¡Hay poder en la sangre de Cristo!
El título de este himno en su versión original es “Hay poder”, pero en nuestros himnarios se le conoce por el inicio de su primera estrofa: “¿Quieres ser salvo de toda maldad?”.
¿Quieres ser salvo de toda maldad?
Tan sólo hay poder en mi Jesús.
¿Quieres vivir y gozar santidad?
Tan sólo hay poder en Jesús.
Coro
Hay poder, poder, sin igual poder,
en Jesús, quien murió.
Hay poder, poder, sin igual poder,
en la sangre que él vertió.
¿Quieres ser libre de orgullo y pasión?
Tan sólo hay poder en mi Jesús.
¿Quieres vencer toda cruel tentación?
Tan sólo hay poder en Jesús. Coro
¿Quieres servir a tu rey y Señor?
Tan sólo hay poder en mi Jesús.
Ven y ser salvo podrás en su amor;
tan sólo hay poder en Jesús. Coro
Es importante pensar en el verbo con el que se inicia cada estrofa. El compositor pregunta insistentemente: ¿Quieres? ¿Realmente quieres ser -pregunta el poeta- salvo del mal, del orgullo y de la pasión? ¿Quieres vivir en santidad? ¿Quieres vencer toda tentación? ¿Quieres servir al Rey, a Dios?
La respuesta es voluntaria; nadie nos obliga a decir sí, y aunque parece obvio que la contestación debería ser afirmativa, no es una decisión fácil, porque tiene consecuencias. Se deberán realizar cambios de actitudes en nuestra vida. Tal vez piensas que por ti misma no puedes realizar esos cambios, alcanzar esa salvación, esa liberación, esa santificación; no importa, hay alguien que lo ha hecho por ti.
El autor nos habla del poder para salvación que hay en la sangre de Cristo. Cuando llegó la última plaga a Egipto, por la cual los primogénitos iban a morir, la sangre de un cordero puesta en los dinteles de las puertas fue lo que salvó a los hebreos (Éxodo 12: 22-28). Y de ahí vino la salvación y liberación de la esclavitud a la que estaban sometidos. De la misma manera, hoy, la sangre de Cristo vertida en la cruz, nos libra del pecado y de la esclavitud a la que estamos sometidos. En Colosenses 1:13-14 se nos dice: “el cual (Dios) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”. El Apocalipsis nos habla, así mismo, del Cordero inmolado quien ha vencido al acusador de los santos (Apocalipsis 12:11).
Sentimientos tan humanos como el orgullo, la pasión, la tentación -que acaban en maldad-, llevan a una esclavitud impropia de un alma que quiere o dice ser redimida. Por ello la respuesta a si deseamos ser libres de todo ello, es vital. Entonces recordamos que la sangre de Cristo tiene todo el poder para librarnos. El pueblo hebreo no podía librarse del yugo egipcio, pero Dios estaba allí. Más tarde, Jesús con su sacrificio en la cruz procuró el perdón de nuestro pecado y nos capacitó por su propio poder para cambiar de vida. Es cierto que seguramente no será fácil desprenderse de los hábitos adquiridos durante años y dejar esos sentimientos y actitudes que configuran la maldad que hay en el hombre, pero en Jesús hay poder, y una vez perdonado, el hombre recibe fuerzas para el cambio por medio del Espíritu Santo.
Hemos de recordar que la santificación es un proceso que comienza cuando se recibe el perdón de pecados, y que continúa mediante la negación de uno mismo cada día. Y eso cuesta. Pero el himno nos recuerda que la sangre preciosa de Cristo, derramada en la cruz, es la que nos limpia, nos libera, nos santifica, y el amor recibido -como señala también el himno- nos da fuerzas para alcanzar la victoria.
Este hermoso himno que tantas veces hemos cantado en las reuniones dominicales, fue compuesto en 1899 por Lewis Edgar Jones con el título de “There is Power in the Blood”.
Lewis E. Jones nació en Illinois (EE.UU.) en 1865. Sus padres se trasladaron a Iowa donde vivieron y trabajaron en una granja. Cuando alcanzó los 21 años, Lewis se matriculó en el Instituto Bíblico Moody. Allí se unió a una organización juvenil cristiana en la que se mantuvo durante 36 años, hasta que se jubiló, llegando a ocupar cargos representativos como el de Secretario General de la misma en California. Murió en Santa Bárbara (California) en 1936.
Esta Asociación Cristiana de Jóvenes (en inglés Young Mens Christian Association o YMCA), que llega hasta nuestros días, influyó en miles y miles de jóvenes en todo el mundo desde que fuera fundada en Londres en 1844 por un inglés, Sir George Williams. La finalidad de esta asociación era sacar de las duras condiciones de vida en la época de la revolución industrial, a tantos jóvenes sumidos en el alcoholismo o en el juego. Pretendía que sirviera para llevar a cabo un desarrollo integral de los muchachos, teniendo como enfoque prioritario los valores cristianos. Rápidamente se extendió por Europa, América del Norte y del Sur. En su seno se desarrollaron deportes como el voleibol y el futbol, a mediados del siglo XIX. En 1946 recibieron el premio Nobel de la paz por su trabajo ayudando a los jóvenes en los frentes de guerra. En España, sin embargo, esta asociación no pudo ser desarrollada en su aspecto espiritual dada la idiosincrasia de este país.
Entre las muchas actividades que se llevaban a cabo en la YMCA, una era la de fomentar campamentos de jóvenes para tener un tiempo lúdico pero también espiritual. Y fue precisamente en uno de estos campamentos cuando Lewis Edgard Jones compuso la música y la letra de este precioso himno “There is Power in the Blood”, llamado por nosotros: “¿Quieres ser salvo de toda maldad?”.
En muy poco tiempo fue incorporado a varios himnarios de iglesias, por lo que fue muy interpretado y traducido a varios idiomas, llegando hasta nuestros días. Al español fue traducido por D. A. Mata.
Este himno era tan conocido que su melodía fue usada para diversos fines. Así, en 1913, Joe Hill, un activista estadunidense que pretendía llamar la atención de aquellos que iban a las reuniones religiosas dejando las labores sindicales, compuso una canción con el título: “Hay poder en la Unión”. Con ella pretendía la unión de los trabajadores a la hora de obtener sus reivindicaciones laborales. Incluso en la Guerra Civil Española, los componentes del batallón Lincoln, de la XV Brigada Internacional, pusieron letra, sobre la escasez de suministros, a esta música.
Lewis E. Jones tuvo una vida fructífera. Compuso más de 250 himnos y dedicó gran parte de su tiempo a fomentar la formación de los jóvenes.
Este himno nos hace reflexionar sobre el lugar en que nos encontramos en cuanto a las verdades que nos han sido dichas desde que decidimos seguir a Cristo. Y es bueno preguntarse si realmente queremos seguir limpiándonos, sanándonos, liberándonos… si queremos servir a Dios. Pues recuerda: Hay poder, ¡sí! hay poder en la sangre de Cristo.