LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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El Dios que me defiende

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¿Cómo se relaciona Dios con nosotros?

El libro de Job revela el carácter de Dios y la actividad de Satanás. Enseña lo que espera Dios de nosotros, cómo se relaciona con nosotros y lo que Satanás pretende. Para comprenderlo hemos de entender el argumento del libro y contestar correctamente a la pregunta que Dios hace al final: “¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? ¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto” (Job 38:1, 2; 40:2). La respuesta tradicional a esta pregunta es Job: Job es el que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría; Job es quien contiende con Dios. Así, por fin Dios contestó a Job, y Job se arrepintió. En este breve artículo quiero, sin embargo, presentar una respuesta alternativa, de mucho consuelo en nuestro sufrimiento. La presento para tu consideración.

Job nunca pretendió contender con Dios. Dijo: “Si (el hombre) quisiere contender con él, no le podrá responder a una cosa entre mil. Él es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas; ¿quién se endureció contra él, y le fue bien?” (9:3, 4). Job ya era humilde delante de Dios; no necesitaba ser puesto en su sitio. Sabía que era un mero hombre delante del Dios Omnipotente. No pretendía ser perfecto: “Si yo me justificare, me condenaría mi boca; si me dijere perfecto, esto me haría inicuo” (9:20). Dios mismo dice que Job habló correctamente de Él (42:7). Dios declaró justo a Job (1:8) y sin reproche en todo lo que había dicho (42:7). ¿Quién, entonces, contiende con Dios? Job era temeroso de Dios (1:8). De seguro, Satanás. Él es el que empezó la contención con Dios en el capítulo 1: “¿Acaso teme a Dios de balde?” (1:9). Tú le has bendecido con abundancia, “pero extiende tu mano y toca lo que tiene y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia” (1:11). Todo el libro versa sobre esta contención de Satanás con Dios. Satanás mantiene que nadie ama a Dios, que Job solamente le sirve por interés, porque Dios le prospera. Satanás ciertamente oscurece el consejo sin entendimiento.

Job es un tipo de Jesús hombre, quien amó a Dios por lo que es en sí, no por lo que Dios le daba. Aunque lo perdió todo: reputación, salud y justicia, y cargó en él el pecado del mundo, Jesús nunca recriminó al Padre, seguía amándole. Le honró desde la cruz entregándole todo lo que le quedaba, hasta la vida misma. Jesús es el que finalmente gana el argumento de Satanás con Dios. Jesús amó a Dios con cada gota de sangre en su cuerpo, en medio de la injusticia y la oscuridad, y con su final aliento, terminó dándole lo último que le quedaba, en ofrenda de amor; “ofrenda encendida para Jehová”, “ofrenda de olor grato para Jehová”.

¿Por qué es importante que defendamos a Job frente a Satanás? Porque, al defender a Job, defendemos el carácter de Dios. Job no era soberbio (9:20, 21, 32). Pero Satanás, sí. El orgullo era su pecado. Pretendía ser como Dios: “Tú que dices en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; y seré semejante al Altísimo” (Is. 14:13, 14). Esta fue su contención con Dios. Quería desbancar a Dios y reinar sobre todo lo creado. Por eso Dios le habla de la creación en los capítulos 38-41. Job ya ha dado un discurso acerca de la grandeza, sabiduría y poder de Dios en la creación (9:5-10). No pretende ser capaz de gobernar el universo… pero Satanás, sí. Job no emanaba orgullo (9:29); pero Satanás, sí.

Si estás postrada en cama con dolores insoportables, si estás sumergida en el dolor por pérdidas que han quebrantado tu corazón; si estás perpleja, sin entender nada de lo que te ha pasado, ¿crees en un Dios que te acusaría de ser ignorante porque tienes preguntas? Si buscas a Dios con desesperación, anhelando presentarte delante de Él para recibir el consuelo de saber que te acepta, que no te condena, sino que te ama entrañablemente, ¿crees que te acusaría? Este no es el Dios que el Señor Jesús reveló. No pisotea al que ya está postrado. Pero Satanás, sí; es cual buitre que cuando te ve postrado en tierra, te aplasta aún más con una carga de culpa que no aguantarías ni aun si estuvieses de pie. Dios no te culpa, ¡te justifica! Job pedía un abogado para defender su causa: “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos” (9:33). Pero sí que lo hay, ¡el Señor Jesús! que no vino para condenarnos, sino para salvarnos.

Si leemos las palabras y el tono de los capítulos 38 a 41 como un discurso para humillar a Job, estamos interpretándolas literalmente, sin tener en cuenta todo el resto del libro, el tema del libro, lo que Dios dice de Job, y la totalidad de la revelación de Dios en las Escrituras. El libro de Job es de consuelo para nosotros cuando sufrimos porque, aunque muestra nuestro estado lamentable delante de Dios, Su bondad triunfa. Porque Él es nuestro defensor, no nuestro acusador: “No hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Dios es el Dios de toda consolación (2 Co. 1:3). Se identifica con nuestro dolor: “En toda angustia de ellos él fue angustiado” (Is. 63:9). En cuanto a Job, Dios le defendió (42:8), le revindicó, restauró su fortuna y su reputación, “y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero” (42:12). La vida de Job revela el bendito final de los justos y, supremamente, al Señor Jesús.

Margarita Burt