Un bello texto que da gloria y festeja a Cristo, el verdadero Vencedor…
Este hermoso himno que entonamos en cualquier época litúrgica, está diseñado en realidad para ser cantado en Semana Santa, concretamente el domingo de Resurrección, ya que pretende dar gloria y honor al acontecimiento milagroso de la resurrección de Cristo.
El trabajo de traducción de cualquier texto a otro idioma es un trabajo sumamente delicado, es casi un trabajo de fina orfebrería. No solo hay que tener el conocimiento de los vocablos correspondientes en ambas lenguas sino que, de las varias posibilidades del idioma al que se traduce, hay que escoger aquel más fiel al espíritu del texto, y éste debe conservar la intensidad propia del vocablo original. Además, todo el poema traducido debe mantener la musicalidad propia de los versos originales. Dada la dificultad, es muy frecuente cambiar incluso el sentido del texto para mantener el ritmo poético.
El autor del poema fue el pastor Edmond Louis Budry, quien nació en 1854 en el cantón de habla francesa de Vaud (Suiza), en un hermoso pueblo llamado Vevey. Edmond L. Brudy realizó sus estudios básicos en la ciudad suiza de Laussana, también situada en la misma zona, y después los estudios teológicos y de filosofía en la Facultad de la Iglesia Libre de esa ciudad. La Iglesia Libre había surgido de la escisión de la Iglesia Nacional Reformada a mediados del siglo XIX, para mantener el principio de total independencia entre iglesia y estado, que la Iglesia Nacional no contemplaba.
Ya finalizada su formación teológica, comenzó a ejercer su ministerio en el mismo cantón donde había nacido y estudiado, primero en la pequeña población de Cully y después en la zona montañosa de Sainte Croix. Finalmente, desde 1889 hasta 1923, año en que se jubiló, trabajó como pastor de la Iglesia Libre de su lugar de nacimiento, Vevey. Falleció en esta ciudad en 1932.
Aparte de su actividad pastoral fue traductor y poeta. Él adaptó al francés numerosos himnos provenientes del alemán, inglés y latín. Entre sus temas tratados como pastor y poeta figuran la pasión, la gloria de Cristo resucitado, el Espíritu Santo, los servicios, las misiones, etc.
Este poema fue escrito en francés, la lengua del autor, en 1885, cuando aquel tenía 29 años y se le conoce como “A toi la gloire”, pero en su traducción perdió las claras referencias a la resurrección de Cristo, apareciendo ahora mucho más veladas.
El coro inicial exclama: “A ti la gloria, oh nuestro Dios; a ti la victoria gran libertador”, cuya traducción literal del francés sería: “A ti la gloria, oh resucitado, a ti la victoria por la eternidad”. Y la siguiente parte de la estrofa: “Te alzaste pujante, lleno de poder, más que el sol radiante al amanecer” en el original sería: “Brillando con luz, el ángel descendió; él quita la piedra de la tumba vencida”.
Sea como fuere, en ambos idiomas se da gloria a la Resurrección de Cristo, hecho milagroso que significó la gran victoria sobre la muerte, y que hizo exclamar al apóstol Pablo “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1ª Corintios 15:55-57). La resurrección de Cristo es la que definitivamente trajo libertad a los cautivos de la ley, dada su imposibilidad para cumplirla íntegramente. El efecto de la Resurrección es la liberación del poder de la muerte sobre el alma pecadora, trayendo gozo y alegría, ya que libra de las cadenas que la misma muerte tenía sobre el ser humano. ¡Cristo es el que tiene la llave de nuestra libertad!
La fuerza interpretativa la aporta la música, que pertenece al oratorio “Judas Maccabeus” de Georg Friedrich Händel. La melodía de este himno corresponde al famoso coro “See, the Conqu’ring Hero Comes!”, que se añadió en 1751 de otro oratorio, “Joshua”, que compuso en 1746.
Curiosamente, el oratorio se concibió como un homenaje al victorioso príncipe Augusto, duque de Cumberland, a su regreso de la batalla de Culloden (1745). En ella se luchó por el mantenimiento del trono de Inglaterra, Escocia e Irlanda en la casa de Hannover, frente a las pretensiones de los jacobinos que apoyaban a la casa de los Estuardo. Ganó la casa de Hannover y el duque de Cumberland mostró tanta crueldad con los vencidos que pasó a denominársele “Cumberland el carnicero”. Por ello, podemos decir que este oratorio fue compuesto, aunque nos parezca raro hoy día, para conmemorar un triunfo bélico en una batalla donde el vencedor no mostró ninguna misericordia con los vencidos. Paradojas de la vida.
¿Por qué Händel escribió un oratorio para conmemorar el triunfo de una guerra de sucesión al trono en la que hubo tal derramamiento posterior de sangre? No lo sabemos.
El oratorio de Judas Maccabeus se basa en el libro apócrifo o deuterocanónico de 1ª de Macabeos capítulos del 2 al 8, y narra la reconstrucción del antiguo Templo de Jerusalén (170-160 a.C) y la libertad por ello conseguida. Un canto a la paz y a la restauración de su propio culto.
En este caso la bella música creada para un oratorio que da gloria al vencedor de una batalla, sirve de apoyo para realzar el significado de un bello texto que da gloria y festeja a Cristo, el verdadero Vencedor de la auténtica y definitiva batalla que es sobre la muerte, y cuya victoria ha traído paz a todo aquel que confía en Su obra libertadora.
A ti la gloria, oh nuestro Señor;
A ti la victoria, gran libertador.
Te alzaste pujante, lleno de poder;
Más que el sol radiante al amanecer.
Coro
¡A ti la gloria, oh nuestro Señor!
¡A ti la victoria, gran libertador!
Gozo, alegría, reinen por doquier;
Porque Cristo hoy día muestra su poder.
Ángeles cantando himnos al Señor,
le van aclamando como vencedor.
Libre de penas, nuestro rey Jesús,
rompe las cadenas de la esclavitud.
¡Ha resucitado, ya no morirá!
Quien muera al pecado, en Dios vivirá.