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La mamá y el niño: Cómo entender a nuestros adolescentes

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Necesitamos entender a los adolescentes para favorecer un correcto proceso de identificación en ellos

Son muchas las madres que se angustian sobremanera cuando llega el momento de la pubertad (nombre para los cambios físicos que se dan en esta etapa), al ver que sus hijos sufren una tremenda metamorfosis en todos los aspectos de su vida, durante esos años cruciales.

Aquellos niños que estaban inmersos en el seno familiar, que querían estar allí más que en cualquier otro lugar, ahora parecen querer salir del nido, y casi rechazar las figuras parentales.

Empiezan entonces, en las casas, muchas problemáticas que se extenderán, con sus más y con sus menos, desde los 12 años hasta los… No sabemos muy bien qué poner en cuanto a la edad en que se da por finalizada esta etapa llamada adolescencia. Lo que sí sabemos es que la adolescencia, actualmente, constituye un período muy prolongado, debido a la preparación que requieren los jóvenes, en nuestras sociedades occidentales, para entrar en el mundo de los adultos.

Muchos problemas aparecen porque los adolescentes son, por definición, buscadores de su identidad. Eso lleva aparejada una gran ansiedad por labrarse un lugar en la comunidad, por saber quiénes son, por descubrir lo que quieren ser…

Hay tres grandes ejes del desarrollo que los padres debemos conocer a fin de entender un poco más lo que ocurre en ese camino de búsqueda existencial:

Eje físico-sexual

Eje social

Eje intelectual

A través de estos tres ejes el niño/a va pasando de la infancia, en la que ha estado muy unido/a a su familia, con mecanismos de identificación y relaciones de dependencia de los progenitores, al período de la adolescencia en el que se da una cierta ruptura con el mundo familiar, en la búsqueda de sí mismo. Llega ahí con necesidad de autonomía y de diferenciación, y con grandes dosis de rebeldía. En un sentido, podemos decir que se identifican por oposición a todo lo que los padres piensan y representan para ellos durante ese período.

Analizaremos, en dos artículos aunque muy brevemente, los tres ejes mencionados. En este artículo nos dedicaremos solo al primer eje:

Eje físico-sexual

Este eje se da en períodos invariables en sus secuencias, pero variables en cuanto al momento de  la aparición y en cuanto a su duración y a su ritmo. Estos períodos son:

Prepubertad (incubación de 6-11 años). Preparación para la importante eclosión hormonal que va a aparecer en breve

Pubertad (a partir de los 11, 12 años). Se dan transformaciones rápidas, controladas hormonalmente (gonadotrofina, corticotrofina) con repercusiones psicológicas: cambio de actitud con respecto a su cuerpo y con respecto al medio.

Postpubertad. El cuerpo madura rápidamente, aunque el proceso de la adolescencia sigue por años.

La mayor problemática, en estos tres momentos, es aceptar un cuerpo pulsional e integrar la identidad sexual en la personalidad, incorporando ese cuerpo nuevo con unos factores que serán configuradores de la imagen del cuerpo. Entre esos factores podemos señalar los que siguen:

La pulsión sexual

Se produce atracción y deseo de relacionarse físicamente con personas del sexo contrario. Este aspecto hace muy necesario educar e informar de los peligros en cuanto a las relaciones sexuales precoces y lo que implican, transmitiéndoles, desde la honestidad y la sinceridad más absoluta, las repercusiones de acciones fuera de la voluntad de nuestro Creador, a fin de que los jóvenes entiendan, de verdad, lo que es una relación sana dentro de la voluntad de Dios, para que les vaya bien (Deuteronomio 4:40).

Actitudes y juicios de terceros

Les importan mucho, y pueden afectar de forma muy significativa a sus vidas, por su necesidad de ser aceptados por el grupo de iguales, pero también las opiniones y la mirada de la madre pueden afectarle de manera importante. Por eso, la figura materna, desde el momento del nacimiento de sus niños, debe hacer un ejercicio de aceptación en cuanto al cuerpo de ellos y, ahora en este período tan importante, es vital aceptarlos/las tal como son. La madre en muchos sentidos puede controlar bastante la alimentación para que no aparezca ningún problema de obesidad, pero cada chico y cada chica tienen su propia constitución y lo importante es que coman sano y de forma correcta, evitando demasiados azúcares y grasas no sanas, y aunque la frase de que las madres “tenemos la sartén por el mango” es verdad, perdemos un poco ese poder en la alimentación cuando llegan los años en que salen mucho más con sus amigos; por eso será muy recomendable también enseñarles a comer sano como norma general, y a vivir un estilo de vida saludable, sin olvidar el ejercicio físico.

Modelos interiorizados

Necesitan modelos cercanos con formas de vida sanas e ideas fundamentadas en valores correctos que les aporten ganas de vivir y propósito para su existencia. Volviendo a la madre; es modelo por definición. Debemos recordar que los niños no hacen lo que les decimos, hacen lo que hacemos.

Diferenciación de los padres en búsqueda de la propia identidad

Esto puede doler a los padres y, sobre todo a las madres, que se quedan con la sensación del “nido vacío” y, muchas veces, con cierta tristeza, pero es imprescindible ayudarles a generar sus propias alas para ir saliendo progresivamente del círculo familiar, y aceptar sus diferencias y peculiaridades. Pero siempre arraigados en los valores que se habrán ido generando a lo largo de esos cortos años de vida.

Problemas derivados de la maduración temprana o tardía

Las niñas maduran antes, y eso puede traer alguna complicación en sus relaciones sociales y en la aceptación o rechazo de su cuerpo, llevándolas, a veces, a sufrir trastornos alimentarios si no se cuida la idea de que tienen que aceptarse ellas mismas primero, antes de que lo hagan los de su alrededor, y de que su cuerpo es una creación única, y que la pregunta: “¿Le dirá el barro al alfarero que mal me hiciste?” (Isaías 45:9), sigue en pie también para sus vidas; y tienen que estar preparadas por si llega el rechazo o las burlas para saber reaccionar de manera correcta. 

Como ya hemos subrayado, en este tema del cuerpo, la actitud de la madre es muy relevante. Una madre muy preocupada por su propio peso o figura transmitirá esa falta de auto aceptación, y esa actitud aún será mucho más contraproducente si continuamente se habla, en casa, del exceso de peso en la hija o el hijo, o se pretende que se sigan dietas continuamente para adelgazar.

¿Qué te parece?     

Ester Martínez Vera