LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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La palmera y el cedro

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¡Cuanto más alto enfoques tu mirada, más alto llegarás!

“El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano”

Salmos 92:12

Me encanta y me hace pensar profundamente este versículo en el libro de los Salmos. Se cantaba los días sábados de reposo.

Yo pienso que Dios quería que su pueblo administrara bien el tiempo; Y también lo pretende hoy para cada una de nosotras.
Hay momentos en los que nuestro Padre Amado quiere que paremos, reposemos, descansemos… desistamos de todas nuestras tareas para dedicar nuestro tiempo a tener una relación con Él.

Porque, así como el cuerpo y la mente necesitan descanso, también el espíritu necesita un respiro para conectar con su Creador: estar a solas con Él, sentir su compañía, alimentarse de su Palabra…
Y, por ello, vino a mi mente este hermoso texto de las páginas doradas de las Escrituras, que desprende bellas lecciones para tener en cuenta.


El justo florecerá… ¡como la palmera!
El justo crecerá… ¡como el cedro!
Habla de dos plantas, dos árboles, muy especiales que tenían mucha importancia en la cultura oriental, así como la tienen hoy.

En primer lugar, la palmera, un árbol muy importante en todo lo que tenga que ver con el desierto. Divisar palmeras significa encontrar un oasis, aguas refrescantes, bendiciones… Todo esto obtenemos de las palmeras:
. Da sombra, refugio, seguridad
. Su fruto es comestible, sirve para jarabes, aguas ardientes
. Su tronco es artículo destacado para la construcción de postes y vigas
. El resto, es combustible puro
. Hojas secas para cabañas, cestos, cuerdas
. Hojas tiernas, ricos alimentos
. Los racimos que no dan fruto, se utilizan como escobas
. Sus semillas dan de comer a los hambrientos animales
¿Sabes, mi amiga? La palmera no sólo tiene vida… ¡derrocha vida!

En segundo lugar, consideremos al cedro, árbol que se eleva a lo más alto, mide entre 30 y 50 metro de altura. Procede del Líbano y Norte de Israel. Su tronco es fuerte, duro, aromático, lo cual hace que los parásitos no lo corrompan. Lo usó Salomón para el interior del Templo, así es de majestuosa esta madera. Y podríamos decir tantas cosas más…

Pero traslademos estas maravillas que conocemos acerca de estos árboles, a nuestra vida. ¡Cuántas lecciones para aprender y disfrutar!


Se trata de dos árboles altos, fornidos, que tienen gran aguante y fortaleza, aunque sean azotados por el viento…: El justo… florecerá…; El justo…crecerá…

¿Quién es justo? Pablo decía en Romanos que no hay justo ni aun uno…
Por tanto, hemos de buscar rectificar, cambiar de dirección, tratar de mejorar… ¡todas lo necesitamos alguna vez… muchas veces, me atrevería a decir!

Así como la palmera y el cedro crecen donde hay corrientes de aguas, los justos crecen por las profundidades de las aguas refrescantes de la Palabra de Dios, y por ello dan fruto.
Y qué maravilloso poder decir… que aún en la vejez seguimos dando fruto. Porque somos como la palmera, que empieza a los 7 años pero los frutos más hermosos los produce a los 50 años, y su vida se extiende alrededor de 200 años, sumando energía hasta su plenitud.
Pablo, ya declinando físicamente, dijo en su segunda carta a los corintios: Aunque mi cuerpo se va desgastando, mi interior se
renueva de día en día.
Vamos envejeciendo por fuera, pero nuestro espíritu tiene aún vigor. Con la ayuda de Dios, no hay declive espiritual.
Pero, ¿cómo se logra esto? ¿Qué hacer por nuestra parte?


La palmera y el cedro dependen de las raíces que los sostienen, y que beben del agua cercana. Así, nosotras debemos estar cimentadas en el manantial del Creador, para poder fructificar en todas las etapas de nuestra vida.
¿De qué nos estamos nutriendo?
Las hijas de Dios estamos arraigadas en la Roca que es Cristo Jesús, y gracias a Él podremos soportar las tormentas de la vida. Somos bendecidas en Él, quien nos alimenta. Y como estas plantas, podemos también bendecir a otros dando sombra, refugio, ánimo… con lo que somos y
tenemos.
Las palmeras tienen raíces pivotantes de hasta seis metros de largo; se pueden mover de un lugar a otro, pero resisten y permanecen vigorosas. También nosotras, a pesar de las circunstancias que nos envuelvan, estamos seguras en el Señor.

Otra característica de la palmera es que no puede ser injertada. Del mismo modo, tampoco nosotras somos compatibles con aquellos que no aman al Señor.

Pero lo que más me cautiva y conmueve es que las palmeras tienen su “corazón”, su cogollo de vida, blanco, alto, arriba, donde es muy difícil que algo las puede atacar. Desde allí salen sus hojas, flores y frutos… ¡Qué bueno es tener el corazón en lo Alto, en las cosas celestiales!
Spurgeon dijo: El hijo de Dios florece como una palmera que empuja toda su fuerza hacia arriba, en una columna derecha sin una sola rama. Es un pilar con un glorioso capitel. No crece hacia la derecha ni hacia la izquierda, sino que envía toda su fuerza hacia el cielo, y da su fruto tan cerca del cielo como sea posible. ¡Señor, cumple este tipo en mí!

Queridas, que estos pensamientos nos hagan reflexionar y aprender a tomar cada día de la mano de Dios; cuanto más alto enfoques tu mirada, más alto llegarás.
¡Qué hermoso ver y recordar que nuestro Padre no sólo está preparando lugar para nosotras, sino también nos está preparando a nosotras para ese lugar!

Dios las bendiga grandemente.

Mª Luisa Rodríguez de Córdoba