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Plantas de la Biblia: Menta Pascual

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Aroma… y amargo sabor

Se acerca la pascua, para los países cristianos en el Oriente. Precioso cordero, engordado meses antes, será sacrificado hoy, en plena primavera. Nizan, un mes de cosechas esperadas y el detalle; de renovado recuerdo bíblico desde los tiempos del primer sacrificio, al ponerse el sol.

Si quieren disfrutar de la receta milenaria: “nanna, hamet, sicar” (fonética aramaica); menta, vinagre, azúcar, preparen como ellos el cordero pascual y disfrutarán del sabor de todos los tiempos.

Viví con mi familia esa singular noche sobre la alfombra. La salsa de hierbas, el pan no leudado, cortado en pedazos para mojar en el único plato, a la manera “jesucrística”, y sin nuestros calzados; notoria diferencia con aquella noche en que ellos, el pueblo de Jehová, tenía que comer con “shajatas” (sandalias) y el largo vestido ceñido, prontos para partir.

Vuelvo las hojas de un arcaico diccionario de la Biblia, en color sepia, edición 1921: “Menta, tal vez era la yerba amarga de que se hacía salsa en Pascua” (Éxodo 12:8). Me entusiasma el camino de esta planta a través de los siglos. De la familia de las labiadas, vellosa, con flores blancas, rosadas o violáceas en espiga y hojas oblongas en verde oscuro de fuerte olor y sabor. Más de diez especies originarias del viejo mundo se han asilvestrado en casi todas las partes del globo.

Hoy, busquemos una utilidad espiritual a esas “hierbas amargas” recordando los padecimientos de nuestro Señor, con un espíritu de sumisión en la Fiesta de Pascua, pues si el asado cordero representa a Cristo sufriendo la justicia de Su Padre en su propia persona, clavado en la cruz, las “hierbas amargas” significan el reconocimiento de esta verdad: que Cristo sufrió por nosotros. Lo afirma Isaías 53: “el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

Las mismas hierbas que, sin duda, habrían parecido tan amargas a un egipcio, formaban una parte integrante de la fiesta de la libertad de Israel. ¿Quién puede leer porciones de Las Escrituras, como los Salmos 22, 38, 59… sin comprender lo que representa el pan sin levadura comido con las “hierbas amargas”?

La inspiración de un viejo estudioso de la Palabra, del pasado siglo, me atrae: una vida prácticamente santa, unida a una profunda sumisión del alma, debe ser el fruto natural de la comunión verdadera con los padecimientos de Cristo.

Es necesario que comamos nuestro cordero con las “hierbas amargas”, que no son las figuras de un sentimentalismo superficial, sino las profundas y reales experiencias de un alma que comprende el significado y el práctico efecto de la Cruz, con la inteligencia y poder del Espíritu.

¡Qué hermoso cuadro nos ofrecen los de Israel protegidos por la sangre y comiendo en paz el cordero asado con pan sin levadura y “hierbas amargas”! Ningún temor de juicio, ningún temor de la justa venganza que como furiosa tormenta barría a media noche todo el Egipto. Nada debían temer de fuera y nada podía turbarles en el interior. ¡Qué ejemplo para la Iglesia! ¡Qué enseñanza para el cristiano!

Que Dios nos ayude a comprender su profundo significado y a someternos a Él con espíritu dócil y obediente.

Mª Cristina Jamarlli