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Capacitadas para la discapacidad: Autismo

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Todos tienen la capacidad para progresar, si les damos las herramientas adecuadas

Recientemente celebramos el Día Internacional del Autismo, así que me pareció oportuno reflexionar sobre este trastorno del desarrollo que afecta a millones de personas en todo el mundo.

El autismo es un problema real en nuestra sociedad actual, y cada vez más niños son diagnosticados con este trastorno. Aunque cada persona en el espectro es única, el autismo se caracteriza por dificultades en la comunicación y en la interacción social, entre otros aspectos.

Es importante recordar que no existe una cura o tratamiento que pueda curar el autismo, ni hay características físicas reconocibles, haciendo que este trastorno sea “invisible” y difícil de diagnosticar en muchos casos. Sin embargo, para las familias, profesionales y educadores que trabajan con personas en el espectro, el autismo es una realidad cotidiana y una carga emocional y financiera constante.

Como cristianos, debemos ver a estas personas con los mismos ojos que Dios las ve, como seres creados a su imagen y semejanza. Jesús mismo pasó tiempo con personas que eran marginadas y odiadas por la sociedad de su época, y nosotros debemos seguir su ejemplo ofreciendo apoyo y consuelo a las familias de personas en el espectro. También tenemos la responsabilidad de compartir la esperanza que tenemos en Jesús y transmitir el amor de Dios a aquellos que están afectados por el autismo.

Como terapeuta que trabaja con niños con autismo, tengo muchas historias que compartir sobre las maravillas de mi trabajo, pero nunca olvidaré a la primera niña con la que trabajé. Era una niña de 5 años que no hablaba, pero después de trabajar con ella durante un mes, aprendiendo a conocerla y jugando con ella, logró decir su primera palabra funcional. Fue una alegría poder escuchar su voz, pero quien más se vio impactada fue su madre, quien me agradeció y explicó que cuando recibieron el diagnóstico, los profesionales les aseguraron que jamás escucharían la voz de su hija. Pero ahora, gracias a nuestro trabajo, tenían esperanza. Esta historia no es para decir que todos los niños con autismo llegarán a hablar algún día, pero lo que me gustaría transmitir es que todos tienen la capacidad para progresar, si les damos las herramientas adecuadas.

Interactuar con alguien que tiene autismo puede ser difícil al principio, pero si ponemos esfuerzo y dedicación, podemos descubrir un tesoro en el tiempo que pasamos con ellos. Al ver el mundo a través de sus ojos, podemos crecer como personas y aprender a valorar la diversidad humana.

Recordemos la importancia de ser compasivos y solidarios con las personas en el espectro y con sus familias, y trabajemos juntos para crear comunidades más inclusivas y empáticas. Cada uno de nosotros tiene el poder de hacer una diferencia en la vida de aquellos que están afectados por el autismo.

Raquel Gómez Lerma