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Mujeres que dejaron Huella: Gloria Q. de Morris

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Conmemorando el décimo aniversario de su partida a la presencia del Señor (29 de septiembre 2013), incluímos este artículo escrito años atrás en su memoria.

Al iniciar estas líneas, todavía no puedo creer que Gloria nos haya dejado. Durante estos días me he repetido con tristeza: “¡Ya no está aquí!”. Al encender el ordenador ya no encontraré sus “mails”, dando por bueno un artículo o sugiriendo temas para otros y animándome para la tarea de la mañana junto a mis compañeras. Tampoco seguiré recibiendo sus llamadas desde la otra orilla del Atlántico. Últimamente incluía en ambos medios la petición de que orara por su salud física. Absolutamente convencida de que Dios oye la oración, en ella podía verse actuar la fe, razón por la cual emprendió grandes cosas para Él.

Pero para esas cosas grandes que glorifican a Dios por perseguir  la salvación de unos y el crecimiento en Cristo de otros, se precisan colaboradores, y ella sabía buscarlos.

Cuando en el ámbito cristiano surge alguien dispuesto a entregarse a dicho fin, es porque Dios ya lo ha capacitado de antemano como líder, y este no trabaja por ciento, ¡sabe poner a trabajar a ciento! Mueve los hilos sin enredarlos; cuando comunica, mucho de su saber queda en los otros; da ideas tratando de extraer de estos lo mejor, animándoles a avivar el fuego de los dones recibidos. No para. Se esfuerza y marcha delante de los cien reclutados. Eso hacía Gloria, líder consumada.

Aprovechó bien el tiempo, incluso el que se vio obligada a guardar cama por causa de una caída. En su casa, en Sevilla, trabajaba el equipo formado por ella para “Caminemos Juntas”, y veíamos su habitación. La consultábamos sobre nuestro trabajo, escribía sus artículos… a pesar de las molestias, sonriente.

Cierto día, salieron, ella y su esposo Carlos, definitivamente para los Estados Unidos junto a sus hijos Elisabeth y William. Pero el estupendo invento de la electrónica nos permitió continuar produciendo, bajo su dirección, esta singular revista iniciada en Sevilla no mucho después de su llegada aquí, en 1984.

Cuanto más joven se recibe a Cristo como Salvador, más vida se tiene por delante para servirle. Gloria tenía ante sí, a los cinco años en que dio ese paso, una amplia perspectiva para rendir abundante fruto, y la aprovechó al máximo.

Nació en Argentina, de padres españoles. Al perder a su padre a los ocho años, y volverse a casar su madre, decidió que Dios sería su único Padre, en quien debía confiar siempre. A Él llevaba en oración cuanto latía en su ser. Su alto concepto de Dios, así alcanzado, fue lo que la llevó a adoptar el lema: “Yo tengo un Dios muy grande”, y su compromiso para servirle fue total y constante.

El fundamento de su fe lo pusieron su madre y su abuela; esta le mostró con su ejemplo el valor de la oración. El celo por la obra misionera, y el deseo de poder ella misma servir al Señor, le vinieron debido a su insaciable interés, ya en la adolescencia, por las biografías de quienes, dejándolo todo, salieron a lugares lejanos para predicar a Cristo.

Tan abundante contenido había de salir a la superficie, y así la encontramos muy activa entre los jóvenes, y con los niños en la Escuela dominical de su iglesia en Buenos Aires. Además, con otra chica llevaba “la hora feliz” en un barrio de la ciudad los sábados, y un domingo al mes salía con un grupo a evangelizar los pueblos de alrededor.

En una de estas salidas se encontró con Carlos Morris. “¡Vaya!”, exclamaría él para sus adentros, tras el flechazo y ser aceptado por ella. “Esta es la especial recompensa por haber obedecido a Dios y regresar a Argentina”. Había nacido en este país, donde sus padres eran misioneros, pero volvía de Inglaterra, acabados sus estudios, no porque esto entrara en sus planes, sino debido a la decisión de obedecer a un llamamiento a la consagración.

Él, olvidado del español; ella, con su ingés aprendido … ¡llegaron a entenderse! Se casaron en 1956, y pronto nacieron Elisabeth y William.

Carlos trabajaba en un Banco; Gloria era profesora de piano y de corte y confección, pero las actividades espirituales ocupaban el tiempo libre. La ayuda de la abuela, su madre, para cuidar a los niños permitió a Gloria viajar al centro de la ciudad de Buenos Aires para grabar programas de radio: “De Amiga a Amiga”.

Tan envueltos se vieron en la obra del Señor, que decidieron dejar el trabajo secular para ser encomendados a la obra del Señor. De 1965 a 1969 el matrimonio estuvo al frente del Centro Juvenil Cristiano, en Martínez, el primero en su clase en Argentina. Tarea ardua, pero fructífera, atendiendo semanalmente a unos doscientos jóvenes, para los cuales Gloria hizo de madre y consejera. Muchos se entregaron a Cristo allí, otros quedaron impresionados por su ministerio. Porque, ciertamente, el trato con ella no dejaba indiferente a nadie.

Un cambio de gobierno obligó a que se cerrara el Centro.

    Por esa época pidieron su colaboración en “Guía del Hogar”, y fue entonces cuando empezó a revelarse su talento como redactora. También la eligieron Presidenta de la Liga Argentina de Mujeres Evangélicas. Ocurría en los años 1970-73.

            Los años siguientes fueron pletóricos de actividad, tomando dos o tres reuniones de mujeres cada semana, y muchas reuniones caseras. Así el Señor la utilizó para llevar a muchísimas mujeres a los pies del Señor. Además, muchas buscaban su consejo tanto en forma personal como por teléfono. Su esposo recuerda como en tantas oportunidades ella le recordaba que las personas son aún más importantes que el ministerio.

En 1976, vino la fundación de CO.M.FE (Comisión Misionera Femenina), para despertar interés por las familias misioneras, impulsada por la respuesta de un joven a qué iba a hacer con su vida: “¿Qué quiere? ¿Que sea misionero como mis padres y me muera de hambre?”. Llegó a incluir a unas 3.000 mujeres por todo el país, y sigue activa, atendiendo solícitamente con ofrendas a tales familias.

En el Instituto Bíblico iniciado por su esposo y colaboradores en 1976, Gloria dictaría un curso sobre “El propósito, la personalidad y proyección de la mujer cristiana”, repetido en 1981, y el curso avanzado: “Para ti, mujer, y tu mundo”.

Visitando España en 1983, vieron las necesidades de la obra en este país, y fueron invitados a quedarse en varios lugares. Sevilla representaba el mayor desafío, y en ella se establecieron en 1984.

Por nuestra parte, en Sevilla, tuvimos la alegría de que Dios los guiara a Betania, nuestra iglesia. …

Pensando en Gloria, comentaba con una compañera que nunca la vimos malhumorada ni rencorosa. Al frente de un buen grupo de mujeres –¡no había sustituta posible!– es inevitable alguna que otra contrariedad. No entraba en discusiones estériles y sabía cómo resolver la cuestión. Frente al comité femenino de nuestra iglesia en particular, los grupos con determinadas responsabilidades íbamos informando sobre lo hecho o planteando formas de mejorar su efectividad. Las ideas venían de los grupos, ella sugería.

¡Qué forma de guiar sin imponerse! Entre tanto se fraguó en su mente la idea de editar esta revista, exclusivamente para la mujer cristiana, “porque los mensajes hablados pasan; lo escrito permanece”. Un día me propuso escribir un artículo. ¡Qué sorpresa! Lo escribí, y pasan de ciento ya. Nunca lo habría hecho de no haberla usado Dios para empujarme a ello. Algo similar habría de pasar con muchas otras mujeres, como tantas de ellas han reconocido. 

De Gloria se podía ser amiga siempre, porque claramente una podía expresarle su desacuerdo con lo que fuera, y encontrarla dispuesta a dialogar. Así fuimos amigas las dos hasta el fin. Su secreto para saber ser y estar en medio de lo dificultoso de cualquier situación era su constante, inalterable comunión con su Padre, de cuya presencia era consciente cada día, y de quien fue recibiendo la sabiduría que ella le pedía sin cesar.

Fue Gloria una ráfaga -no huracán- de aire fresco y fragante. Dio impulso al grupo femenino de Betania para desarrollar sus dones y, por otro lado, ser bendición con nuestras ofrendas a las familias misioneras de Andalucía, designadas para cada mes.

En 1987, los retiros femeninos anuales adquirieron mayor dinamismo con la unificación de las hermanas de toda Andalucía, para lo cual formó un comité con representantes de cada asamblea, CEFA (Comité Evangélico Femenino de Andalucía), que recuerdan bien su “firme dedicación para mantenerlas unidas y activas”.

Por esos años fue a ayudar en los comienzos de Retiros Espirituales de Mujeres en Barcelona, al noreste de España.

En nuestra iglesia empezamos a alegrar a las novias a punto de casarse, y a las mamás próximas a dar a luz, con una reunión en la que les llovían los regalos. El adecuado mensaje, siempre distinto, expresamente pensado para la protagonista, indiscutiblemente lo daba… ¿Quién sería?

Se repartía Gloria entre las iglesias de Sevilla y otras provincias para hablar a las mujeres y para dar su programa en Radio Génesis, mientras existió esta emisora cristiana. Nadie se aburrió jamás de sus mensajes, totalmente sujetos a las Escrituras, frescos, nuevos, dados con voz clara y buena dicción. Al cabo de los años, admirada yo tras una predicación suya, no pude sino decirle: “Gloria, ¡siempre me sorprendes!”.

Esta labor, muchas veces sacrificada, dejó marcas en la salud de Gloria. Se rompió las dos muñecas, tuvo una fisura en la cadera, pasó diez días en un hospital en Canarias por los pulmones afectados por una calina. Lo más preocupante era la vista, con glaucoma y degeneración macular, que al final exigían una inyección en el ojo cada mes.

A pesar de todo, su ánimo y ganas de seguir viviendo y sirviendo al Señor seguían impulsando a Gloria. Incluso dos estancias en el hospital varios días, en enero y mayo de 2013, por los pulmones, no la pararon.                      

Entre las mujeres cristianas que dejan huella, para mí no ha habido otra como Gloria, siempre empujando, animando, “prestándote su entera atención para conocerte mejor y, de ser posible, reclutarte para uno de sus proyectos, donde podías descubrir talentos que nunca habrías creído tener”. ¡Cuánto pude aprender con ella en nuestra amada iglesia, Betania!

Los adjetivos que podría aplicarle coinciden con los expresados por diferentes mujeres, y recogidos por su hijo William en su precioso homenaje a ella:

“Emprendedora, de contagioso entusiasmo, entregada, redimió bien el tiempo hasta el final, mujer de visión. Era obvio que perdonaba de corazón a la gente todo el tiempo. Era verdaderamente un referente para la mujer cristiana”.

Con todo, Gloria halló el modo de criar amorosamente a dos hijos, invirtió cantidad de tiempo con sus nietos, y sostuvo a su esposo en sus distintos ministerios.

En uno de sus últimos editoriales, en memoria de una redactora inesperadamente fallecida, Gloria pregunta: “¿Qué estela dejamos a nuestro paso por este mundo? ¿Qué aroma atractivo se desprende de este recorrido? ¿Qué legado estamos dejando que resulte de valor permanente? Nos recuerda la expresión tan gráfica de los peregrinos en el Salmo 84:6: “Atravesando el valle de lágrimas, lo cambian en fuente (o ‘manantial’)”.

Estela, aroma, legado… Quienes conocimos de cerca a Gloria, podemos recordar la estabilidad de su entrega a Dios, su inalterable comunión con Él, el testimonio de su vida, verdaderamente bien vivida… ¡Cincuenta años enseñando a las mujeres de las Asambleas de Argentina y España! ¡¿Cómo?!

A ella le alegraría contestarnos, con su característica sonrisa: “¡Pero no yo, sino El Señor!”.

Gloria Rodríguez Valdivieso