¿Tienes herramientas para luchar contra la envidia?
He pensado mucho en la envidia últimamente. Estoy segura de que está detrás de los grandes males que a veces sufrimos y de esos de los que también hacemos que sufran otros. Dice la Real Academia Española que envidia es “tristeza o pesar por el bien ajeno”. Uno de sus sinónimos o palabra afín es “celos”, el conocido como “el monstruo de los ojos verdes”. Yo no sé si tendrá los ojos verdes, pero sí que puedo confirmar que es un monstruo, un monstruo peligroso, sutil (aunque no siempre…) y dañino donde los haya. Como he leído en algún sitio “es un sentimiento o un estado mental en el que existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas tangibles o intangibles”. Monstruoso, ¿verdad?
Hay quien dice que la persona que tiene envidia bullendo en su interior comienza por criticar de manera constante, y no para mejorar nada, más bien para destruir, compensando así su propia autoimagen de inferioridad. A esto fácilmente seguirá la falta de apoyo a la persona envidiada, no alegrarse por sus éxitos; y tratar de manera constante y enfermiza de superar a los demás. No es nada fácil convivir con una persona envidiosa y tampoco es nada fácil gestionar ese sentimiento pecaminoso cuando empieza a aparecer en nuestros corazones. Cuidado con la envidia, estaba detrás de la actitud de aquellos líderes religiosos que persiguieron a Jesús hasta conseguir crucificarlo (Mateo 27:18). No es cualquier cosa la envidia, queridos lectores, no es cualquier cosa…
Hace poco descubrí que el Salmo 37 contiene excelentes consejos para luchar contra la envidia. El Salmo, ya en su segunda frase, lo deja claro: “…no tengas envidia…”. Es verdad que habla de la envidia hacia los que “practican la iniquidad”, pero creo que las herramientas que aporta para luchar contra esa envidia valen para la envidia hacia cualquier persona, porque también se puede tener envidia de los hermanos, ¿o no?
Primera herramienta: “Confía en el Señor, y haz el bien”.
Haz el bien, a esa persona hacia la que empiezas a sentir envidia y a cualquier otra, haz el bien y confía de verdad en el Señor; encárgale a Él eso que te está molestando, pon bajo su cuidado lo que te preocupa, y siempre… haz el bien, sobre todo busca hacer el bien. Mira en tu corazón si lo que haces, lo que dices, incluso lo que piensas, busca el bien del otro; si es así, vivirás tranquilo y seguro.
Segunda herramienta: “Pon tu delicia en el Señor”.
Encuentra el placer máximo en tu relación con Dios, búscale como el ciervo del Salmo 42, que grita buscando el agua. Eso solo es posible dedicando tiempo, y tiempo de calidad, a la intimidad con Él; conociéndole, enamorándote cada día más de Él, meditando en Él y en Su amor por ti… Cuando tu mayor placer y deleite es tu amistad con Dios, lo demás pierde su brillo, no hay nada que envidiar porque tu mayor deseo, estar más y más cerca de Dios cada día, YA te está siendo concedido.
Tercera herramienta: “Encomienda al Señor tu camino”.
Encárgale al Señor tus cosas para que Él cuide de ellas, incluso esas que provocan en ti el sentimiento pecaminoso de la envidia. Pídele que Él cuide de eso, porque a ti se te va de las manos. Y una vez hecho, “confía en Él”, descansa, deja de luchar con tus propias fuerzas, “que Él actuará”.
Cuarta herramienta: “Espéralecon paciencia”.
Espera a que Él actúe, que haga algo principalmente en ti, que trabaje en tu corazón, que vaya limpiando la envidia que te está corrompiendo, esa envidia que está ensuciando tus relaciones y complicándolo todo. Espera con paciencia a que Él actúe; eso sí, sin bajar la guardia.
Quinta herramienta: “Deja la ira y abandona el enojo”.
O como traduce la NTV: “¡Ya no sigas enojado! ¡Deja a un lado tu ira! No pierdas los estribos, que eso únicamente causa daño”. No te permitas seguir enfadado, no des rienda suelta a esa efervescencia que produce la envidia y que te va a llevar a ser muy injusto, muy peligroso y muy dañino con cualquiera que se te cruce. Para ese enfado antes de que estropees todo lo que te rodea. Tienes que ser capaz de mandar sobre ti mismo y detener la escalada violenta que la envidia genera en tu interior; no te permitas seguir adelante, imponte.
Esta reflexión me ha sido de ayuda. Son herramientas prácticas las que el Señor nos propone, no siempre van a ser fáciles de poner en práctica, no son mágicas, hay que trabajarlas; pero, con la ayuda del Todopoderoso, podemos vencer a ese monstruo amenazante que destroza las mejores relaciones, las mejores oportunidades, las mejores experiencias, las mejores iglesias… Tu envidia es un monstruo real que se come lo que le rodea, pero al primero que se come es a TI.