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Etapas en el matrimonio: La llegada del primer bebé

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Cómo encarar la transición de meramente pareja casada a familia

La llegada de un niño cambia completa y permanentemente a la pareja; no solo nos cambia como individuos, al convertirnos en madre y padre, sino también como pareja. El equilibrio que habíamos logrado en nuestra relación entre nuestras personalidades, hábitos, gustos y expectativas, ahora tiene un nuevo integrante que presiona y altera el esquema.

 Hay quienes, estando infelices en su matrimonio, piensan que al tener un hijo serán felices: todo lo malo desaparecerá y la novedad de ser padres arreglará todo. Eso no es así; por el contrario, sí habrá novedad y felicidad, pero si nuestra relación no es buena, este nuevo integrante hará que aquellas “grietas” sean magnificadas: tales como la falta de comunicación, falta de consideración, falta del buen manejo de las finanzas, tensión con suegros, o el no comprender las necesidades afectivas y emocionales del otro.

Los niños complican y ponen a prueba esos votos que compartimos cuando nos casamos. Por eso es tan importante prepararnos y planear de antemano, e ir afirmando cómo trabajaremos como “equipo” a su llegada, y no en forma aislada.  ¿Qué pasos podemos tomar, entonces, para prepararnos y para aplicar en esta nueva transición de meramente pareja casada a familia?

  • Fortalecer nuestro amor el uno por el otro, añadiendo la habilidad de ser pacientes si esto nos cuesta. Los nueve meses de embarazo son un buen tiempo para que los dos trabajemos en el área de la paciencia. Nosotras, porque nuestro cuerpo funciona en forma distinta, y nuestro esposo porque debe ayudarnos y tener paciencia con nuestras náuseas, incomodidades y obsesión con preparar todo para la venida del bebé, todo lo cual probablemente interferirá con algunas de sus actividades usuales, al incluir proyectos y actividades que hemos planeado. Crecer en paciencia afianza el amor que tenemos el uno por el otro, ya que es una demostración práctica de ello.
  • Abrir nuevos canales de comunicación, especialmente si no sentimos que hay suficiente consideración el uno por el otro en áreas específicas en que necesitaremos ayuda. Honestamente compartamos aquellos aspectos en que necesitamos y necesitaremos más ayuda, no dejemos que nuestro silencio sobre estos temas, traiga después rencores y malentendidos. Estemos dispuestos a reorganizar algunas de nuestras actividades usuales antes del nacimiento del bebé, tales como pasar menos tiempo frente a la computadora en páginas sociales, o mirando todos los juegos deportivos de nuestro equipo favorito, separando los que más valgan la pena. Ir aclimatándonos a apreciar más el tiempo nocturno juntos y no llenarlo de programas televisivos o actividades individuales, para que cuando el niño llegue sepamos aprovechar y apreciar esos momentos de intimidad cuando el bebé duerme; para conectarnos sin distracciones y preguntarnos sobre nuestros días respectivos, nuestras frustraciones, nuestros logros, y cómo podemos ayudarnos mutuamente.  
  • Decidir sobre distintos aspectos de la educación y disciplina de nuestros hijos antes de su nacimiento. No dejemos esto para después de la llegada del bebé. Leamos libros o artículos juntos, charlemos sobre nuestras expectativas, cómo y cuándo es necesario ir asentando reglas y nuestras prioridades. Si vamos a trabajar en equipo, debemos estar de acuerdo con las reglas y las consecuencias de las malas conductas antes de que la situación llegue. También sobre cómo y cuándo comenzar con la educación escolar, cómo y cuándo comenzaremos con los devocionales junto a nuestro niño, si oraremos los dos al lado de su cama o tomaremos turnos… Hagamos planes con antelación en todas las áreas de su desarrollo que sea posible, para luego ir construyendo sobre estos a medida que distintas situaciones vayan presentándose.
  • Separar tiempo para una salida solos, buscar a alguien que cuide del bebé, por lo menos una o dos veces al mes. Esto es importante para no perder ese arte de disfrutar nuestra relación única como pareja y separada de nuestro rol como padres de nuestros hijos. No necesita ser una salida a un restaurante o algo caro: una larga caminata en un parque preferido, un picnic en los días de primavera, un café o chocolate en una cafetería donde podamos charlar…  Seamos creativas y sorprendámosle con algo especial que planeemos, o dejemos que él nos sorprenda con algo que él elija como especial.
  • Unidos en oración. Toda preparación para una transición no podrá sostenerse sin el cimiento de la oración. Oremos por nosotros como pareja, para continuar creciendo en cercanía el uno del otro a medida que seguimos creciendo en cercanía a Dios. Oremos por nosotros como futuros padres, por Su guía y dirección en nuestras decisiones y reacciones. Y oremos por ese pequeño bebé que está creciendo, por su salud tanto física como espiritual, tal como tenemos el ejemplo de la oración de David por su hijo Salomón, pidiendo que Dios le diera un “corazón perfecto, para que guarde tus mandamientos y tus testimonios y tus estatutos” (1 Crónicas 29:19).

Nuestra relación matrimonial siempre debe estar primero, no hagamos a nuestros hijos el centro de nuestro hogar, porque crecerán pensando que son el centro del universo. Si creen que son más importantes que “papá” a nuestros ojos, tendrán una exagerada elevada y egoísta auto estima que será perjudicial en su relación con otros, especialmente con figuras autoritarias. Nuestros hijos necesitan ver una relación fuerte y sana entre sus padres para sentirse seguros y tener un buen ejemplo que imitar.

G. Elisabeth Morris de Bryant