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La mamá y el niño: Entrenando a nuestros hijos para ser responsables

Cuando la responsabilidad es consistentemente requerida y reconocida en el hogar, el niño va a actuar responsablemente

Como madres, muchas veces nos encontramos repitiendo una y otra vez ruegos como: “¡Cuándo aprenderás a guardar tus juguetes antes de salir!»; “¿Por qué tengo que recordarte una y otra vez que debes lavarte las manos antes de comer?»; “Necesito que termines con tu tarea escolar antes de la hora de cenar”; «Necesito que te levantes cuando suena el despertador”; etc., etc. Es natural que queramos que nuestros hijos sean responsables y que cumplan con pequeños quehaceres domésticos, que sean atentos con otras personas, hagan sus deberes escolares, cumplan con las reglas de aseo personal, que sean cuidadosos con la propiedad ajena y observen las leyes de seguridad…  Y es frustrante para nosotras cuando no actúan responsablemente.

Ser responsable requiere madurez y conciencia social. Un niño de 9 años puede ser muy responsable; a su vez, un niño de 6 todavía está aprendiendo sobre las consecuencias de sus acciones. Pero el ser responsable no es una cualidad que se adquiere por el simple hecho de haber llegado a cierta etapa en el crecimiento; el ser responsable es una cualidad aprendida y, por lo tanto, es necesario que entrenemos a nuestros niños a ser responsables desde temprana edad.

El proceso de aprendizaje no es rápido ni sencillo. Aun el niño de 9 años necesita que se le recuerde constantemente acerca de sus tareas, y en especial de aquello que debe hacer. Pero no le gusta o no le parecen necesarias, tareas tales como quehaceres domésticos que se le han asignado y/o partes de su higiene personal. A veces, el niño no entiende las razones (la necesidad) de estas tareas. El típico ejemplo de esto es el de por qué hacer la cama: «¿Por qué es necesario hacerla si la vamos a volver a deshacer por la noche?”.

Si queremos entrenar al niño/a para ser responsable, debemos estar dispuestos a empezar a darle pequeñas responsabilidades aun desde temprana edad, enseñarle cómo hacer aquella tarea correctamente o lo mejor posible, y consistentemente recordarle que lo haga. Esto implica dedicación y trabajo por parte de los padres, y en especial la madre, si es la que suele estar más tiempo con ellos. A veces es mucho más fácil y probablemente quede más prolijo si hacemos la tarea nosotras, especialmente cuando estamos apuradas. Pero para el niño pequeño, muchas veces es un privilegio el sentir que su madre cree que él o ella es suficientemente grande y capaz de ayudar con los quehaceres domésticos. A medida que el niño crece, esa sensación de privilegio se pierde un poco porque el niño/a tiene una mayor gama de intereses y la tarea es considerada una carga. Por eso es importante empezar a temprana edad.

Las responsabilidades que le vamos otorgando a nuestro niño o niña deben estar de acuerdo con sus habilidades o apenas por encima de ellas, para ir motivándolo o estimulándolo a esforzarse y aprender, sin que estas tareas sean imposibles, ya que necesita sentir éxito al lograrlo. La responsabilidad por el cuidado de un animalito doméstico es una buena experiencia para aun un pequeño de 4 o 5 años: pueden ponerles la comida, pueden cepillarle el pelo, pueden sacarlo al jardín o de caminata, pueden entretenerlo buscando la pelota y jugar con él. El ayudar a un hermanito o hermanita puede ser también una buena tarea para ellos, con tal que no tome demasiado tiempo y las tareas de ayuda sean específicas, para producir la gratificación necesaria. Esta es una buena forma de enseñarles a ser considerados con los demás.

Los pequeños quehaceres domésticos son otra tarea importante para el desarrollo de la responsabilidad. Los niños pueden aprender que son responsables de, y son capaces de, cumplir con tareas que son importantes en el ambiente familiar. Barrer, sacar la basura, poner la mesa, hacer su cama, secar los platos, limpiar los muebles… son tareas que contribuyen al funcionamiento diario de la casa. Estas tareas deben ser apropiadas para la edad del niño o niña, y nunca deben ser tareas que no tengan valor o sean sin sentido para mantenerlos ocupados; el niño necesita sentir que lo que hace es una contribución valiosa. También puede ser útil reunir a la familia para que todos juntos puedan decidir y asignar las responsabilidades de cada miembro de la familia. 

El niño pequeño, como notamos anteriormente, suele tomar cada nueva responsabilidad con entusiasmo, porque para él es un privilegio. De a poco, esa novedad y gusto por responsabilidades disminuye, por lo tanto es necesario enseñarle el deber de continuar con sus responsabilidades. Cuando le recordamos aquella tarea o actividad que debe hacer, es importante también que en vez de pedirle que lo haga para nosotras: “Necesito que hagas…”, lo cambiemos por: “Necesitas hacer …”, indicando así que es su obligación, es su deber, y no un favor para nosotras. Animémosle con frases como: “¿Cuál es tu tarea en estos momentos?” “¿Qué necesitas hacer después?”. Si es necesario, ciertos privilegios pueden ser otorgados únicamente si él o ella cumple con sus responsabilidades; si son un poco mayores o adolescentes, el tiempo con su tableta o con la computadora (ordenador) puede ser medido de acuerdo con las tareas completadas. Para el niño más pequeño podemos usar un gráfico en el cual el niño pone una marca para cada tarea diaria que ha cumplido. Y puede incluso haber un premio si lo hace consistentemente durante la semana entera.

No nos olvidemos de alentarlo, y una vez cada tanto podemos ayudarle para que sus tareas no sean una carga demasiado pesada. Si el niño o niña consistentemente es menos responsable de lo que nuestras expectativas proyectaron, debemos examinar esas expectativas. Puede que estemos pidiendo más de lo que es capaz de hacer. Prueba a eliminar una o dos de las tareas con las que tiene más problema, y presta atención para ver si es entonces más responsable en las demás obligaciones. Y ¡no ocupemos todo su tiempo libre! Dejémosles suficiente tiempo libre para jugar y dedicarse a sus otros intereses. Si las tareas asignadas toman demasiado de su tiempo, va a estar demasiado frustrado para hacerlas lo mejor posible. Si son varios niños en una familia, podemos rotar estas tareas para que vayan aprendiendo distintos quehaceres y para promover un sentido de imparcialidad y cooperación. Estas tareas, a su vez, les van a ir enseñando también el valor del trabajo, manejo del tiempo y el orgullo en sus logros.

Otro factor muy importante para que el niño o niña aprenda a ser responsable es: tener buenos modelos. Sus padres, por su ejemplo, son los que establecen las normas que él o ella ha de seguir. Si los padres demuestran en su vida diaria la importancia de hacer un buen trabajo y de interesarse por los demás, sus hijos también lo harán.  Sus hijos se comportarán cortésmente en la casa de sus amigos y atentamente en el colegio. Un buen ejemplo estimula el respeto hacia sus padres, y les será más fácil “honrarles” tal como Dios les pide en Su palabra. Seamos buen ejemplo y no olvidemos recordarles que todo lo que hacemos lo hacemos para la gloria de Dios, Su aprobación es más importante que la de otros.Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23)

Entrenar a nuestros niños para ser responsables es un proceso gradual que requerirá consistencia y guía de nuestra parte, pero con ello irán aprendiendo a tener confianza en sus habilidades, al ir logrando hacer tareas independientemente. Cuando la responsabilidad es consistentemente requerida y reconocida en el hogar, el niño va a actuar responsablemente.

G. Elisabeth Morris de Bryant

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