La verdadera alegría y la verdadera felicidad no están en las cosas…
El ser humano pasa por distintos estados de ánimo a lo largo de su vida. Alegría, angustia, miedo, culpa, serenidad, asombro, ira, diversión, tristeza, etc. Las causas y circunstancias pueden ser variadas, tanto para lo positivo como para lo negativo.
Ahora bien, querida amiga, que nos invada un determinado sentimiento o emoción es algo normal, pero lo que no debemos permitir, y sobre todo en cuanto a aquellos estados de ánimo negativos, es que se instalen en nuestra vida. Alguien dijo: “No podemos evitar que las aves revoloteen sobre nuestra cabeza, pero sí podemos evitar que hagan nidos en ella”. Y esto aplica muy bien para nuestro artículo, en esta oportunidad.
En la Biblia se habla ampliamente de la tristeza; muchos siervos de Dios experimentaron este sentimiento o estado anímico, y tuvieron que clamar a Dios por ayuda. Una de ellas fue Ana, que era estéril, y por ese motivo su corazón estaba muy triste. Tenía un buen esposo, pero no tenía hijos, por lo cual ella decidió derramar su alma delante del Señor; habló con sinceridad, abrió su corazón y el Señor la oyó. Fue en la casa de Dios donde ella sintió la confianza de ser oída. Sabía con certeza que, aunque los demás no podían entender su dolor, el Señor sí lo hacía.
Amiga mía, Dios entiende nuestra condición, se acuerda de que somos polvo y desea que, cuando la tristeza nos abrume, vayamos a Él, le hablemos con franqueza, sin reservas, y tomemos el consejo que se nos da en 1ªPedro 5:7: “…echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”.
Me encanta leer la resolución que tomó Ana en el versículo 18 del capítulo 1 del primer libro de Samuel, donde se narra la historia de esta mujer: “Y ella dijo: Halle tu esclava gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste”.
He leído en algún devocional que Ana se sintió aliviada. Había colocado el peso de su carga emocional sobre unos hombros infinitamente más anchos y fuertes que los suyos: los de su Padre celestial. ¿Acaso puede haber algún problema demasiado grande para Él? ¡Jamás…! ¡Ni entonces, ni ahora, ni nunca!
Muchas personas, incluso cristianos, tratan de quitar la tristeza de su vida buscando ocupar el tiempo en distintas actividades, tratando de ganar más dinero, buscando tener una nueva relación sentimental que les haga olvidar el dolor que les causó su relación anterior… pero lamentablemente no han comprendido que ese no es el camino, ya que la verdadera alegría y la verdadera felicidad no están en las cosas, sino en Dios.
Querida amiga, cuando te sientas abrumada, triste o desanimada, sigue el ejemplo de Ana y habla abiertamente con el Señor. Si lo haces con fe, verás que la tristeza se transformará en la paz de Dios, que supera a todo pensamiento. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
Quisiera terminar este artículo apropiándome de las palabras del Salmo 30:11,12 (NTV), donde dice: “Tú cambiaste mi duelo en alegre danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de alegría, para que yo te cante alabanzas y no me quede callada”. ¡Ojalá sea ésta tu experiencia también!