LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Emociones que afectan al matrimonio: El rencor

Print Friendly, PDF & Email

El rencor se nutre del resentimiento e impide la paz interior

En el artículo anterior hablamos del enojo y la necesidad de expresarlo apropiadamente; es una emoción que, bajo control y usada para corregir errores y efectuar el bien, tiene su aspecto positivo. La emoción de rencor es, sin embargo, una emoción negativa; es la antítesis del perdón, y por ello Dios claramente está en contra de ella, ya señalándolo dentro de sus primeros mandamientos: “No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR” (Levítico 19:18, NVI).

El rencor se basa en el resentimiento acumulado por injusticias o daños sufridos, ofensas o maltratos percibidos, que solemos revivir consciente o inconscientemente en nuestra mente y nos impide la paz interior. El rencor puede convertirse en un círculo vicioso que afecta todas nuestras relaciones, nos debilita emocionalmente y nos impide avanzar espiritualmente.

Nuestro matrimonio se ve afectado por esta pelea interna nuestra, aun cuando nuestro cónyuge no haya sido la persona que causó las heridas que producen este rencor. En un programa radial reciente escuche al Dr. James Dobson entrevistar a una persona que fue abusada diariamente por su madre en su niñez y adolescencia, explicando cómo su rencor hacia ella afectó su relación matrimonial por su dificultad para demostrar amor, su crítica constante y su distanciamiento emocional. Era cristiana y asistía a la iglesia, pero no fue hasta que tuvo a sus hijas pequeñas y vio cómo su rencor afectaba aun su relación con ellas, que vio la necesidad de abordar este ciclo vicioso y aprender a perdonar. A los 30 años buscó a su madre y le ofreció su perdón. La reconciliación tomó su tiempo, pero ese obsequio suyo de perdón la liberó para poder comenzar a ser la madre y esposa que su familia necesitaba que fuera.

Perdonar no es fácil, es algo que elegimos hacer porque sabemos que Dios lo espera de nosotras, y así nos lo pide «perdonándoos unos a otros… de la misma manera que Cristo os perdonó» (Colosenses 3:13). Por lo tanto:

  • Perdonar implica gracia, aquella gracia que Cristo nos ofreció a nosotros como pecadores. La gracia va en contra de aquel «ojo por ojo», es decir, de solo dar algo si el otro lo merece. Solo Dios es juez, y nosotras somos responsables de nuestras acciones y actitudes frente a Él. El mundo y aun nuestras amigas pueden no entender este perdón que se basa en la gracia que solo Dios nos puede dar. No busquemos complacer a otros, solo a Aquel que nos ama y nos ayuda.
  • Perdonar es un obsequio que entregamos a aquel que nos dañó. Si es alguien del pasado, busquémosle si podemos o démosle este perdón en oración. Si tenemos rencor contra nuestro esposo por algo que hizo, al perdonarlo nuestra forma carnal de pensar puede argüir que «se está saliendo con la suya», pero no olvidemos que siempre hay consecuencias que él tendrá que eventualmente sobrellevar. Nuestra actitud debe reflejar nuestra relación y reverencia por Dios, y con Su ayuda podemos dejarlo en Sus manos y ofrecer el perdón.
  • Perdonar y olvidar no es fácil.  Probablemente nunca nos olvidaremos de la ofensa o agravio, especialmente si son graves y algo que nos hirió mucho. Hay heridas que solo el tiempo y mucha oración podrán aliviar o cerrar. En los Salmos se nos promete: «Él (Dios) sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas» (147:3). Es debido a nuestro crecimiento espiritual y mayor cercanía a Dios que podemos resistir la tentación de traer a la luz constantemente esa transgresión, y así huir del deseo de desquite o de castigar a nuestro esposo por ello. En nuestra oración pidamos a Dios que vaya removiendo ese rencor del recuerdo, para que, eventualmente, aunque no olvidado, no resurja con todas las emociones iniciales que de nuevo provocarán conflicto y abrirán heridas. Sabemos que hemos perdonado de verdad cuando podemos recordar el incidente sin revivir las emociones.
  • Dar y recibir perdón debe ser parte de nuestro convivir diario. No todas las ofensas son grandes o causan heridas; hay cosas triviales que nos irritan, y, por ser repetitivas, causan conflicto. Analicemos en nuestro interior aquello que a veces incita nuestro desagrado o resentimiento, y busquemos una forma práctica de solucionarlo en forma conjunta, «qué podemos hacer para ayudarte a …». Busquemos una solución sin faltarle al respeto, con calma y expresando nuestra frustración con esa acción que nos pone de mal humor y aun causa resentimiento, para conseguir ver cómo podemos resolver el conflicto.
  • Humildemente aceptar que nosotras también fallamos y estamos en necesidad de perdón. Resolver conflictos y buscar perdón es un ejercicio continuo que mantiene el tren de ruedas de nuestro matrimonio bien lubricado, para que, como un motor bien cuidado, funcione afinadamente. Y es importante involucrar a nuestro marido en este ejercicio. Sin justificar nuestras acciones, escuchándonos mutuamente con compasión y calma, compartamos lo que muchas veces por «el trabajo que cuesta hacerlo» o «la falta de ganas de afrontarlo», pretendemos ignorar, pero que va creando una acumulación rencorosa por dentro. Si no lo hacemos, eventualmente llevará a un conflicto mayor cuando aquella “última gota” nos haga estallar.
  • Perdonar nos libera. Perdonar y ser perdonado trae reconciliación. El resentimiento nos ata a la culpa que asignamos a la otra persona, es una cuerda atada con un nudo muy tirante, que no nos permite crecer como pareja y nos es de tropiezo constante. Además, Dios nos pide que perdonemos, para que no hallemos tropiezo en nuestra relación con Él; como Jesús nos dice en su oración modelo: «Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores».  Dios también nos pide el «contentarme cualquiera sea mi situación» (Fil. 4:11), y sin paz no hay contentamiento. La reconciliación trae esa paz. Como dijo el autor William Shakespeare: «El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe».
  • El perdón es una expresión de amor. La evidencia de que hemos perdonado de verdad es nuestra capacidad de mostrar nuestro amor hacia aquel que perdonamos. Colosenses 3:13-15 dice: «soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos».

Perdonar es algo que tendremos que hacer el uno por el otro muchas veces, no siempre por las mismas ofensas, habrá nuevas. Si lo hacemos en nuestras propias fuerzas, probablemente nos cansaremos o lo haremos a medias, por obligación, pero no de todo corazón. Solo Dios puede darnos las fuerzas para hacerlo sin desalentarnos, dependiendo de aquella gracia que Él nos da para perdonar plenamente y así liberarnos de resentimientos y rencores que nos atan al pasado e impiden la reconciliación y la paz en nuestro matrimonio.

G. Elisabeth Morris de Bryant