Dios sabe bien que el miedo puede ser una de las emociones más negativas que experimentemos
¿Conoces esa sensación paralizante ante un peligro que aventuras? ¿Alguna vez has sentido ese pellizco en el estómago que casi te impide respirar? ¿Has notado cómo te aplasta una sensación de pequeñez e incapacidad imposible de superar? Eso se llama miedo: Angustia por un riesgo o daño real o imaginario, y me atrevería a decir que todas las personas lo han experimentado en alguna ocasión. El miedo no siempre es negativo; cuando el riesgo, el daño o el peligro es real, hacemos bien en tener cierto temor o respeto que nos incline a actuar con sabiduría y prudencia. Pero, tantas veces es un miedo irracional…
No somos todo suficientes, no somos todo poderosos, no lo sabemos todo… por eso tantas veces nos sentimos como al borde del abismo. Cuando a mí me ocurre, no me reconozco, me veo como una niña de tres o cuatro años que no es capaz de dar el siguiente paso. En ese momento lo paso fatal, pero después, cuando todo acaba y reflexiono, casi que me siento peor aún por haber sucumbido ante mis temores, por no haber sabido asirme de lo que puede destronar el miedo, por no haber confiado en Quien sí que es todo suficiente, todopoderoso, omnisciente… y me ama.
Dicen que en la Biblia podemos encontrar 365 ocasiones en que aparecen las palabras “No temas” o similar. Interesante… Una vez por cada día del año… No, no las he contado… pero ¿será que Dios sabe bien que el miedo puede ser una de las emociones más negativas que podemos experimentar?
En cierta ocasión, los discípulos están en la barca en medio del mar de Galilea. Jesús se ha quedado en uno de sus retiros en solitario orando al Padre en el monte. Sin embargo, los discípulos, aunque ya se ha hecho de noche, no consiguen llegar al destino, porque las olas y el viento les iban en contra. Y allí están esos experimentados hombres de mar, luchando contra los elementos, cuando, de repente, emerge una figura que se acerca andando sobre el mar. La reacción lógica no se hace esperar: ¡¡¡Un fantasma!!! Y se ponen a gritar de puro miedo. A mí se me habría parado el corazón… En medio de los gritos suena una voz familiar: “Tened ánimo, soy yo; no temáis”. Entre del rugido de las olas, en medio del miedo a lo desconocido que estaba ocurriendo en sus mismas narices, ese “Soy yo” del Maestro resuena. Ese “¡Yo estoy aquí!” (como traduce otra versión) trata de sosegar sus corazones, infundir aliento; cosa que consigue en Pedro, al menos, que se atreve hasta a intentar andar sobre aquel mar embravecido. Y cuando Jesús sube a la barca… se calma el viento.
La presencia de Jesús lo cambia todo. Pero, ¿sabes una cosa? Él siempre está presente, ¿recuerdas aquello de “yo estoy con vosotros TODOS LOS DÍAS hasta el fin del mundo”? Entonces, ¿qué pasa? ¿Por qué muero de miedo en demasiadas ocasiones? Como aquellos discípulos, muchas veces, demasiadas veces, estoy tan enfocada en lo que me asusta, en lo que temo, ando buscando en mí misma las fuerzas y las herramientas de supervivencia, tanto que no alcanzo a identificar a Jesús a mi lado. Lo percibo desdibujado, lejano, incluso no lo reconozco, y temo… y me aterrorizo… y me angustio, y, al final desfallezco, porque el miedo y el terror son enemigos potentes cuando me siento sola y lejos del Maestro. Sin embargo, como a ellos, Jesús me dice: “Ten valor, Trini, soy yo. ¡¡Estoy aquí!! No temas”. Necesito conocer bien a Jesús, necesito relacionarme íntimamente con Él para comprender la profundidad de Su amor por mí (Ef. 3:18-19), porque sólo así podré confiar en medio de la tormenta, porque “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor…” (1 Juan 4:18a). Y ¿conoces un amor más perfecto que el que Jesús tiene por ti? Entonces, ¿por qué tienes miedo? ¿Por qué tengo miedo?
Señor, cuando llegue la próxima tormenta, ayúdame a verte a mi lado, ayúdame a confiar absolutamente en tu amor perfecto, de manera que el temor no tenga espacio en mi barca. Querido Jesús, abre mis ojos para verte conmigo SIEMPRE y saber que, aunque la dificultad sea grande, nunca jamás ya estaré sola, porque TÚ estás conmigo cada día, hasta el fin de mundo. Y si Tú estás conmigo, ¿quién contra mí?
Y si Dios está contigo, ¿quién contra ti? ¡¡¡NO TEMAS!!!