LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Si estás a oscuras, con miedo y sin saber qué hacer …

Unos años atrás, más específicamente el 16 de junio de 2019, Argentina sufrió un histórico apagón nacional que dejó sin luz a casi 50 millones de personas en todo el país, y algunas zonas de los países vecinos. Por primera vez, el país entero quedó a oscuras por casi 14 horas, debido, según informaron, a la fragilidad del sistema energético.

La energía eléctrica es tan importante que no me imagino la vida sin ella; porque gracias a ella, podemos realizar muchas y diversas actividades: estudiar, ver televisión, cocinar, escuchar música o jugar. Es imposible para nuestra forma de vida actual sobrevivir sin electricidad, pues, por obvio que resulte, la energía eléctrica está presente casi en todo: fábricas, oficinas, seguridad, medicina, entretenimiento, iluminación, etcétera. Nos damos cuenta de ello sólo cuando carecemos del servicio… no reflexionamos sobre su importancia.

Este suceso me hizo pensar en un hermoso versículo en Salmos 18:28: “Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas. Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros”.

Este salmo nos recuerda que la vida no es fácil. Habrá momentos de oscuridad y tinieblas, momentos de   incertidumbre, de miedos, zozobra y agotamiento. Momentos en los que sentiremos que una gran pared se interpone en nuestro camino y no nos permite avanzar… Sin embargo, allí interviene la poderosa mano de Dios, ¡Él es quien alumbra el camino y quien libra las batallas resultando siempre vencedor!  Nuestra lámpara la enciende el Señor. No nos deja solas y sin esperanza, sumidas en la oscuridad; Dios es el combustible para nuestra lámpara. Dios es la luz que guía nuestro camino. Pero, además, Dios es quien libra nuestras batallas. Cuando David escribió este salmo, lo hizo para agradecer al Señor por no haberlo desamparado durante su persecución y angustia. Amiga, si estás en aflicción, no desmayes, ni te desalientes.

¿Sabes? Al meditar en este versículo entendemos que si Dios tiene que encender nuestra lámpara es porque ésta se encuentra apagada. Una vez leí lo siguiente: “…Hay tres sombras oscuras que caen sobre cada vida humana.

I. Primero que todo, la sombra del pecado. La transgresión de la voluntad de Dios. La resistencia de la voluntad creada a la voluntad del Creador. Y esta resistencia significa oscuridad en el centro del alma.

II. La sombra del dolor. A medida que pasan las razas y generaciones, tarde o temprano experimentan la extraña sombra del dolor, dolores de todo tipo: físicos, mentales, espirituales, afectivos… ¿Cómo lidiar con el dolor; cómo aliviarlo; cómo eliminarlo…? Han sido cuestiones que los hombres han discutido durante miles de años.

III. La sombra de la muerte. La idea de que la muerte debe llegar al fin, arroja sobre miles de vidas una profunda tristeza. “Existe la incertidumbre del momento y la forma de su enfoque; existe la experiencia inimaginable de lo que será en sí mismo; existe el temor de lo que pueda o no seguirlo” (HP Liddon, Contemporary Pulpit).

Pecado, dolor y muerte son las tres sombras que se ciernen sobre la vida de los hombres. El salmo de David nos sirve hoy para traer esperanza y gozo a nuestras vidas. El Señor quiere que estas sombras oscuras sean luz, pero solo la fe en Su obra redentora puede aliviar el corazón humano. Querida amiga, es tiempo de luz; la oscuridad no proviene de Dios, Él es luz. Por tanto, si estás en medio de una oscuridad, con miedo y sin saber qué hacer, mira a Cristo y pide ayuda, y Él vendrá a tu encuentro, encenderá tu lámpara y alumbrará tus tinieblas.

Miriam M. Córdoba de Urquiza