LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Plantas de la Biblia: Corona de Almendro

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Flores y frutos de almendro compondrían las siete lámparas…

“…Produjo pues la tierra hierba verde, 
hierba que da semilla y según su naturaleza,
 árbol que da fruto, cuya semilla está en él según su género. 
Y vio Dios que era bueno."

El grafito, mineral de textura compacta, negro agrisado, en las manos de Moisés tiene alas; escribe Génesis, mientras el Divino dicta: “…Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día y la noche; y sirvan de señales para las estaciones…”.

De pronto, árbol y flor apresuradamente aparecen: “Shaqued”, como lo nombra el hebreo y que ajustado a su naturaleza explota, antes que aparezcan sus hojas, con delicadas flores blanquecinas rosadas, anunciando la primavera oriental. Temprana belleza y perfecta composición floral que muta de lo invernal al aliento cálido de primavera.

Tanta hermosura no pasó desapercibida. Jehová habló a Moisés: “…Harás el candelero de oro puro…” entonces, voluntarios de corazón, hombres y mujeres trajeron sortijas, brazaletes y zarcillos, los sacerdotes de Dios tenían necesidad de luz, lo mismo que de alimento.

Flores y frutos de almendro compondrían las siete lámparas alumbrando de un lado y de otro el candelero, expresión de luz y de energía del Espíritu Santo, amalgamado todo con la grandeza de la obra de Cristo.

El candelero nos indica que jamás la obra del Espíritu Santo podrá separarse de la obra de Cristo, porque sus siete lámparas almendradas y unidas grafican la promesa cumplida por el Amado en su Iglesia, donde reposa para siempre la manifestación del Espíritu Santo. Por lo tanto: ¡brillemos con la intensidad que nos produzca Su Preciosa existencia y perfecta posición en nuestro ser!

El interior del tabernáculo floreció en oro, las siete lámparas unidas a la caña de oro macizo labrado a martillo componían un almendro de siete ramas. Ebanistas casi celestiales dieron forma a tamaña petición hecha en el monte al gran legislador israelita. Todo fue fruto de la operación divina, al igual que la tarea titánica de Aarón desde la tarde hasta la mañana delante de Jehová, de continuo con la luz y el orden. ¡Todo fue de Dios y sólo para Él!

Sigo recorriendo la preciosa Escritura donde el almendro se asoma, y Eclesiastés, el predicador (12: 5), me detiene llevándome al espejo para mirar cómo “cinco” encanecidas flores blancas se han entretejido sobre mi cabeza sin misterio alguno; ¡allí están mis nietos!, pobladores de soledad que tejen a diario mi sendero de caminante peregrina de esta vida. Sé, como cualquiera de vosotras, abuelas creyentes, que voy hasta la orilla del mar de todos, el que cruzaré confiada cuando mi Padre disponga, pues liviana se me hace la carga del tiempo y los años al descansar en la promesa de Levítico 19:32, que ampara mis plateadas hebras, pues, Jehová, el Misericordioso, pide honra ante el tiempo que plegó mi piel y derramó pétalos de almendro sobre mi cabeza.

Hoy, camino con ellos, compartiendo sus alegrías y coronada de almendro me dejo llevar mansamente a la orilla.

Mª Cristina Jamarlli