LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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La mujer como evangelista

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¿Cuál fue el método de evangelización de Jesús?

Últimamente he estado estudiando el pasaje del Señor Jesús acerca de no juzgar (Mateo 7:1-5), y, a la luz de esta enseñanza, me he dado cuenta de que yo había hecho un juicio muy equivocado de la mujer samaritana, la que también se llama la mujer que encontró a Jesús al lado del pozo. Este nombre es un poco largo, pero no se nos dice cuál era su nombre. El Señor la llamaba “mujer”, y Juan, al escribir su historia, se refiere a ella como “la mujer”. Pues, tendremos que usar ese apelativo. Como decía, la había enjuiciado muy equivocadamente. La tenía sencillamente por una mujer moralmente cuestionable. ¿No había tenido cinco maridos y ahora estaba con el sexto hombre que ni siquiera era su marido? Yo pensaba que Jesús había usado de mucha misericordia al hablar con ella, sin ver nada bueno en esta mujer, pero, después de pasar tiempo meditando en su historia, ¡ahora la tengo en alta estima! ¡Es la evangelista más exitosa de los tiempos de Jesús! No deberíamos tener más que admiración por ella. 

¡Esta mujer tenía una fe increíble! Siendo samaritana, se refería a Jacob como su padre. Se veía como descendiente de Abraham y heredera de las promesas dadas a Israel. Sabemos que los samaritanos eran de raza mixta. Por eso es extraordinario que se considerara hija de Jacob, pues, preguntó a Jesús: “¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo?” (Juan 4:12). Otro punto a su favor era que, siendo samaritana, respetaba a los profetas judíos. Consideraba que Jesús era uno de ellos y, como tal, le consultaba respecto a sus dudas. Quería adorar a Dios correctamente: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (4:20). Cuando Jesús le dijo que los judíos tenían razón en cuanto a cómo adorar a Dios, ella no discutió con Él; lo aceptó. Era honesta en cuanto a su vida. Reconoció lo que había sido, tanto delante de Jesús como delante de los de su pueblo. Es más, creyó todo lo que decía Jesús acerca del Espíritu Santo y quería recibirlo. La mujer estaba esperando al Mesías y creía que vendría no solamente para los judíos, sino para todos los pueblos. Creía que el Mesías los llevaría a toda la verdad. Cuando Jesús le dijo: “Yo soy, el que habla contigo” (4:26), ella creyó, y fue corriendo a dar testimonio de Él a los de su pueblo.

Esta mujer ya estaba preparada para ser “cosechada”, como decía Jesús: “Mirad los campos; porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35). Dios la había preparado para este momento y había enviado a Jesús para evangelizarla. Esto es maravilloso. Dios tiene gente ya preparada y esperando que alguien les hable de Jesús. Está haciendo su obra en las personas, preparándolas para el momento culminante de su vida en que enviará a alguien para que conozcan al Salvador.

El método de evangelización de Jesús fue muy interesante. No le habló a la mujer de la cruz, ni de su necesidad de salvación, sino que le habló del Espíritu Santo. El caso es que le dio mucha información acerca del Espíritu Santo. Dio a entender que Él mismo puede dar el Espíritu, y que el Espíritu Santo está vivo; no es “una fuerza activa”, sino una Persona viva. Dijo que satisface la sed para siempre, que brota como una fuente desde dentro y que nunca se seca: “El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (4:14). Dijo que el Espíritu da vida eterna. Por su actuación Jesús dio a entender que nadie puede recibir al Espíritu Santo sin antes reconocer su propia realidad. Es decir, para recibir el Espíritu Santo hemos de confesar nuestro pecado. Por eso el Señor le habló de su marido. Jesús dijo que es mediante el Espíritu como se ora al Padre. Y dijo que el Espíritu es Dios: “Dios es Espíritu” (4:24). Además, el Espíritu Santo nos es dado para evangelizar: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). ¡Ella recibió todo un compendio de teología sobre el Espíritu Santo!  

Esta mujer se fue corriendo para dar las buenas nuevas a su pueblo de que había encontrado al Mesías. Notemos el método de evangelización de esta mujer: Antes que nada, ella fue enviada por Jesús, y obedeció. Era solícita. Dio su testimonio y explicó su encuentro con Jesús: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:29). No predicó un sermón. No les dijo a los hombres lo que tenían que hacer o lo que tenían que creer (¡esto no gusta!), sino que les invitó a venir a Jesús y averiguar por sí mismos si era el Mesías. Les dio libertad para tomar una decisión por ellos mismos.

Los hombres de su pueblo vinieron, conocieron a Jesús y creyeron en Él. El resultado de la evangelización de esta mujer fue fenomenal. Todo el pueblo en masa se convirtió, y Jesús se quedó dos días más con ellos para adoctrinarles en su nueva fe.

En el método de evangelización de Jesús es interesante observar que: No tuvo prejuicios en contra de la mujer (¡como yo los tuve!). No discriminó a otros pueblos; La aceptó de entrada. Él empezó ofreciéndole el Espíritu Santo. Aclaró las preguntas doctrinales que tuvo la mujer. No dividió a judíos contra samaritanos, sino que habló de unidad en el Espíritu entre todos los pueblos. La llevó de forma natural, sin confrontación directa, a confesar su pecado. Cuando ella lo reconoció, se reveló a ella.

Jesús nos evangeliza para que nosotros también evangelicemos. Y nos da el Espíritu Santo para que lo hagamos. Usa a mujeres para evangelizar tanto como a hombres, y, por la obra del Espíritu Santo, esta evangelización es eficaz.

Margarita Burt