LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Para las jóvenes: No te quedes en la orilla

Como la pesca submarina, nuestra intimidad con Dios requiere valentía, constancia y también una decisión deliberada de zambullirnos…

No sé si alguna vez te habrá pasado, pero a menudo me he encontrado a mí misma deseando con todo mi corazón conocer más a Dios.

Y no me refiero a conocer más cosas de la Biblia. Más bien el anhelo que se despierta en mí va de profundizar en Él realmente: cómo es, cómo responde, qué le hace feliz o le disgusta, por qué permite o deja de permitir, qué corazón hay detrás de las cosas que veo de forma superficial, qué le interesa. A veces me pregunto: ¿Puedo realmente conocer el carácter y la naturaleza de Dios?

Sé que mis respuestas a lo que sucede en la vida, mis reacciones hacia las personas, mis actitudes… ¡cambiarían tanto si tuviera una mejor visión y comprensión de cuál es el corazón de aquel al que llamo Padre!

Y es que, puedes ser como una niña eterna que, queriendo aprender a hacer pesca submarina, no deja de tirar un guijarro atado a una cuerda para luego rescatarlo. Quizás avances un poco, desates la piedra de la cuerda y la lances cerca, donde como mucho tengas que meterte hasta las rodillas para recogerla. Esa niña eterna disfrutará sin duda de la orilla del mar, del olor a salina, de la brisa marina, las conchas abandonadas en la arena por las perezosas olas que las transportan desde quién sabe dónde, y de los relajantes sonidos que envuelven ese ecosistema. Pero si no sigue avanzando, si no se adentra más en el agua, jamás podrá descubrir los colores, la singularidad de la vida marina y las maravillas escondidas bajo capas y capas de agua salada.

¿Por qué te cuento esto? Pues porque creo que con Dios funciona así. Puedes ser una persona que vea solo el resultado de la presencia de Dios, y disfrutar de esa superficie hermosa. Pero puedes también, poco a poco, adentrarte por completo en Él y descubrir que lo que veías desde fuera es solo una pequeña porción de la envolvente belleza que estaba por ser descubierta dentro, donde no es tan fácil llegar, y mucho menos, quedarte el tiempo suficiente para observar.

Como la pesca submarina, nuestra intimidad con Él requiere valentía, constancia y también una decisión deliberada de zambullirnos.

Y justo ahí estoy yo ahora.

Hay días en los que me cuesta “meterme al agua”. Me siento cansada, o dispersa, o incluso insegura de si lo que estoy haciendo está sirviendo para algo. A veces abro la Biblia y siento que estoy leyendo con gafas empañadas. No siempre tengo grandes revelaciones ni sensaciones profundas. Pero estoy aprendiendo que seguir buscando a Dios, incluso cuando parece que no pasa nada, ya es una forma de adoración.

Una promesa que me sostiene es esta, en Jeremías 29:13:

“Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón”.

Esta palabra me anima a seguir. Porque no dice que encontraré a Dios cuando tenga días perfectos o una fe sin grietas, sino cuando lo busque con todo mi corazón. Tal como estoy. Con dudas, con preguntas, con torpeza. Pero con honestidad.

Estoy aprendiendo a hablarle en lo cotidiano, no solo en momentos apartados o “espirituales”. A veces le hablo mientras camino, mientras cocino, mientras estoy en el metro. Pequeñas oraciones, pequeños pensamientos dirigidos a Él. Y poco a poco, estoy viendo algo precioso: que Él responde. A veces en paz, otras en convicción, otras en un versículo que cobra vida, otras simplemente en una certeza suave de que no estoy sola.

Es como si Dios mismo me tomara de la mano y me dijera: “Ven, te quiero mostrar quien soy. No tengas prisa. Quédate”.

Y eso estoy haciendo. Intento quedarme. Aunque el agua a veces parezca fría. Aunque no vea con claridad. Estoy aprendiendo que el carácter de Dios no se comprende en una tarde, sino que se revela en el caminar lento, constante, vulnerable.

Sé que todavía estoy en la parte poco profunda. Pero estoy dentro. Y quiero seguir avanzando. Porque cada paso hacia Él vale la pena.

Quizás tú también estés ahí, con ese anhelo profundo de conocer a Dios más allá de lo superficial. Si es así, solo quiero decirte: no te conformes con la orilla. No te resignes a tirar piedrecitas. Lánzate, incluso si no ves el fondo. Porque en las profundidades de Dios hay belleza reservada solo para quienes se atreven a buscarla.

Y tú, igual que yo, fuiste creada para eso: para conocerle, para nadar en Su gracia, para habitar en la profundidad de Su amor.

Nora Moreda

Caminemos Juntas
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.