La misericordia de Dios y nuestro llamado a ser misericordiosas
I. ¿UNA VIRTUD OLVIDADA?
1-Significado de la misericordia de Dios
“Justicia y juicio son el cimiento de su trono; misericordia y verdad van delante de su rostro” (Sal.89:14).
Misericordia comprende el concepto de benevolencia, benignidad, bondad, compasión y gracia que Dios posee de forma intrínseca (2ªCo.1:3).
Pero, como lo expresa el texto, el cimiento es la justicia y juicio suyos, nada hace sin tener en cuenta la palabra que Él ha hablado (Sal.85:10-13). “Su justo gobierno es administrado por la misericordia y la verdad como ministros” (R. Jamieson, A. R. Fausset y D. Brown).
Este Dios misericordioso no puede aceptar que el camino para llegar a Él sea otro que su Hijo Jesucristo: Él es la verdad (Jn.14:6); En Él la verdad habita en plenitud (1Jn.1:14); El camino es de misericordia todos los días de nuestra vida (Sal.23.6; Sal.42:8; Sal.90:4).
2-Beneficios de la misericordia de Dios
-Nuestra salvación es el primer y gran beneficio; de no ser por su gracia y misericordia, estaríamos perdidos (Ro.3:23-25).
-La misericordia de Dios consuela, vivifica (Sal.119:76 y 88). El salmista reconocía que los juicios de Dios son justos y entendía que si padecía aflicción era conforme a la fidelidad de Dios. Pero reclamaba su consolación. Dios está dispuesto a consolarnos (Sal.32:10; 2 Ts.2:16).
-Hay un trono al cual podemos acercarnos confiadamente para hallar misericordia y socorro: es el trono de gracia de Dios (He.4.16).
En el libro de Ester leemos como la reina va a pedir misericordia para su pueblo y para ella misma al rey Asuero. Miedo, días de ayuno y aquel dicho desgarrador: “si perezco, que perezca”. Pero nuestro Dios de toda gracia, tiene los brazos abiertos para recibirnos y ayudarnos.
3-Características de la misericordia de Dios
-Permanente (Esdras 3:11; Sal.23:6; Sal.103:17). Vivimos en un mundo donde todo se acaba: “salud, dinero y amor”, como dice una canción popular. Pero su misericordia es para siempre. David, en una expresión de agradecimiento a Dios, dice: “Porque mejor es tu misericordia que la vida…” (Sal.63:3).
– Es grande y preciosa (Sal.36:5 y 7). A cada paso vemos la misericordia de Dios “de su misericordia está llena la tierra” (Sal.119:64). “El Señor es muy misericordioso y compasivo” (Stgo.5:11). Y es de mucho valor, por eso es preciosa.
-Se manifiesta plenamente al que reconoce su necesidad e incapacidad, y espera en Él (Stg.4:6; Sal.32:10; Sal.72:12-13).
-Es digna de alabanza (Sal.107:8-9; Is.63:7; Sal.63:3b).
4-Un llamado a ser misericordiosos como nuestro Padre: Lc.6:36
El Señor Jesús, ante aquel intérprete de la ley que para justificarse a sí mismo pregunta quién es su prójimo, relata la llamada “parábola del buen samaritano”, que nos enseña de qué manera debemos hacer misericordia (Lc.10:25-37).
v.33-El samaritano “vino cerca de él”. Para poder tener misericordia debemos ver de cerca el problema. Los demás habían pasado de largo (Pr.22:9).
v.34-El samaritano se puso junto al necesitado, “vendó sus heridas, echándole aceite y vino y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él”. No es solo acercarnos y condolernos, sino actuar en lo que nos es posible para ayudar. Muchas veces es muy poco, pero ese poco es mostrar interés por su necesidad.
v.35-El samaritano fue más lejos, cuando no pudo ya cuidarlo, dejó su dinero para que lo cuidara el mesonero.
El Señor concluyó la parábola diciendo: “¿Quién… te parece que fue el prójimo del que cayó?”, a lo que el intérprete de la ley contestó: “el que usó de misericordia”; “Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”.
La contabilidad del cielo es distinta de la de la tierra, “…haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande” (Lc.6:35). En la nueva vida en Cristo se nos habla de trabajar para tener “qué compartir con el que padece necesidad” (Ef.4:28). Muchas veces no es un objetivo en nuestras vidas esto que se nos pide.
El Señor nos ayude a ser realmente misericordiosos, y a hacerlo con alegría (Ro. 12:8), como nuestro Padre que se deleita en hacer misericordia (Mi.7:18).
II. CLAMOR POR MISERICORDIA
1-¿Clamor sin respuesta?
Muchas personas registradas en la Biblia clamaron a Dios por misericordia en sus vidas. En el Nuevo Testamento vemos enfermos de distintas dolencias a quienes el Señor Jesús extendió su mano y les sanó en su alma y cuerpo.
El Libro de los Salmos registra un pedido desesperado de David en momentos de sufrimiento: “Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma” (Sal.69:1). El Señor no rechaza a aquel que recurre a su auxilio teniendo temor de Él. Pero tiene un propósito diferente con cada uno de los suyos. El apóstol Pablo, por ejemplo, pidió tres veces al Señor que le fuera quitado “el aguijón en su carne”, que seguramente era, como dicen muchos comentaristas, una molesta enfermedad. Pero el Señor le respondió: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2Co.12:9). Seguramente, esa enfermedad permitía que él no se enalteciese demasiado, y que el poder de Cristo se perfeccionase en él. Pablo lo entendió y se gloriaba en sus debilidades.
La misericordia de Dios utiliza el dolor para su gloria; el creyente puede alabar a Dios en medio del dolor, como Pablo y Silas en la cárcel orando y cantando (Hch.16:25), pero para el impío los dolores son muchos y sin sentido (Sal.32:10).
A veces su propósito es otro; por ejemplo, aquel leproso que dijo arrodillado ante Jesús: “Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio” (Mr.1:40,41).
El mismo Señor Jesús oró: “…si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt.26:39), si bien se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle (Lc.22.43). El plan de Dios era la cruz (Lc.24:26).
Aunque Dios “hace salir su sol sobre malos y buenos, y… hace llover sobre justos e injustos” (Mt.5:45), Él tiene un trato especial con aquellos que le son fieles: “…guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Dt.7:9).
2-Misericordia y verdad para apartarnos del mal
Dios espera que los hombres nos apartemos del mal, por lo tanto, nos presenta a Cristo: su amor, pagando por nuestros pecados; su vida; sus leyes; su verdad. Su compasión no deja de lado su verdad.
Muchas veces pensamos que mostrar misericordia es apoyar incondicionalmente a una persona y no decirle nada, aunque esté haciendo algo malo, porque se ofendería con nosotros y no dejaría de hacer lo malo. Pero la Palabra dice que “con misericordia y verdad se corrige el pecado” (Pr.16:6). Cuando la misericordia es real, la verdad será comunicada con amor y considerándonos a nosotros mismos. Lo que todos tenemos que comprender es que la verdad de Dios es lo mejor para nuestra vida (He.10:24-25; 2Tm.3:16).
Cuando Dios nos habla y nos corrige, en realidad nos está mostrando que nos ama y quiere moldearnos a la imagen de su Hijo (He.12:5-8).
Porque para siempre, oh Dios, tu misericordia es.
Más ancha que el vasto mar, más alta que el cielo es.
Porque para siempre, oh Dios, tu misericordia es.
Mejor que la vida es, mi alma lo sabe bien.
Porque para siempre, oh Dios, tu misericordia es.