¿Cómo podemos ayudarnos y alentarnos mutuamente para que ambos lleguemos a ser las personas que Dios quiere que seamos?
El matrimonio, como hemos comentado alguna vez, es la relación más íntima entre dos seres humanos, pero los problemas que surgen de la vida cotidiana traen inevitablemente tensiones, y es cuando aparece, quizás por primera vez, lo de «¿Quién es el que manda aquí?».
Muchas parejas cristianas se casan con el interrogante de dónde realmente encaja el concepto bíblico de sumisión y liderazgo en el matrimonio en una sociedad como la que nos toca vivir, donde la igualdad entre el hombre y la mujer es un hecho, y el principio bíblico parece fuera de época. El problema reside en que no comprenden el verdadero significado o lo que comportan los mandamientos del Señor en relación al matrimonio. Por ejemplo, quizás a ella le han ofrecido un trabajo que demandará viajar a distintas partes del país, y él no está de acuerdo. O por el otro lado, ella le pide a él que sea el líder espiritual en la familia, pero quizás ninguno de los dos sabe cómo afrontar las distintas situaciones ante el principio bíblico.
La batalla del tira y afloja
Algunas parejas tienen desacuerdos por su manera de pensar, o su diferencia de valores, pero a veces este desacuerdo superficial es síntoma de conflictos más profundos, ¡ambos luchan por el poder en su matrimonio! Cuando ésta es la causa de fricciones en la relación, es más difícil de vencer.
Muchas son las parejas que simplemente no conocen las necesidades o sentimientos del otro y disienten en cosas que realmente no tienen importancia. En 21 años de casados, Daniel y Lidia han batallado sobre cada cosa, desde a dónde irían el fin de semana, hasta qué tendrían para cenar. Es fácil echar la culpa a las diferencias o las preferencias personales, pero, si nos detenemos a pensar, veremos que la causa es que uno de los cónyuges está usando esas diferencias, quizás inconscientemente, como un «juego de superación».
Batalla de poder
Cuando se sufre de baja autoestima, a veces la persona se siente tan poca cosa que ejercer cierto poder le hace sentirse mejor. Un matrimonio amigo ha entrado en ese juego. Ella necesitaba desesperadamente sentir que tenía el control, y lo consiguió a expensas de cansar a su marido contradiciéndole en todo. «Haz lo que quieras», él comenzó a decirle, «de cualquier manera siempre lo haces». Cuando un cónyuge adopta esa actitud el resultado será desastroso. Cuando el esposo permite a su mujer ejercer todo el control, ella eventualmente le perderá el respeto y él se sentirá resentido. Y a menudo mostrará su agresividad en forma vengativa, «olvidando» hacer lo que debe o haciendo cosas que sabe que a su mujer le van a disgustar.
Esposo autócrata
Joaquín, un esposo de 42 años, nos ilustra otra causa de conflicto en el matrimonio: experiencias en la niñez. Su padre era un hombre de carácter muy fuerte, lo que él decía había que hacerlo. Cuando Joaquín se casó, se encontró en una situación en la que podía ejercer «poder», pero no sabía cómo actuar; así que trató de imitar a su padre y ser inflexible, y pronto la relación con su esposa se vio seriamente afectada.
Muchos son los que llegan al matrimonio y se sitúan en uno u otro extremo: El cónyuge que abusa de su autoridad, pasando por encima del otro, o aquel que empuja al otro a una situación de igualdad legalista. En ninguno de estos casos el liderazgo es efectivo.
Evitar el poder del conflicto
La manera de evitar el conflicto acerca de quién tiene el control, es recordar que no es tan importante quién decide qué coche van a comprar, o dónde van a pasar las vacaciones, sino que lo importante es que ambos sientan que han sido respetados y sus opiniones valoradas. Entonces, “cederán” sin sentirse inferiores o «ganarán» sin actuar con superioridad. En cambio, si tener control significa obtener siempre lo que se quiere, o tener la última palabra, se tiene una definición equivocada. Pregúntate: ¿Ganar esta discusión ayudará en mi relación con mi esposo, o la dañará? ¿Ayudará a mi esposo a ser mejor líder, o no? Conservar una buena relación es más importante que ganar una disputa.
¿Qué dice el Nuevo Testamento sobre este tema?
Aunque Efesios 5:23 es bien claro, sin embargo, ha sido y es motivo de controversia. Yo no pretendo hacer un estudio, sino solamente traer algún pensamiento que se desprende fácilmente del pasaje para poder entender mejor el tema del liderazgo en el matrimonio.
Stuart Briscoe, un conocido expositor bíblico y escritor, hablando sobre este tema dijo: «Si el principio de sumisión y del hombre como cabeza es parte de los preceptos bíblicos permanentes, y lo es, entonces es nuestra responsabilidad aplicarlo a nuestro escenario contemporáneo. No podemos manipular la Biblia para adecuarla a nuestra cultura, y a la manera de pensar de este siglo. Debemos decir: la Biblia lo ordena».
Pablo dice que el esposo es la cabeza de la mujer como Cristo es la Cabeza de la Iglesia (Ef. 5:23). En Ef. 1:20 Cristo es descrito como «Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia», en otras palabras, para el beneficio de la iglesia. De acuerdo a ese modelo, Dios ha delegado alguna autoridad al esposo, haciéndole responsable de cómo ejerce su liderazgo, ¡¡en beneficio de la esposa!!
La segunda mención de Cristo como cabeza, lo describe como la fuente «de la que todo el cuerpo recibe su sostén» (Ef.4:15,16). De acuerdo al modelo o patrón, el esposo también debe funcionar como fuente de enriquecimiento para que la esposa pueda crecer, tal como la Iglesia se desarrolla bajo el liderazgo que como cabeza Cristo ejerce.
Cristo es la cabeza del hombre y éste es la cabeza de la mujer por orden divino (1 Co.11:3). No tiene nada que ver con su inteligencia, dones, capacidad o madurez. No se origina en la cultura sino en la creación, según vemos en 1 Corintios 11:8. El hombre no tiene libertad para abandonar o abdicar de su posición, como tampoco la mujer para usurparla. Esto NO significa que el hombre debe dominar a la mujer, sino que debe hacerle bien y ayudarla a crecer; ¡debe amarla como Cristo ama a su Iglesia!
Cuando no llegan a un acuerdo
La forma ideal de gobierno en el matrimonio es cuando ambos cónyuges hablan, dialogan, y delegan áreas de control de común acuerdo, acorde a sus respectivas habilidades, talentos y dones. Pero en el caso en que la pareja discute el problema y llega a un punto muerto donde no se pone de acuerdo, ¿quién toma la decisión?
Si eso sucede, de acuerdo al mandato bíblico el esposo debe asumir el liderazgo. Por supuesto, siempre considerando delante de Dios el efecto que su decisión tendrá sobre su esposa. Por otro lado, la mujer debe orar y confiar en que Dios va a guiar a su esposo en esta decisión.
El respeto, del cual se habla en Ef. 5:33, pide a la esposa que recuerde la responsabilidad que el esposo tiene delante de Dios, y le ayude a ocupar su lugar, respetándolo, teniendo un carácter apacible, fácil de ser amada.
La mujer cuya identidad, controlada por el Espíritu, es fuerte en Cristo y desea obedecer sus mandamientos en todo, se acercará a su esposo con una actitud de compañerismo preguntándose con interés: «¿Cómo podemos ayudarnos y alentarnos mutuamente para que ambos lleguemos a ser las personas que Dios quiere que seamos?».
Nunca debemos olvidar que la relación en un matrimonio creyente no es de dos personas sino de tres, en la cual Dios ocupa el lugar central.
El cuadro de dos creyentes que están acostumbrados a someterse a Dios es lo más hermoso en un matrimonio, porque se sienten compañeros, ayudadores, hermanos en Cristo, y se aman y respetan.