…de lo oscuro y difícil que deja tras su paso, viene luego una depuración…
El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, la cual cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se tornaron amargas.
(Apocalipsis 8:10, 11)
El ajenjo es una planta perenne y tónica, de efectos permanentes, pues sus componentes están en la atmósfera, tierra y aguas que lo riegan. Posee yodo, hierro y otras sustancias metálicas que son excelentes reconstituyentes, reconocidos por todo el mundo médico, y apreciado en la reparación de todas las enfermedades debilitantes. Su flor pentámera, compuesta de cinco piezas símil a una estrella, es la «artemisia absinthium«. Su identificación en hebreo es «rosh» (amargura), pues en su constitución almacena sustancias de reserva en vasos de áspero sabor amargo hiel.
Su aplicación en las profecías, como en muchas citas bíblicas, la convierten en algo digno de notar. Los hombres más sabios y los más eruditos de la tierra, podrán diferir al interpretar algunas de las figuras de este maravilloso libro, pero… Dios es luz y en Él no hay tinieblas ningunas. La obscuridad y la confusión no pueden permanecer en su presencia.
En todos los actos en que simbólicamente actúa esta sustancia, de lo oscuro y difícil que deja tras su paso, viene luego una depuración, y la calma se asienta sobre los hechos.
La figura de echar ajenjo en el agua que todos tenían que beber, es muy notable y contraria a la figura de Moisés, quien puso un árbol en las aguas amargas para hacerlas dulces (Ex.15:23-25).
Jeremías, en sus Lamentaciones, clama abatido por tanta amargura, sugiere «me embriago de ajenjo»… Pero luego recapacita, espera en Jehová y exclama: «porque nunca decayeron sus misericordias, nuevas son cada mañana, grande es tu fidelidad».
Y llegamos al solemne llamamiento del legislador Moisés en Dt.29:18, amonestando al pueblo a que tenga cuidado, pues «quizás habrá en vosotros raíz que eche veneno y ajenjo».
El escritor a los Hebreos, con mayor énfasis, hace referencia a estas palabras escudriñadoras: «Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados» (12:15).
¡Qué graves palabras son estas! ¡Qué terribles son tales raíces! ¡Cuán amargas son! ¡Cuán irreparables daños ocasionan! ¡Cuántos se han contaminado con ellas! ¡Cuántos preciosos lazos de fraternidad se han roto, y cuántos corazones han sido desgarrados por ellas!
Pero mientras nos alejamos lo más posible de los despreciables males, cultivemos y ejercitemos un interés amoroso y lleno de oración los unos para con los otros, con cuidado y vigilancia, para evitar la aparición de muchas raíces amargas.