La muerte es una realidad, y existe como consecuencia del pecado
Si hay un tema que supone un gran enigma para la humanidad, ese es, sin duda, la muerte. Son muchas las preguntas en torno a este tema, que siempre ha sido algo complejo y delicado de abordar. Muchas veces se vuelve algo incómodo y puede incluso ser considerado de mal gusto que alguien quiera referirse a este tema en una conversación. “Porque la muerte es sinónimo del miedo, la muerte no es algo que nosotros podemos mirar a la cara”, señala Raúl Villarroel, decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
La Biblia explica cómo la muerte llegó a afectar a toda la humanidad, a través del pecado de Adán y Eva.
“Y el Señor Dios ordenó al hombre: ‘De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás´’” (Génesis 2:17).
La muerte es una realidad, y existe como consecuencia del pecado. “Así pues, por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y con el pecado la muerte, y la muerte pasó a todos, porque todos pecaron” (Romanos 5:12). Si este pasaje bíblico que estoy citando terminara aquí, creo que generaría en nosotras una tremenda angustia y desazón. Parecería que ya no hay nada más para hacer. Sin embargo, querida amiga, este pasaje continúa diciendo estas palabras esperanzadoras:
“Porque si por la transgresión de un hombre, por este reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de un Hombre, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Romanos 5:17).
“La ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia, para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 5:20-21).
¡Entonces, junto al apóstol Pedro podemos exclamar!: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia y mediante la resurrección de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, para que recibamos una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera. Esta herencia les está reservada en los cielos” (1ªPedro 1:3,4).
La pena y el dolor que produce la muerte es real, pero también lo es la paz que viene de Dios en esos momentos cuando estamos atravesando el valle de muerte y de sombras… de la mano del Salvador. Amiga querida, tal vez ahora estás enfrentando la pérdida de un ser amado… Rodéate con todas las fuentes de apoyo y paz, pero también, y sobre todo, acude por medio de la oración al Señor; refúgiate en Él y encontrarás esperanza real y consuelo. Quiero que sepas que las lágrimas que derramas en tu soledad y quebrantamiento, que te acompañan continuamente y que humedecen tu almohada, no son ignoradas por Dios. “Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro” (Salmos 56:8 NTV).
Termino el artículo con esta preciosa promesa: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). Abrázala y haz tuyas estas palabras. Que así sea.
*Dedicado a mi querida hermana Viviana quien recientemente perdió a su esposo Cristian.