LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

El eterno Dios es tu refugio

Print Friendly, PDF & Email

En las promesas de Dios es donde nuestro corazón puede hallar descanso

Estas palabras que encontramos en Deuteronomio 33:27, y que se repiten en otros pasajes, nos hablan del cuidado de DIOS para su pueblo y de lo que quiere significar esto para cada momento de nuestra vida.

La palabra “refugio” nos habla de seguridad, de morada y, en este sentido, esta palabra “morada”, es lo que nos lleva a pensar en el hogar. Esta idea que tenemos del hogar, que cuando cerramos la puerta, tras ella dejamos fuera el mundo exterior; es donde nos adentramos para sentirnos protegidas, sin temor. Dios quiere ser nuestra morada, nuestro protector, nuestro verdadero hogar espiritual, nuestro anfitrión, y espera que en Él podamos disfrutar de su presencia y su cercanía, descansando, sin temor al mal. Muchos son los peligros y aflicciones que acechan nuestra vida, de tal modo que humanamente nos sobrecogen, pudiendo afectar a nuestros pensamientos y a cómo afrontamos la propia actividad diaria. Pero Dios nos recuerda que debemos permanecer en sus promesas, que son fieles y verdaderas; ahí es donde debe estar anclada nuestra confianza y seguridad, y donde nuestro corazón puede hallar descanso.

Esto no quiere decir que no seamos conscientes de la realidad del mundo que nos rodea y en el cual desarrollamos nuestra labor como testigos de Él. Y donde tenemos nuestra misión, trayendo a la humanidad esperanza y las buenas noticias de salvación. Reconocemos que donde Él no está, la oscuridad y la sinrazón es lo que domina y controla las mentes y acciones de aquellos cuyo señor es el maligno. El mundo camina inexorablemente a un final de tinieblas cada vez más cercano, donde la paz y la verdad no existen. A nuestro paso encontramos en las personas a nuestro alrededor, aquello que la Biblia define como el fruto de la carne en Gálatas 5.  Nosotras, que en otro tiempo vivíamos así, ahora vivimos por su gracia en el Espíritu, de manera que debemos andar también por el Espíritu. Como decía Pablo a los atenienses en Hechos 17: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos…”. Fuera de Cristo no tenemos gozo, no llevamos el fruto del Espíritu.

Aunque nuestras vidas fluctúen a veces en medio de la inestabilidad de la vida, al Señor los cambios no pueden afectarlo jamás; no puede ser alterado por el tiempo, ni por las edades, ni está sujeto a los caprichos de los poderes y gobiernos de este mundo. Dios es inmutable, como se nos muestra en el libro del profeta Malaquías (3:6): Yo Jehová, no cambió…, en DIOS no hay mudanza ni sombra de variación. Su poder, su justicia y su sabiduría, amor y verdad, permanecen inalterables desde la eternidad. Por eso, Él siempre ha sido refugio y fortaleza para su pueblo en el día de la angustia. En medio de todos estos cambios turbulentos que se producen en nuestra vida, así como sucede también a lo largo de la historia de este mundo, aun cuando llegue el final y la tierra se deshaga, su amor por sus redimidos permanecerá. Él quiere ser nuestra ancla, y que nos aferremos a Él así como lo hace la nave al ancla; esta es la seguridad y esperanza que alivia nuestra alma, cuya naturaleza, que tiende a ser inestable, sólo puede descansar y esperar en quien dice ser, y es, nuestro auxilio, nuestro amparo y nuestra fortaleza, ¡qué maravilloso Salvador y Redentor! El Dios eterno es mi ayudador y me dice: “No temas, que yo soy contigo, no desmayes que soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré”.  

¿Has puesto tu confianza, tu seguridad, en las manos del Todopoderoso y Creador de este mundo, el cual lo sostiene con el poder y autoridad de su palabra? ¿No quieres conocer al Dador de la vida? El vino a dar su propia vida, la entregó en sacrificio para salvarte a ti. Él es quien puede perdonar tus pecados, sanar tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias… el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila.

Él debe ser el objeto de nuestra fe, a quien estemos mirando durante el tiempo de nuestro caminar por este valle, hasta que nos lleve para estar en su gloria junto a Él por toda la eternidad. Jesús, Cristo, Mesías, Redentor, Santo… quien venció a la muerte, resucitó y se ha sentado con su Padre en su trono; a través de Él somos guardadas por el poder de DIOS mediante la fe.

La visión de ese futuro glorioso junto a Él, nuestro Señor, disipa todos nuestros temores; el gozo futuro compensa las tristezas que ahora, por un breve periodo de tiempo, tengamos que experimentar en diversas pruebas. Esta vida es corta y escasa, comparada con la eternidad. Al que es el principio y final, el alfa y la omega, nuestro refugio, nuestro intercesor, ¡a Él sea toda la gloria!

Chelo Villar Castro