LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Las cosas de arriba

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¿Estamos comprometidas con Dios para ayudar en Su Iglesia?

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Colosenses 3:1, 2

Como suele pasar cuando nos acercamos a la Palabra de Dios con interés y respeto, al releer estos versículos de Colosenses, no pude sino admirarme de la profundidad y acierto de las palabras que nuestro Dios puso en la mente de los escritores bíblicos.

Lo primero que me llamó la atención fue la expresión “poned la mira”. Aunque la primera acepción del diccionario nos dice que la “mira” es toda pieza que en ciertos instrumentos sirve para dirigir la vista o tirar visuales, en este contexto en particular, vino a mi mente la segunda acepción: “En las armas de fuego, pieza que se coloca convenientemente para asegurar la puntería”.

Si somos salvos, si hemos resucitado con Cristo… lo que sigue es para nosotros: Hemos de buscar algo determinado, “las cosas de arriba”, pero no limitarnos a buscarlas; hemos de poner la mira en ellas.

Yo nunca he ido a cazar, pero tengo amigos cazadores, y de nuestras conversaciones he aprendido que el cazador puede pasar el día entero caminando por el bosque, sin ni siquiera apuntar una vez con su arma. Se pasa el día buscando su presa, su meta. Por supuesto, eso no es lo que quiere un cazador, aunque disfrute del contacto con la naturaleza que su aventura le brinda.

De igual modo, nosotros no deberíamos conformarnos con buscar las cosas de arriba. Sí, hemos de buscarlas, es el paso previo, pero lo que realmente pide el Señor de nosotros es que “pongamos la mira” en ellas; es decir, que fijemos nuestra mirada en aquello que es de arriba, lo persigamos y lo atrapemos.

Pero, ¿cuáles son las cosas de arriba? O, más bien, ¿a qué se refiere con esta expresión? El mismo versículo nos aclara algo, porque especifica que “arriba” es “donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. Por tanto, se refiere al cielo, a una esfera que no es la nuestra, la terrestre: “El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos” (Jn.3:31). Por eso se nos hace tan difícil buscar las cosas de arriba; porque no se encuentran en nuestra naturaleza.

Sin embargo, nuestro Dios no nos va a pedir algo que no podamos hacer, ¿verdad? O algo que no sea lo mejor para nosotros. Si volvemos atrás en esta epístola, en el versículo veinte del capítulo dos nos dice: “Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo…” y a continuación nos habla de preceptos, mandamientos y doctrinas de hombres, “cosas que todas se destruyen con el uso”; esas son las cosas de aquí, de “abajo”. Sin embargo, nosotros hemos resucitado con Cristo, y lo nuestro ha de ser lo de “arriba”, las cosas de arriba, porque ser seguidor de Cristo es algo superior, está por encima, por arriba de cuanto podamos ver o sentir en esta tierra: “El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del Seol abajo» (Pr. 15:24).

Las cosas de arriba son aquellas que pertenecen a Dios; y no sólo a su voluntad, sino a su forma de ser, de entender… No nos excusemos alegando que todo es para Dios y que nuestra vida entera la dedicamos a Él, porque sabemos que hay cosas mejores, superiores, de más arriba, y otras que, aunque no pertenezcan al “Seol”, se quedan a la altura de esta tierra, y no llegan al nivel de arriba. Y un ejemplo para mí de todo esto, lo encuentro en la historia y las palabras del rey David: “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre. Mira, pues, ahora, que Jehová te ha elegido para que edifiques casa para el santuario; esfuérzate, y hazla” (1Cr. 28:9, 10).

Estas palabras de David a su hijo son aleccionadoras. Dios sabe nuestras intenciones en lo que hacemos, sabe si buscamos sus cosas o las nuestras. Y cuando ciertamente estemos buscando Su voluntad, lo de arriba, y Él nos dé el privilegio de presentar ante nosotros tareas para Su gloria, nuestra parte es poner la mira en ellas y esforzarnos, para, finalmente, llevarlas a cabo.

Queridas, ¿pasamos nuestra vida simplemente “buscando” las cosas de arriba, o poniendo nuestra mira en ellas? Tenemos que buscar, pero cuando “encontremos”, nos hemos de decidir y centrarnos en ello. Como el cazador cuando ve movimiento en una rama, estemos atentos a las necesidades, a los tiempos… La iglesia local y universal necesita ayuda de todos sus miembros. Basta de centrarnos en las cosas de abajo y seguir buscando las de arriba, obviando el “movimiento” a nuestro alrededor. Quizás sea porque sabemos que tendremos que esforzarnos y trabajar duro, que nos contentamos con la búsqueda y no ponemos la mira en nada. ¿Estamos comprometidas con Dios para ayudar en Su Iglesia? Muchas veces pensamos que hay otros que pueden hacer el trabajo, o que lo pueden hacer mejor que nosotras, pero eso no es excusa para negarle a Dios nuestro servicio. Tenemos que desear de corazón servir a Dios, reconocer que eso es lo mejor que podemos hacer con nuestra vida… y todas las demás cosas nos serán añadidas.

Si “buscamos” las cosas de arriba pero nuestra mira está puesta en nuestra carrera, nuestra familia, nuestro aspecto o nuestra posición (social, eclesial o de cualquier tipo), no alcanzaremos la meta, el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Pidámosle a Dios que Él ponga delante de cada una de nosotras lo que Él quiere que hagamos, y que nos dé la valentía y fuerzas para poner nuestra mira y energías en ello.

Débora Fernández de Byle