LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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La mujer como cuidadora de la familia

La mujer cristiana ha sido llamada por Dios a vivir con sabiduría y amor en el seno familiar

Hace años, mi esposo y yo decidimos escribir un libro titulado: “Y tú, cuida de ti mismo”, que fue publicado por Andamio en el año 2011.

Me gustaría que, en la línea del libro mencionado y a lo largo de los meses próximos, pudiéramos ver cómo cuidar mejor de nosotras mismas, de nuestra familia y de nuestro entorno.

En este artículo voy a tratar brevemente el tema de la mujer como cuidadora de la familia. Habría mucho que escribir, pero quiero hacer sólo un pequeño resumen de lo que estoy pensando en estas últimas semanas.

En este mundo y este momento histórico, cuando los valores cristianos se ven tan distorsionados y todo parece ser tan relativo, la mujer cristiana ha sido llamada por Dios a vivir con sabiduría y amor en el seno familiar.

Creo que la mayoría de las lectoras de esta publicación, convendréis conmigo en que el hogar es el primer lugar donde los hijos y los nietos van a aprender a vivir de una forma que pueda honrar a Dios, siguiendo sus leyes y normas.

Empezaré por una de las facetas más importantes y poderosas de la mujer cristiana, que es la de reconocerla como intercesora espiritual: mujer que nunca deja la oración constante por los miembros de su familia.

Como guardiana espiritual del hogar, ha de llegar a ser una gran intercesora y estar en continuo contacto con el Señor para poder mantener viva la antorcha de la fe en medio de rutinas, desafíos y tantas luchas cotidianas, con las que se tiene que enfrentar cada día. Su oración “sin cesar”, su lectura bíblica, y su total dependencia de la Palabra de Dios, han de serle fuente de vida y de fuerzas para cada momento y circunstancia, sembrando, también, ese ejemplo de fe en sus hijos.

Además, el rol de la madre cristiana en la formación de los hijos, no se limita a la corrección de conductas o revisión de tareas. Se trata de formar su carácter, enseñar valores, formar hábitos y transmitir una cosmovisión bíblica de la vida. Recordemos que la Palabra de Dios nos manda que enseñemos lo que dice la Biblia: “cuando estemos en casa, vayamos andando por los caminos, cuando nos acostemos y cuando nos levantemos” (Dt. 6:6-7). Por lo tanto, tiene que ser una “docente” constante y también un modelo que pueda aplicar una disciplina en amor, pero con coherencia y autoridad. La mujer cristiana es una maestra permanente. Forma el corazón de sus hijos a través del ejemplo, la disciplina amorosa y las conversaciones. Su ternura, paciencia y firmeza son herramientas que Dios usa para que sus pequeños crezcan en gracia, sabiduría y verdad.

Muchas veces hoy, y probablemente siempre, ha sido la mujer la que ha mantenido viva la llama de la fe en su casa, a pesar de los conflictos y tantas luchas cotidianas a las que se tiene que enfrentar. Su oración y la lectura de la Palabra de Dios son, en la mayoría de los casos, una fuente poderosa de bendición para los suyos.

La Biblia nos muestra que, en ocasiones, algunas mujeres espirituales llevaron a su familia a los pies de Cristo. Recordemos cómo el apóstol Pablo le recordó a Timoteo (pastor joven de la Iglesia primitiva), cómo la fe de su madre y de su abuela (Eunice y Loida) impactó en él, de tal manera que llegó a ser bendecido y de gran bendición para la obra de Dios. Ambas mujeres fueron modelos de la gracia del Señor en sus vidas diarias y pudieron sembrar la verdad del evangelio en su propia casa, con sabiduría y con amor (2 Tm.1:5). Por eso, es muy importante que la mujer dedique momentos del día para orar por su familia, para meditar en las palabras de la Biblia, para proteger a los suyos de ataques y conflictos, llevándoles a que puedan llegar, ellos mismos, a ser capaces de confiar en Dios desde pequeños.

Emocionalmente, debe cuidar de sus hijos con palabras que afirmen su identidad, y ayudarles a desarrollar responsabilidades.

Muchas veces, esa mujer es el termómetro emocional de la casa. Su tono de voz, su manera de reaccionar ante los conflictos y su capacidad para contener el estrés, influyen profundamente en el clima familiar. Proverbios 31:27 afirma que la mujer virtuosa está atenta a la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad”. Cuida su lenguaje, escucha activamente a su esposo e hijos, y evita la crítica destructiva. Su sensibilidad emocional le permite percibir lo que está sucediendo en cada miembro de su familia y actuar con prudencia. Fomenta el perdón, el diálogo y el respeto entre los miembros del grupo familiar.

Proverbios 31 también destaca que la mujer virtuosa es previsora, ahorradora y sabia en el uso de sus recursos. No se trata de habilidades domésticas, sino de una actitud de responsabilidad frente a lo que Dios ha confiado al matrimonio: tiempo, dinero, salud y talentos. La mujer cristiana sabe que la buena administración bendice a otros. Enseña a sus hijos a valorar el esfuerzo, a cuidar de sus pertenencias, pero sobre todo a compartir. Busca la excelencia, sin caer en el perfeccionismo ni en la vanidad.

Es, también, una constructora de amistad que juega un papel fundamental en la unión de la familia extendida. Debe ser fuente de reconciliación, anfitriona generosa y una mediadora sabia. Recordemos que la Biblia en Romanos 12:18 nos aconseja: en lo que dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.

Ella es un modelo de fe en medio de las tormentas. Aun cuando llegan las enfermedades o las crisis económicas, los desafíos personales, su confianza en Dios la sostiene. No es que no tenga temores o dudas, sino que los enfrenta con la oración y esperanza; y volvemos a Proverbios: “fuerza y honor son sus vestiduras; y se ríe de lo por venir(31:25).

Su confianza y resiliencia viene de su intimidad con Dios, y de que sabe que tiene una misión clara en su hogar. Es luz en la oscuridad y su fe inspira a todos. Comparte su testimonio con sus hijos y con los que la rodean, y sostiene a su esposo con palabras de respeto.

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Ester Martínez Vera

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