¿Qué prioridades demanda el Señor para tu vida?
Cuando pensamos en todos los recursos que el Señor nos ha dado para recibir Sus bendiciones, nuestros corazones se llenan de gratitud, pero debemos recordar que hay exigencias de parte de Dios. Lee todas las citas bíblicas y anota en un cuaderno los pensamientos que el Espíritu Santo te transmita. Comparte el mensaje con tus hermanas o amigas.
Primer bosquejo
“RIQUEZAS INAGOTABLES” – Lectura: 2 P.1:1-4; Ro.4:1-5 y 13-25.
Introducción: Este estudio se centra en 2 Pedro 1:4. Notemos cómo Pedro describe las promesas y cómo reconoce que son un regalo de Dios. Si bien el mayor regalo de Dios ha sido Su Hijo (Jn. 3:16; 2 Co. 9:15), juntamente con Él nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos (1 Ti. 6:17). También nos ha dado el Espíritu Santo (Ro. 5:5) y la vida eterna (Ro. 6:23; 1 Jn. 5:11). Entre estas cosas que nos da están Sus promesas, y las da en abundancia, pues hay más de 7.000 en la Biblia.
En los Evangelios encontramos claras promesas de labios del mismo Señor Jesús, y en el resto de la Palabra de Dios hallamos muchas más ¿Por qué Pedro describe las promesas de esa manera? Debido a:
- Su fuente divina. Las promesas de Dios son preciosas porque proceden de Él. La fuente de cualquier promesa es muy importante, a veces prometemos algo con toda la intención de cumplir, pero por causas ajenas a nosotras mismas nos vemos imposibilitadas de hacerlo. En cambio, cuando el que promete es Dios, no hay posibilidad alguna de que no honre Su palabra. Ver en este sentido Nm. 23:19 y comparar 1 R. 8:56; Lc. 21:33 y Mt. 5:18. Cuando estaba en su lecho de muerte el General Booth, fundador del Ejército de Salvación, se dirigió a su hijo y le repitió estas palabras: Las promesas de Dios son seguras. Y lo son.
- Su medida infinita. Son “grandísimas” cuando consideramos los beneficios que nos proporcionan. ¿Te has detenido a pensar en la inmensidad del beneficio que estas promesas ofrecen? Cuando meditamos en el contenido de las promesas de Dios y la plenitud de bendición que ofrecen, entonces somos conscientes de cuán grandes son. Por ej. Él:
- No sólo provee nuestra redención, sino que ésta es eterna (He.9:12).
- Además de darnos vida, nos da vida abundante (Jn. 10:10).
- No sólo nos proporciona gozo, sino plenitud de gozo (Jn. 15:11; 1 P. 1:8).
- Además de paz, nos asegura paz perfecta (Is. 26:23; Fil. 4:7).
- Nos ofrece no sólo Su gracia, sino que, además, promete que será suficiente para cada necesidad (2 Co. 12:9). ¡Cuán grandes son las promesas de Dios cuando nos detenemos a considerar la naturaleza de los beneficios que proporcionan!
- Su suficiencia. Asimismo, Sus promesas son preciosas porque cubren cada necesidad humana concebible. Cualquiera sea tu situación, Dios tiene una promesa que la cubre perfectamente, ver Fil. 4:19 y notar que Dios se compromete a suplir nuestra necesidad, no de Sus riquezas, sino conforme a Sus riquezas. ¿Cuál es tu necesidad particular? Si es:
- Alimento – ver Sal. 34:10;
- El vestir – Mt. 6:25, 30-32;
- Guía – Sal. 73:24;
- Sabiduría – Stg. 1:5;
- Descanso – Mt. 11:28;
- Salvación – Ro. 10:9, 13;
- Seguridad – Jn. 10: 27-29;
- Temor respecto a la vejez – Is. 46:4. Y así podríamos seguir ¿Cuál es tu necesidad? Toma en cuenta Mt. 7:11.
- Su sencillez. Las promesas de Dios son claras:
- Fáciles de encontrar, por hallarse por toda la Biblia.
- Fáciles de entender, aun por los niños – Is. 35:8.
- Fáciles de reclamar. Hay que tomar en cuenta que muchas son condicionales. Dios promete hacer algo si cumplimos con lo que Él requiere de nosotras. Por ejemplo, ver Jn. 6:37; Ro. 8:28. Sus promesas son como un cheque extendido a nosotras, pero tenemos que cobrarlo.
- Fáciles de aprender y memorizar. Sigamos el ejemplo de David – Sal. 119:11.
Conclusión: De acuerdo con las palabras de 2 Co.1:20, todas las promesas que Dios nos ha dado son en Él sí, y en Él amén, es decir, que se cumplen por medio de nosotras, para la gloria de Dios. Están ahí para que las reclamemos, y se cumplen en nuestra experiencia sólo en la medida en que conocemos a Cristo como Salvador y Señor.
Segundo bosquejo
“PRIORIDADES REQUERIDAS POR DIOS” – Lectura: Mt. 6:25-34
Introducción: Uno de los más destacados historiadores del siglo XX, Arnold Toynbee, afirmó acertadamente que lo que el género humano necesita es una nueva manera de vivir, con nuevos objetivos, nuevos ideales y un nuevo orden de prioridades. Si esto es cierto en el orden general, cuánto más entre nosotras como hijas de Dios. Por eso no nos extraña que la Biblia nos diga mucho sobre qué es lo que debe tener precedencia o superioridad sobre otras cosas, o en tiempo o en orden de importancia. Por ejemplo, nos señala:
- El primer y mayor mandamiento de Dios – Mt. 22:26-38.
- El requisito previo para el discipulado – Lc. 14:28,31.
- Dónde debe empezar la piedad (o vida consistente) – 1 Ti 5:4.
- El lugar donde debe iniciarse el evangelismo – Jn. 1:41.
Pero vamos a limitarnos a considerar lo que el Señor Jesús mismo tiene que decirnos sobre cuáles deben ser nuestras prioridades:
- Primero, tu hermano, y luego, tu ofrenda – Mt. 5:23,24. Cuánta frustración y falta de poder espiritual se evitaría si se tomara en cuanta este mandato claro del Señor de primero buscar la reconciliación con el hermano/a ofendido/a. Por eso, si al acercarte a Dios te acuerdas de algo que otro tiene contra ti, Dios exige que primero te reconcilies con esa persona, de otro modo lo que estás pretendiendo hacer resultará nulo y sin valor a Sus ojos.
- Primero lo espiritual, luego lo temporal – Mt. 6:33. Cuán maravillosa es esta promesa: si ponemos primero las demandas de Dios y buscamos hacer Su voluntad ante todo, entonces no necesitamos afligirnos sobre lo demás, pues Él derramará sobre nosotras Su abundante provisión. Dios conoce nuestras necesidades temporales, y Él desea y garantiza satisfacerlas si anteponemos Sus intereses a los nuestros. Ver 1 R. 17:13-16, y Fil. 4:19.
- Primero, júzgate a ti misma, luego, a tu hermano – Mt. 7:3-5. Qué ciegas somos a nuestras propias faltas y, en cambio, cuán rápidas para observar las faltas ajenas. Recordemos que Dios nos ve tal como somos. Por eso, cambiemos la lupa que usamos para examinar las faltas ajenas, por un espejo que refleja las propias, y practiquemos Gá. 6:1.
- Primero, lo que Cristo quiere, luego, lo que tú deseas – Mt. 8:21-22. “Permíteme que vaya yo primero” – con cuanta frecuencia exigimos esto. Cómo discípulas Suyas no debiéramos ser egocéntricas y querer hacer nuestra voluntad en vez de obedecer la voluntad divina. Hay sólo una respuesta a cada una de las siguientes preguntas: ¿Por qué:
- permites ese hábito pernicioso en tu vida?
- sigues con esa amistad dañina?
- no obedeces la voz del Señor?
- La respuesta en cada caso se halla en estas palabras: “yo primero”.
- Primero lo interior, luego lo exterior – Mt. 23:25,26. La vida cristiana no es tan sólo una reforma exterior, sino ante todo una limpieza interior a fondo (1 S. 16:7; Sal. 51:6,10). Cuando esa limpieza es efectiva, la transformación exterior pronto se hace evidente. Dios no quiere una mera profesión exterior, sino que el Espíritu Santo haga Su obra interior
Conclusión: Las enseñanzas del Señor Jesús sobre las prioridades, representan el mejor manual para ayudarnos a tener una buena relación con Dios y con los demás.