, Fanny respondió: “Blessed Assurance! Jesús is mine!”, “Bendita seguridad. Soy de Jesús”, y escribió el presente poema.

¿Pero quién fue Fanny J. Crosby? Curiosamente fue la primera mujer que habló en el Senado y en el Congreso de los Estados Unidos, a finales del siglo XIX; eso sí, recitando sus poemas, algo digno de recordar.

Pero eso no es tan importante. Ella fue una mujer que compuso más de 8000 poemas religiosos, la mayoría convertidos en himnos; también escribió más de 1000 poemas seculares. Ella fue, por tanto, la más prolífica autora de himnos, alcanzando una fama en los medios religiosos que ha llegado a nuestros días. Hoy se siguen cantando gran cantidad de sus composiciones. Ha sido y es considerada como la “Reina de las compositoras Góspel”.

Los temas de sus himnos son bastante variados, desde coros para niños, evangelio, vida cristiana, consagración, adoración, vida misionera o anhelos por la patria celestial.

Llevó una vida intensa, entregada a la enseñanza, la composición de poemas e himnos, la colaboración en las iglesias donde se reunía… Fue una mujer de mente brillante que conoció a personas muy importantes e impactó y sigue impactando a muchas otras.

Y lo anterior, que puede ser común a algunas personas, sin embargo, en ella era aún más asombroso: Fanny era ciega de nacimiento. Esto nos hace mirar con renovado interés cada poema religioso que escribió, y admirarnos de su piadoso carácter.

Nació en un pueblo de Nueva York en 1820 y a la edad de seis semanas sufrió una afección en los ojos. Un médico le recetó cataplasmas calientes de mostaza que dañaron irreversiblemente sus nervios ópticos, y jamás pudo recuperar la vista. Otra tragedia se cernió sobre la vida de esta pequeña, ya que su padre murió cuando ella tenía seis meses, por lo que Fanny creció cuidada por su madre y por su abuela, pero sin la presencia protectora de su padre.

Es asombroso, sin embargo, considerar que, pese a esos hándicaps, la pequeña y débil ciega llegara a alcanzar el desarrollo intelectual y la importancia en el trabajo que tuvo durante su vida, especialmente en el siglo que le tocó vivir. Y es que Dios escribe recto en los renglones torcidos de la vida.

Ya con ocho años escribió unos versos que son las primicias de lo que luego serían sus siguientes poemas de alabanza y contentamiento. Dice así:

De bendiciones gozo yo,
que anhelan otros ver.
¿Llorar, gemir, pues ciega soy?
No puedo, ni lo haré.

Proseguimos. Un gran problema para cualquier ciego de esa época es que no había escuelas especializadas. Fanny, con una inteligencia despierta e inquisitiva, deseaba estudiar. Ella desarrolló una memoria prodigiosa y fue aprendiendo libros enteros de la Biblia: los Evangelios, el Pentateuco, el libro de Proverbios, Cantares, muchos salmos…  Una de sus historiadoras señaló que sólo debido a su incapacidad, la señora Crosby pudo desarrollar esa estupenda memoria y llegar a conocer a gente muy importante. Nos recuerda el versículo a veces difícil de explicar: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

Oh, qué alma tan feliz yo soy
 aunque no pueda ver,
Decidida estoy que, aquí, yo
contenta estaré.

A los quince años pudo entrar en la Escuela para ciegos que se había abierto en Nueva York, debiendo separarse de su familia. Estuvo allí estudiando ocho años, y otros dos como profesora. Allí desarrolló su afición por los poemas, teniendo una extraordinaria facilidad para la rima, ya que hacía poemas con cualquier tema y ocasión, muchos dedicados a sus compañeros o a eventos especiales. También recibió clases de música, siguiendo con los estudios de órgano y piano comenzados unos años antes.

Fue en esa escuela donde conoció a su marido, alumno primero y luego profesor, Alexander Van Alstyne, ciego como ella, con quien se casó en 1858. Pronto tuvieron una niña que murió al poco de nacer, lo que provocó un cambio en su estilo de vida, haciéndolo más austero aún.

Tuvo una vida intensa que desmenuzaremos en otro artículo, cuando comentemos algún otro himno de los muchos que aún hoy se cantan.

Un lema que siempre llevó como estandarte en su vida fue el que oyó a un profesor, que le dijo: “Fanny, recuerda que cualquier talento que tengas pertenece completamente a Dios, así que debes darle a Él el mérito de todo lo que haces”. Por tanto, ella trabajó incansablemente para el Reino de Dios, siempre agradecida a Él por el talento recibido.

Falleció a la edad de 94 años en Connecticut y se cumplió lo que ella solía decir: “Me siento una auténtica privilegiada, ya que será el rostro de mi Salvador lo primero que podré ver”.

Este himno revela a una mujer que reconoce el valor de lo que Jesús hizo por ella, la salvación regalada, la redención obtenida, el gozo del perdón conseguido, la paz, alegría, el descanso y la salud que trae la sumisión a Cristo. Y como el coro, repite: Esta es la historia, es mi canción; ¡Gloria a Jesús por su redención!

Y no solo conoce el valor de la obra de Cristo, sino que está totalmente segura, tiene la absoluta certeza de que Su gracia la acompañará mientras siga ¡mirándole!

Grata certeza, ¡soy de Jesús!
Hecho heredero de eterna salud.
Su sangre pudo mi alma librar
de pena eterna y darme la paz.

Coro: Esta es mi historia y es mi canción:
“¡Gloria a Jesús por Su salvación!”; 
Aun para mí fue Su redención;
¡Bendita historia, bella canción!

Siempre sumiso a Su voluntad,
glorias celestes empiezo a gustar.
Cuanto más cerca sigo al Señor,
más goza mi alma Su amplio perdón.

Siempre confiando encuentro en Jesús:
Paz, alegría, descanso y salud.
Del cielo mi alma llega a gozar,
mientras a Cristo logra mirar.

Se cuenta que en la guerra del Transvaal (Sudáfrica), a los soldados británicos que iban al frente les habían dado himnarios, y cuando allí se cruzaban entre ellos, se saludaban con el número del himno: «Dios te guarde hasta volverte a ver», y los otros respondían con el número correspondiente a «Grata certeza, ¡soy de Jesús!”.

Ella, en su vida, llevó el testimonio que señala 1ª Corintios 15:57: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”.

Mª Luisa Villegas Cuadros