LA REVISTA CRISTIANA PARA LA MUJER DE HOY
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Música y letra: Jesús, yo he prometido

El poema recuerda las promesas de Dios para sus hijos, y no al revés

Jesús, yo he prometido servirte con amor;
Concédeme tu gracia, mi amigo y Salvador.
No temeré la lucha si tú a mi lado estás;
Ni perderé el camino, si tú guiando vas.


El mundo está muy cerca y abunda en tentación;
Suave es el engaño y es necia la pasión.
Ven tú, Jesús, más cerca, mostrando tu piedad,
y escuda al alma mía de toda iniquidad.


Cuando mi mente vague, ya incierta, ya veloz,
concédeme que escuche, Jesús, tu clara voz.
Anímame si paro, inspírame también;
Repréndeme si temo en todo hacer el bien.


Jesús, tú has prometido, a todo aquél que va
siguiendo tus pisadas, que al cielo llegará.
Sostenme en el camino, y al fin, con dulce amor,
trasládame a tu gloria, mi amigo y Salvador.


Letra: John Ernest Bode (1816-1874)
Música: Samuel Sebastian Wesley y Arthur H. Mann
Traductor: Juan Bautista Cabrera

Este himno fue compuesto para ser cantado en el acto de confirmación de fe de los jóvenes cristianos anglicanos. Pero todo el himno es un canto de compromiso con Jesús, es un pacto de entrega completa, sea cual sea la circunstancia. A la vez, es una oración donde se implora la ayuda de Dios en todo tiempo, sin la cual no se podrá salir victorioso.

En ese pacto se afirma que no importan las tentaciones que el mundo ofrezca, las pasiones, el engaño, las luchas que habrá, y todo lo que impida oír la voz de Dios. El que se está entregando a Dios confía en que Él le sostendrá, le guiará para que no pierda el camino, le protegerá de toda maldad, le hablará de manera que entienda y le animará a continuar por el camino al que se enfrenta en ese momento.

Finalmente, en ese camino hacia la Patria Celestial, meta que Dios ha prometido a todos los que sigan las pisadas de Jesús, implora que le sostenga hasta llegar a la gloria prometida para estar con Jesús, Amigo y Salvador.

Y ahora podemos situarnos en el lugar de quien está haciendo ese pacto, el propio confirmante. ¿No es necesario entregarse cada día a Dios de la misma manera? ¿No estamos nosotros en ese mismo mundo con sus luchas, sus penas, sus fracasos? Necesitamos urgentemente que Dios sea el escudo que proteja nuestro corazón y nuestra vida de todo mal.

¿No vaga nuestra mente frecuentemente sobre lo que no aprovecha, sin fijarla en las cosas de arriba? En Mateo 6:33-34 se nos recuerda que Dios nos dará lo que necesitemos, pero hemos de poner nuestro interés en lo eterno. Y también Colosenses 3:2-14 nos señala que, si realmente hemos muerto con Cristo, debemos hacer morir en nosotros lo malo que aún mantenemos, y así seremos resucitados con Él. ¿Nos parece difícil esto? Pues recordemos que “todo lo puedo en Cristo, que me fortalece” (Filipenses 4:13), porque Él es quien nos da la fuerza. Si estamos solos, poco podemos; con Jesús, nuestro Amigo y Salvador, podremos completar el camino.

El autor de este himno fue John Ernest Bode, nacido en Londres en 1816 y fallecido en 1874.

J. E. Bode era hijo de un empleado importante de Correos. Estudió en el prestigioso colegio de Eton, fundado en 1440 por Enrique VI y en el cual perduran aún una gran cantidad de tradiciones, no solo en el vestir sino en el discurrir de la vida académica, y en el que se han educado príncipes, académicos, diplomáticos, escritores, héroes militares y más de veinte ministros británicos. También estudió en el colegio Christ Church de Londres, cuya arquitectura se ha visto en numerosas películas. En este mismo colegio Lewis Carroll, pseudónimo de Charles L. Dogson, tutor de matemáticas, escribió “Alicia en el país de las maravillas”, hacia mediados del siglo XIX.

Dicho esto, vemos que el autor de este himno se movió en el ambiente más culto de la época victoriana. Esta época, de gran esplendor del imperio británico, es conocida por ser una época de grandes diferencias sociales, con tres clases perfectamente delimitadas: nobleza (iglesia y aristocracia), clase media o burguesía y clase baja. La dificultad para ascender socialmente era, como se puede suponer, casi absoluta. La clase más baja solo poseía la fuerza de su trabajo, frecuentemente mal pagado. La educación no era universal, pero se hicieron notables esfuerzos para que la alfabetización total de los niños se intentara alcanzar.

J. E. Bode tomó las órdenes religiosas en 1841, primero como diácono y en 1843 como sacerdote. Trabajó en varios pueblos hasta su fallecimiento en 1874.

También fue tutor en algún momento en la Universidad de Oxford. En 1855 fue invitado a dar un ciclo de conferencias para “The Bampton Lectures”, ciclo iniciado en 1780 en esa universidad y que se reproduce anual o bianualmente hasta el presente. Siempre se tratan temas teológicos y han de darse ocho conferencias. Pues bien, él disertó sobre “La falta de precisión de los formularios de la iglesia Anglicana, escriturales y favorables a un estado de prueba”, seguramente como oposición a la iglesia católico romana, que estaba atrayendo en esos momentos a muchos conversos. 

J. E. Bode fue un notable poeta, así como compositor de himnos. Y precisamente es por uno de ellos por el que ha sido conocido y se ha ganado un lugar importante en los himnarios: Oh Jesus, I have promised, “Jesús yo he prometido”, que es el himno que hoy comentamos.

Este himno fue escrito cuando tres de sus hijos, dos chicos y una chica, iban a ser confirmados en el colegio Castle Camps de Cambridge (UK), donde él era tutor desde 1860. El motivo era tener un himno solemne para ese momento tan especial donde los chicos hacen pública expresión de su fe. Desde entonces, siempre se ha usado, sobre todo en estos eventos de confirmación.

La melodía fue compuesta por Samuel Sebastian Wesley (1810-1876), nieto de Charles Wesley, y a dicha melodía se la conoce como Aurelia. Fue un compositor y organista inglés nacido en Londres, componente en su etapa infantil del coro de la Capilla Real. Aprendió composición y órgano con su padre, se doctoró en música en Oxford y compuso varias obras para piano, órgano y coro. Entre las melodías que compuso se encuentra ésta, que se ha usado para acompañar al poema que escribió J. E. Bode.

Este himno se canta también con otra melodía creada por el organista y compositor inglés de la época, Arthur Henry Mann (1850-1929), quien la compuso inicialmente para un himno, «I Love to Hear the Story», pero ha sido usado en éste que tratamos hoy.

Releyendo el texto de este poema, no podemos por menos que pensar en todas las promesas secretas de los corazones de jóvenes que han participado en el acto de la confirmación a lo largo del tiempo, usando este himno como oración.

En realidad, el poema recuerda las promesas de Dios para sus hijos, y no al revés. Por tanto, se implora la continua presencia de Dios a lo largo de la vida del creyente, para poder llegar a la meta. Del mismo modo, nosotros debemos pedir de manera continua la divina ayuda de nuestro Padre para llegar a las moradas celestiales prometidas.

Mª Luisa Villegas Cuadros

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