LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Si Pedro no hubiese salido de la barca, habría estado seguro en ella

La historia de Pedro caminando sobre las olas ilustra tres distintas maneras de estar con Jesús: caminando hacia él; caminando con él; estando con él y otros. Hemos de elegir la que más nos conviene en este tramo de nuestro camino. En este relato, Pedro, en su temeridad, caminó sobre el mar, pero su fe no estaba a la altura: Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo”, y comenzó a hundirse(Mateo 14:29). El propósito de andar sobre las aguas no es solamente no hundirnos, sino llegar a Jesús. No pasamos por las pruebas sólo para superarlas, sino para estar con Jesús

Dios ha decidido que mi camino hacia Jesús atravesará un mar turbulento. Debo pasar por problemas tan grandes que podrían hundirme. No son posibilidades; son realidades. Si empiezo a calcular cómo podrían terminar, me hundo. Jesús es quien me ha llamado a caminar sobre estas olas. Son de su providencia. Dios me ha puesto en este mar turbulento con cada ola que veo venir. Jesús, con su “¡Ven!”, me ha mandado caminar sobre ellas para acercarme a él.

Padre amado, cada ola podría ahogarme y vienen una tras otra. Gracias que Jesús viene resplandeciente, porque le puedo ver en la oscuridad. No voy a pensar en lo que me podría pasar, sino en que cada paso me acerca más a él. Me está mirando y ve cómo voy. Su mirada me atrae a Él. Él viene caminando sobre las mismas olas para llegar a mí. Empezó su caminata cuando yo todavía estaba en la barca. Si no hubiese dicho dudando: “Si eres tú”, nunca me habría metido en esta dificultad. Señor, yo quise llegar a ti, y dijiste: “Ven”. Creía que sería divertido, pero tú sabías que sería peligroso. Creía que lo podría hacer, y la verdad es que lo hice por unos pasos, pero quité la vista de ti y miré las olas. Dudé y me hundí. Grité: “¡Señor, sálvame!”, y me salvaste. Empecé con la idea de llegar a ti, ¡y casi llegué! Estaba más cerca de lo que pensaba, ¡tan cerca que solo tuviste que extender la mano para sacarme del abismo! ¡Fue imposible hundirme tan cerca de ti!

“Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento” (14:32). Después de sacar a Pedro del agua, cogido de la mano de Jesús él volvió a andar sobre las olas. Las olas no habían cambiado, todavía eran espantosas, pero pudo andar aferrado a Jesús. Cuando fallamos al andar solos con los ojos puestos en Jesús, todavía podemos andar sobre el mar cogidos de su mano. Otra cosa que veo es que todo el rato Jesús tenía la intención de llegar a la barca con los demás discípulos y hacerles llegar a la orilla. Si Pedro no hubiese salido de la barca, habría estado seguro en la barca. Fue su temeridad la que lo metió en el desafío que abrumó su fe, pero tú le rescataste. Estamos bien caminando sobre las olas, fijando nuestros ojos en ti; estamos bien caminando sobre el mar cogidos de tu mano; y estamos bien en la barca esperando tu llegada. Únicamente no estamos bien cuando miramos las olas. Amén.

En esta historia también vemos cómo no debemos orar. “Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (Mateo 14: 26-28). ¡En este episodio Pedro dudó dos veces! Dudó en la barca cuando Jesús dijo que era Él, y dudó cuando caminó sobre las olas y se hundió. Nos identificamos con él. Sentado en la barca en la oscuridad de la noche, con el ruido del viento huracanado, Pedro vio una figura caminando sobre las aguas y tuvo miedo. Cuando la figura habló palabras típicas de Jesús, con la voz de Jesús, y se identificó como Jesús, Pedro dudó de que fuera Él. Le dijo: “Señor, si eres tú…”. ¡¿Quién iba a ser?! Pero luego Pedro oró como nunca debemos orar, quizás algo parecido a esto: “Si eres tú, demuéstramelo con un milagro. Haz algo especial para mí. Dame una experiencia emocionante. Haz que yo pueda hacer un milagro”. ¡Muy mal, Pedro! y muy mal nosotros cuando oramos de esta manera.

Con el ruido del mar, quizás no era el momento para que Jesús diese una explicación. Pedro había puesto a Jesús en un aprieto, cosa que no debemos hacer. ¿Qué iba a contestar Jesús? “Sí, soy yo, pero no voy a hacerte caminar sobre el agua, porque tu fe no está a la altura”. O, podría decirle: “Ya te dije que soy yo, pero no lo voy a probar”. O podría decir: “Sí, soy yo, y lo voy a demostrar a mí manera, no a la tuya”. Si el Señor contesta esta clase de oración de forma afirmativa, nos encontramos en una situación que no podemos manejar. Oraciones semejantes son: “Señor, si tú me amas, dame lo que te pido”. O, “Señor, si tú tienes poder sobre la enfermedad, sana a mi hijo”. En la Biblia hay peticiones semejantes: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. “Si eres Hijo de Dios, échate abajo… Jesús le dijo: No tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4: 3-7). “Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz”. “Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mt. 27:40, 42). La respuesta a esta clase de oración no conduce a la fe. El Señor contestó a Pedro, pero si no le hubiese salvado, Pedro se habría hundido.

Pedro dudó, pero el Señor no le dejó morir ahogado. Le sacó, le tomó de la mano y caminó con él a la barca. Si Pedro se hubiese quedado en la barca, también se habría salvado. El barco era el lugar más seguro, ¡no tentando a Jesús en el mar! Cuando el Señor y Pedro entraron en la barca, se calmó el viento. El Señor nos llevará con bien a la orilla, y también a todos los que nos acompañan en la barca. ¡Gracias a Dios por nuestros compañeros de viaje, sobre todo, por Uno de ellos!

Margarita Burt