LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Las cosechas de la vida no tienen una fecha fija en el almanaque

¡Hola, querida amiga! Nos volvemos a encontrar después de un tiempo. Sabes, en el momento en que estoy escribiendo este artículo, aquí, en el hemisferio sur, estamos recibiendo la primavera. Y te confieso que es una de mis estaciones preferidas.

La primavera es una de las épocas más cálidas del año, los días son más largos y más luminosos. En cuanto a la siembra, la primavera es una buena temporada para sembrar porque hay mayor cantidad de luz y calor, lo que permite que las plantas realicen apropiadamente tanto sus procesos químicos como metabólicos.

Los agricultores saben que tienen que invertir en semillas, sembrarlas, regarlas y cuidarlas. El resultado de su siembra y esfuerzo le traerá bendiciones materiales, tendrán frutos, podrán alimentarse y venderlos para su beneficio.

Sabemos que una buena cosecha requiere primero de un buen trabajo de siembra, de una buena semilla, buen abono y riego constante.

En la vida, querida amiga, ocurre algo parecido. Si sembramos “buenas semillas” en nuestras vidas, cosecharemos lo bueno; si sembramos vicios, amargura, rencor… cosecharemos lo malo. Muchas de las cosas que suceden en nuestras vidas son cosechas que estamos recogiendo de siembras que hicimos en el pasado. Buenas o malas. Todo el bien que hacemos vuelve en algún momento a nosotras multiplicado. Ocurre lo mismo con todo lo malo. Generalmente somos la causa de todo lo que nos sucede. 

No podemos sembrar maleza y esperar que produzca manzanas. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7).

Más claro imposible: lo que sembramos, eso cosechamos. No nos engañemos: recogeremos la cosecha de nuestra vida. La expresión “No os engañéis” intenta que reparemos en que ese engaño procede de nuestro propio corazón, y que, además, Dios no pasa por alto el pecado.

La palabra “burlado” se traduce de un verbo griego que literalmente significa “levantar la nariz, mofarse de manera irreverente”. Es entonces cuando Pablo, en el vs. 7 segunda parte, enuncia: “TODO LO QUE EL HOMBRE SEMBRARE, ESO TAMBIÉN SEGARÁ”. Ésta es una ley universal y que Dios aplica a todos, sin excepción. Dios no dará por inocente al culpable.

Algunas personas se engañan a sí mismas, porque su semilla actual parece no producir un fruto inmediato. Por eso no cambian su manera de vivir, creyendo erradamente que sus acciones nunca tendrán consecuencias. Pero a diferencia de las cosechas del campo, que se recogen cada año casi en la misma época, las de la vida no tiene una fecha fija en el almanaque. Hay cosechas que recolectamos rápidamente; otras tardan mucho tiempo. Pero finalmente, el tiempo de la siega llegará. Y recibiremos lo que nos corresponda.

Queridas hermanas y amigas, tenemos aquí una clara exhortación a cuidar nuestra vida y, parafraseando un devocional que en algún momento leí, tenemos además “…un enemigo perverso al cual resistir, oraciones que elevar, un Cristo a quien amar, trabajos seculares con los cuales glorificar a Dios, hijos a quienes guiar, instruir y corregir en amor, hermanos en la fe y personas queridas a quien perdonar, almas a las que predicar”. En otras palabras, tenemos un bien que hacer. Así que no bajemos los brazos en cuanto a hacer el bien y seguir el ejemplo de Cristo. “Pues también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pasos” (1 Pedro 2:21).

Gálatas 6:9, un versículo posterior al que estamos considerando, nos invita a tomar la mejor decisión: “Así que no nos cansemos de hacer el bien; a su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidas” (NVI).

Miriam M. Córdoba de Urquiza