No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo
Por lo general, las despedidas suelen ser tristes. El hecho de dejar algo o alguien implica un desprendimiento, especialmente cuando nos unen sentimientos de amor, compañerismo e intimidad. Es en el momento de separarnos, cuando solemos sentir el dolor más intenso. Sobre todo, si no hay seguridad alguna de que habrá un reencuentro o un regreso.
En cuanto a las relaciones personales, si la despedida es temporal, sabemos que se corre el riesgo de que al pasar los días, el distanciamiento, el olvido y la pérdida del interés por el otro gane terreno en la relación y, como consecuencia, esta termine enfriándose hasta desaparecer.
La nostalgia también puede invadirnos al recordar los momentos vividos, las lecciones de vida aprendidas, los afectos compartidos…
Al llegar el final de su ministerio terrenal, el Señor Jesús debía regresar a la gloria con el Padre. Conocía bien el efecto que esto tendría en sus íntimos seguidores, y aunque en varias ocasiones les había dicho que su muerte se acercaba, y que sería entregado en manos de los gobernantes romanos y los religiosos judíos, dedicó un tiempo especial para, en intimidad, despedirse de “los suyos”. Así nos relata Juan: “sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1).
Para que sus corazones no se cargasen de demasiada tristeza, el Señor los animó con palabras de gracia, consuelo, instrucciones y advertencias que serían necesarias para confortar sus corazones y los nuestros. Él los dejaría, pero debía quedar en ellos la plena seguridad de que eran “los suyos”, su compañía de creyentes en la tierra, que pertenecían a su Salvador en el cielo. Son “los suyos”, como el fruto de Su propia obra. “Los suyos”, como aquellos que el Padre le ha dado. Podían tener poco valor a los ojos del mundo… pero eran muy preciosos a Su corazón. Se iba, pero no dejaría de amarlos; y aún sigue siendo así hoy. Él no está en el mundo, pero tenemos la seguridad de que nunca nos abandonará. Su amor nos llevará y cuidará hasta el final.
Tenemos muchas lecciones que aprender de aquella “despedida”. Lo primero es que, en Su ausencia, sus discípulos deberían tener buenas relaciones los unos con los otros. Por esto, en un acto simbólico, les instruye al servicio en amor: se ciñe sus lomos con una toalla, toma un lebrillo y comienza a lavar los pies polvorientos de aquellos hombres. Este episodio nos recordará por siempre que, así como tiene los pies cubiertos de polvo el caminante que va por los senderos, así los creyentes estamos expuestos, por el constante contacto con el mal, a contaminarnos en pensamientos, palabras y hechos. Aunque estamos “limpios” por la sangre de Jesús y el Señor en el cielo vela por nuestra santidad práctica, nos ha dejado el legado de lavarnos los pies los unos a los otros (Juan 13:14,15). Es nuestro deber realizar este servicio con humildad, advirtiendo con la Palabra acerca de la falta o el peligro al que se expone el hermano.
El lavado de los pies es la representación simbólica en la tierra de un servicio que nuestro Señor continúa en el cielo.
En aquella cena, Jesús pone al descubierto un mal insospechado en su círculo íntimo: sería traicionado por uno de ellos y, en breve tiempo, otro de los más fervorosos le negaría públicamente. La pena, incluso la consternación, pesa sobre los corazones atribulados de los discípulos al proyectarse sobre ellos la sombra abrumadora de los acontecimientos inminentes. Entonces, resuenan las palabras consoladoras del Maestro: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1, 27). Se iría a la casa del Padre, donde hay muchas moradas y cada uno de los que le sigue tendrá su lugar. No los dejaría huérfanos, estaría presente en cada corazón creyente en la persona del Espíritu Santo.
¡Qué consuelo para nuestros corazones atribulados! Cristo, nuestro recurso infalible, nos promete un hogar en gloria, que nos espera. ¡Tenemos al Hijo del hombre en gloria que desea nuestra presencia, y un Consolador para guiarnos en cada paso del peregrinar en este mundo! Había muchas razones por las cuales Sus discípulos no deberían temer a esa separación. Él se iría, luego de haber hecho la paz en la cruz del Calvario; desde entonces todo creyente puede disfrutar de paz con Dios. Además, el corazón del que cree estaría consolado por Su paz compartida; y esta no como la que ofrece el mundo, transitoria y temporal.
Cristo personalmente se iría, y entonces les da instrucciones sobre la importancia de la comunión con Él. Les dice: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:5). Les revela Su deseo de que todos los suyos llevemos fruto, esto es, manifestemos los exquisitos rasgos de Su propio carácter moral. Es en la nueva compañía de “los suyos”, quienes estamos unidos por el vínculo perfecto del amor, en donde serían más evidentes los mismos. Les dice: “Esto os mando: que os améis unos a otros” (Juan 15: 17). ¡Cuán reconfortantes son todas estas enseñanzas! Jesús no estaría más en el mundo, pero los dejaría con todos los recursos necesarios para dar testimonio al mundo de quien es Él.
El Señor finaliza este tiempo de despedida dirigiendo palabras al Padre en oración (Juan 17). Escuchamos las confidencias de Su corazón, somos llevados de las cosas pasajeras del tiempo, para contemplar las inmutables de la eternidad. Nos habla de Su deseo de que el Padre sea glorificado en los santos y los santos sean glorificados en Él.
Ruega que seamos guardados del mal y santificados por la limpieza de Su palabra. Intercede ante el Padre por una unión tan vital y fuerte entre “los suyos”, como la que mantiene Él con Su Padre. Cristo estaría separado corporalmente de ellos, pero no en persona; así es hoy con nosotros. “Todo en la tierra puede faltarnos, el mundo puede tentarnos, la carne traicionarnos; pero Cristo en la gloria sigue siendo el recurso infalible de la fe” (H. Smith).