LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Para tí, amiga: La Casa Celestial

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El que disfrutes de una mansión en los cielos sólo depende de tu decisión aquí en la tierra

El salmista, en varias oportunidades, escribe acerca del anhelo profundo de estar en la casa del Padre: “Señor, yo amo la casa donde vives, el lugar donde reside tu gloria” (Salmos 26:8 NVI); “Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos” (Salmos 84:10); “Una sola cosa pido al Señor y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida” (Salmos 27:4 NVI).

Tengo dos hijos, y si hay algo que disfrutan es estar en casa. Muchas veces les hemos dicho de ir a tal o cual lugar, y la respuesta de ambos ha sido: “prefiero quedarme en casa”. Y es que no hay lugar más seguro, de mayor bienestar y confianza que nuestra propia casa, donde podemos ser nosotras mismas, andar descalzas, cuidar nuestras plantas y mascotas, leer un libro, hacer una receta, o simplemente estar ahí.

Cuenta el relato bíblico del hijo pródigo, que después de haber malgastado su herencia y estando en una paupérrima condición, reflexionó y trajo a su memoria los días cuando estaba en la casa de su padre, y se dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen comida de sobra, y yo aquí me muero de hambre!”. Luego tomó la decisión de volver a su hogar, al lugar donde siempre fue amado, cuidado y protegido.

La casa que Dios nos propone, amiga, es un hogar en el que estaremos seguras, donde tendremos cobijo, provisión, donde nada faltará, sino que seremos saciadas de todo bien, siempre.

Hoy quiero decirte algo a ti, querida amiga y también hermana en la fe. Tal vez los problemas, las decepciones, los engaños y las diferentes circunstancias que llegan a nuestras vidas te han hecho tomar la mala decisión de irte de la casa de Dios. Si ésta es tu experiencia, que sepas que el inmenso amor de Dios por ti es tan grande que, aunque te hayas apartado de Él, siempre habrá un lugar para ti en Su casa;recuerda que Él sigue allí, esperándote.

Quisiera cerrar este artículo compartiendo un breve fragmento que leí en una meditación devocional: “Sabemos que Dios se manifiesta en todo lugar y que no está atrapado en el templo. Sin embargo, la Casa de Dios sigue siendo lugar de refugio cuando experimentamos las grandes crisis que retan nuestras seguridades. En ese encuentro con el Señor y los suyos experimentamos Su paz, seguridad y la certeza de la victoria sobre las circunstancias. En esa casa me he refugiado muchas veces y el Señor me ha mostrado su rostro, he contemplado su hermosura, su ternura, y he recobrado aliento y fuerzas para luchar y vencer”.

Amiga, quiero contarte, también, que todos los que un día hemos depositado nuestra fe en la obra redentora de Cristo tenemos la esperanza de una morada celestial. Anhelamos ese día en que podamos disfrutar de ese lugar preparado para nosotras: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.” (Juan 14:2).

Hay también una morada para ti; el que disfrutes de una mansión en los cielos sólo depende de tu decisión aquí en la tierra.

Miriam M. Córdoba de Urquiza